» ᴘʀᴏ́ʟᴏɢᴏ «

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Milán - Italia

Tres años antes...

Jessica

El sonido estruendoso de puños cerrados contra mi puerta fue lo que rompió la burbuja de sueño perfecto que estaba llevando.

Antes de poder levantarme, la madera cedió ante una fuerte patada y un grupo de hombres entró sin vacilar, arrancándome un grito cuando uno de ellos me tomó del cabello y me sacó de la cama sin darme tiempo de reaccionar. Todo en menos de dos minutos.

El cañón frío de una pistola me hizo evitar realizar cualquier intento se escape al tener el arma clavada en la sien.

Lágrimas quemaban detrás de mis ojos, pero no me permití soltar ninguna sola. Papá siempre decía que sin importar qué, nunca debíamos mostrar debilidad ante potenciales situaciones de riesgo, porque podrían aprovecharse y hacernos trizas por medio de ellas.

Tragué saliva con dificultad.

-¿Quienes son? -cuestioné en voz baja, pero tratando de sonar firme.

No obtuve respuesta, simplemente me hicieron mover los pies, que hasta ese momento, me percaté de la pesadez en ellos, y me llevaron fuera de la habitación a punta de arma.

Me hicieron bajar las escaleras sin paciencia. Mi cuero cabelludo ardía y el pánico junto con el miedo se mezclaban en mi estómago, provocándome un nudo pesado y tenso.

Me llevaron a la sala, donde toda mi familia estaba atada y amordazada, entonces me fue imposible poder contener las lágrimas.

Mi mamá tenía el pómulo sonrojado y sangre seca en la sien, papá estaba llorando y con más golpes que mamá, y mi hermana menor estaba inconsciente en el sofá, atada con las manos detrás de la espalda y las piernas atadas, sin mordaza de por medio y ninguna lesión visible.

Un grupo de hombres vestidos de negro por completo, musculosos y enormes, rodeaban a mi familia y los que me habían despertado y arrastrado en contra de mi voluntad, me arrojaron a los pies de un joven que aparentaba poco más de veinte años.

Ojos marrones, castaño, alto y musculoso, bajo una camisa azul oscuro y pantalones de vestir, podía apreciarse que mantenía un buen físico.

Le arrancaron la mordaza a mi padre y yo traté de incorporarme para ir con él, pero uno de los hombres de negro, me empujó de regreso con el hombre detrás de mí, y éste me sujetó por los brazos para mantenerme quieta y pegada a su cuerpo.

-Papá...

-¡Esto no fue parte del trato! -gritó colérico y desesperado-. ¡Prometí que iba a pagar todo lo que les debía! ¡Aún me quedaba una semana!

-Yo solo cumplo las órdenes de mi padre, Carlo. No es personal.

-Deja a mi hija tranquila -le suplicó mi padre-. Aún no cumple los dieciocho. Cuando sea mayor, podrás llevártela.

Algo se agrietó dentro de mi pecho y las lágrimas volvieron a amenazar con salir.

-Nada puede garantizarme que cumplas con tu palabra, Carlo -gruñó el hombre-. Además, firmaste su sentencia de muerte al apostarla en el juego de mi padre. No pretendas retrasar lo inevitable. Tu hija se va hoy conmigo y en cuanto cumpla los dieciocho años, se convertirá en mi esposa.

Infame ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora