Capítulo catorce

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N

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N.O.

—¿Estás... bromeando?

—No— Probablemente Sherlock le quitó la cordura, pues sonrió por tener lo que recriminaba a la criminal que buscan desde hace mucho—. Ya acabó.

Una risa escapó por su nariz y sonrió— Déjame ver— Lo tomó y abrió, le echó una mirada e instantáneamente dio un salto y se lo devolvió—. ¡Lo tenemos! ¡Maravilloso! Ven, larguemonos de aquí. Ella va volver.

Se dirigió hacia la puerta y John miró el listón del suelo por cinco segundos completos, luego siguió a su mejor amigo casi corriendo. Bajaron la escalera intentando esconder la emoción y cuando Sherlock tocó la perilla de la puerta de salida, la hermana de Charles apareció en el mismo pasillo del que se había ido— ¿Tan pronto se van?

—Sí, tenemos lo que necesitamos.— Dijo John, adelantándose.

—¿Y qué es?

No habían sacado nada más que el diario escondido, había pensado Sherlock, pero entonces de su bolsillo sacó un bolígrafo que, en realidad, era suyo y no del difunto— Esto.

—Oh— Expresó su confusión. Era un maldito lápiz, ¿quién tendría un apego emocional a eso? ¿estarán ocultando algo?—, bien, fuera de mi vista.

Obedecieron. Apenas tocar la acerca y tener la puerta a unos metros de ellos, comenzaron a reír y a correr como unos desgraciados. La estupidez de la acción de Sherlock y la otra idiotez que hizo John para obtener el diario hacía que no las pudieran contener, ni las ganas de saltar y gritar de alegría.

Cuando se cansaron, comenzaron a caminar. John soltó otra risa, recordando, y habló— Ahg... tu actuación fue tan exagerada.  No sé cómo lograste que te creyera.

—¿Te refieres a cuando estábamos en la habitación de Charles?

—No, no, esa estuvo bien. La otra. Cuando comenzaste a llorar en frente de la chica.

—¿Esa? ¿...Exagerada?

—Sí.— Cuando se dió vuelta a él, su sonrisa se había borrado y ahora sólo quedaba una mueca.

—Tienes razón.— Se le veía incómodo, como si... no sabía, simplemente lo estaba.

Un cosquilleo en sus pulgares bastó para darse cuenta que no era una actuación. En el callejón aguantó las lágrimas y el rubio se había percatado. Pero en aquel encuentro con la hermana del difunto, no lo logró y lloró como antes quería llorar. Lágrimas de años, tal vez, las cuales escondía siempre de Mycroft, todo gracias a las consecuencias que trajo la muerte de su madre. Y el estúpido de John pensó que era falso, pero el estúpido de John no era insensible— No, olvídalo— El orgullo de Sherlock no le permitiría tener su confirmación, pero le daba igual, ya lo sabía y lo entendía. Él también lloraba por su padre. Caminaron más, por suerte, 221B quedaba cerca—. ¿Estás bien?

𝙏𝙀𝙊𝙍𝙄́𝘼 ⇄ 𝙅𝙊𝙃𝙉𝙇𝙊𝘾𝙆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora