Reinos y Tiranos

Sin apellido

Marcus

Elliot dice que por el barrio que suele concurrir, corre un bonito rumor.

La muerte de Marcel.

Aquel hombre viejo que no dejaba de acosar a mi madre, luchado bobamente por su mano.

Pero también corre otro no tan bonito rumor, pero este es en el palacio real, dónde vivo cada día de mi existencia.

Se habla de la desaparición del anillo de flores gate, osea flores gatunas.

Este anillo ha estado por muchos años en el museo real siempre ha disposición física solo de la reina por los innumerables secretos que recorren a las mujeres de la familia. El rey (si es que hubiera) no puede ni verlo, por muchos es considerado un pecado además de que también suele correr el rumor de que si el rey lo ve, terminara sin ojos.

Esto es otro tabú por el reino, un rey sin ojos, ciego. Se dice que la vista del rey es la vista de su reino. Sin eso estamos desprotegidos.

De hecho, siempre han habido muchas teorías, conspiraciones y leyendas muy referentes a mi familia, bueno, todas son sobre mi familia.

Pero lo de ser ciego no aplica a la reina, de la cual su oído es su característica más preciada. De nuevo, el oído de la reina son los oídos del reino. Esto, hace referencia ha hace muchos años con la reina Rose Swallows, quien esparció rumores por medio de sus esclavos, estos, terminaron en los lugares menos esperados con el simple fin de una revolución, la cual consiguió y por eso mi apellido es Swallows, apellido de soltera de la fallecida Rose que descanse en paz.

En este reino se dice muchas cosas y terriblemente la mayoría son reales.

Solo que la realidad se mantiene encerrada bajo mentiras.

Y ahora me refiero a otro tipo de situaciones.

— Exacto, se os manda a la busca y captura de Kyle sin apellido —me parecía absurdo, ¿con pruebas de qué iban contra él?

En cuanto mi madre terminó de dar un discurso completo, los hombres se fueron y me acerqué rápidamente a ella, subiendo las escaleras hacia su trono.

— ¿Kyle sin apellido? Sabes muy bien su apellido —le reproché— Ni siquiera sabes con seguridad si el robó aquel anillo.

— Cariño.. —me llamó calmada mi madre—. Lo sé con seguridad —aseguró algo más dura—. Aparte sabes perfectamente el problema con los Belmont, su apellido no debe salir de las pocas personas que sabemos su existencia.

Kyle Belmont, obviamente sé quién es. Mi madre, la reina Rachel, ha hecho prometer a todos los que tienen consciencia de su existencia, no mencionarlos nunca.

No mencionar nunca aquellos traidores.

Hablaba sin cortarme del tema porque sabía que todos los allí presentes en la sala eran los pocos que sabían sobre los Belmont.

— Pero igualmente, ¿cómo estás tan segura que él te ha robado? —inquirí nuevamente.

— Por Wayne, ¿te acuerdas del brujo sin ningún tipo de cualidad? Pues él, yo le había entrenado para volverse más fuerte. Pero eso, solo sabe dar buenos golpes —se quedó pensando un momento—. Creí aún así que podría proteger y trasladar el anillo —aceptó—. Le lancé un hechizo como a cualquiera de mis servidores para poder ver los últimos minutos de su vida.

Mi madre aparte de entregarles un colgante a quienes le siguen donde informa su nombre, clase (mago, brujo, etc), grado (dependiendo su habilidad), especialidad (en combate), grado de especialidad y edad. También les lanza un hechizo con la intención de siempre revisar el motivo de su muerte e informar a sus familiares.

— ¿Viste como lo mató y robó? —pregunté lo obvio.

Ella solo asintió.

— Pero.. —iba a seguir hablando cuando un guardia entró corriendo y sin presentarse.

— ¡Se ha encontrado a Kyle sin apellido! —informó el guardia atropelladamente—. ¡También debe saber que está dando algunos problemas en la entrada de palacio!

Mi madre arqueó una ceja mientras yo no podía tapar mi boca de tan amplia que la tenía, ¿¡Cómo lo encontraron tan pronto!?

— ¡Mi reina! —entró otro guardia más, algo más refinado pero caminando rápidamente. Dando a entender que la situación era seria—. Cristóbal Jones —se presentó al momento que se arrodillaba al pie de las escaleras que conducían al trono de la reina—. Kyle sin apellido está dando revuelo en la entrada y solicitamos tu ayuda u órdenes.

Cristóbal Jones, sino el más viejo, uno de los guardias más viejos que había en palacio.

— Gracias por informarme debidamente Cristóbal —le habló con familiaridad mi madre, lo cierto es que ella le tenía mucho respeto a aquel guardia—. Ya mismo voy, puedes retirarte junto al desconocido —se refirió algo despectiva al primer guardia en entrar.

Para la realeza, nobleza o cualquiera con un estatus social algo elevado. Llamar por el nombre y no apellido a sus seguidores o sirvientes significaba la familiaridad y respeto que les tenían los nobles a sus empleados.

Así mismo, cuando mi madre llamó al primer guardia "desconocido" aún sabiendo su nombre fue un aviso inmediato de que sería degradado de su cargo.

Mi madre sabe el nombre de todas las personas que le siguen, absolutamente todas.

— Sí mi reina —dijo rápidamente aún con la cabeza gacha Jones para seguido marcharse junto al otro guardia.

Seguido, mi madre cerró los ojos, seguramente revisando con su visión interna del reino si había alguien más con Kyle, un aliado, algo que también se convierta en un problema.

— Listo —anunció levantándose seguida de su guardia personal—. Marcus —me llamó— quiero que tú te hagas cargo de detener la furia de Kyle sin apellido —me indicó amablemente.

— ¿Eh? —fui capaz de expresar viendo cómo mi madre le indicaba algo a otro guardia.

— Sí, tienes que ir practicando la lucha en un combate real.

— ¿Combate? —desconcertado sentí como un guardia me agarraba fuertemente sacándome del salón y llevándome afuera, al alboroto.

— Sí —me afirmó como si fuera un niño, viendo cómo me arrastraban de allí—. Ya lo envié a la sala de combate privado. Hasta ahora solo habías practicado, quiero ver si llegas al nivel de un traidor —dijo haciendo énfasis a la última palabra.

Mierda, había visto mis pensamientos en la anterior conversación cuando llamé a los Belmont traidores.

Realmente mi madre les tenía mucho respeto a los Belmont y los protegía hasta cierto punto. Seguro se enojó del modo despectivo con el que referí a ellos.

— Suerte cariño —me mandó la sonrisa más falsa que nunca me había hecho y las puertas frente a mí se cerraron. Dándome cuenta que ya estaba afuera aún siendo arrastrado.

Siendo arrastrado a un combate.

Y mi madre ni siquiera iba a estar presente.