Prólogo

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He escuchado hablar sobre las fuertes sensaciones. Unos días después de la muerte de mi abuelo, mi mamá me invitó a tomar el té. Nunca, por lo que llevo de vida, la había visto tan en silencio. Solo tomaba su té y tenía su vista perdida, por unos de esos puntos muertos entre el tiempo y el espacio. Yo simplemente solo miraba la taza entre mis manos. Recuerdo que al alzar mi vista, sinceramente puedo jurar que escuche mi corazón quebrarse. Las mejillas de mi madre estaban cubiertas por sus más sinceras lágrimas. Su taza de té estaba vacía sobre la pequeña mesa de madera, pero sus preciosos ojos estaban desbordándose de sentimiento líquido. Yo estaba dolida porque perdí a mi abuelo. Pero ella estaba sufriendo. Entonces pude entender que el dolor tiene escalas. El dolor es dolor, sí. Pero su dolor superaba al mío en nivel. Para saber cuan grande es el dolor en los niños pequeños, les piden que clasifiquen la escala del dolor del 1 al 10 usando sus deditos como instructor. Para mi madre ese era un gran y sincero nueve.


Recuerdo que después de estar en silencio y llorar el dolor, fuimos a sentarnos a la orilla de un gran tronco, que se encontraba en el patio trasero de la casa, que perteneció a los abuelos de mi madre, para luego pasar a sus padres y formar parte de su niñez, era como una dinastía que fue mi infancia completa. Solo veníamos y nos sentábamos ahí, a mirar el todo a nuestro alrededor. Ella estaba tranquila y relajada, en silencio. Recuerdo que sentí su voz penetrar en mi... Diciendo:


''—En la vida, hija, te golpearan fuertes sensaciones que te quitaran el aliento, quizás por unos segundos, o para siempre. Sensaciones que no podrás describir —aprieta mi mano— Porqué tan grande es su fuerza que las palabras comunes que dictan nuestras bocas no llegaran ni cerca de lo que es. Tan fuerte que supera a nuestro conocimiento. Viene con un poder que supera tu nivel.. —puedo sentir como una sonrisa nace en su boca— como cuando tu naciste, cariño. —sonrío y miro su hermoso perfil. Ella guarda silencio y tiene una suave, pero poco visible sonrisa— Pero también hay sensaciones que te paralizan.. Tan dolorosas.. Nunca, jamás sentí tanto dolor...''


Jamás pude olvidar sus palabras. Ahora entendía a que se refería. No sé cómo llegamos aquí, solo que estaba aquí. Podía sentir como el aíre frío del hospital golpeaba mis mejillas, mi mandíbula estaba apretada al igual que mis puños y pensé en lo injusto que podía llegar a ser la vida. No sabía que más me dolía, si la herida abierta sobre mi ceja o mi tonto corazón desesperado. Mis ojos no podían apartarse de esa gran puerta. Estaba ahí esperando por él.


Sabes que estas hundida cuando no sabes a donde mirar, sentía que me ahogaba pero no había agua, que me quemaba pero no había fuego. Mis ojos ardían pero no podía llorar, mi pecho se contraía pero no podía sollozar. Estaba paralizada en el mismo punto. No encontraba a donde mirar, porque todo lo que quería mirar estaba detrás de esas puertas. Me sentía perdida en medio de un gran océano.


Jamás me sentí tan asustada en mi vida.


Jamás me sentí tan perdida en mi vida.


Jamás lo sentí tan lejos de mi.

No podía explicar lo que siente mi ser justo ahora. Solo que me aterraba el hecho de perderle. No se cuando me importo más sus lunares que los míos, pero quiero sus lunares. ¿Sentirá el mismo frío que yo estoy sintiendo ahora? No lo creo, él es tan cálido. Esa luz cálida que es parte de él. Probablemente no le guste la habitación en la que esté. Odia el frío y los espacios grandes. No quiero cerrar mis ojos, no quiero distraerme ni mirar a otro lado. No puedo moverme de aquí, no puedo.


—Señorita... —Sentí como tomaba mi brazo. Pero me rehusaba a quitar la vista de esas puertas que se convirtieron en mis enemigas— ¿Esta bien? ¿Señorita? —Solo asentí para que se fuera— No lo parece.. ¿No quiere esperar sentada? De seguro y esta todo bien... —¿Ese es el trabajo de ella? ¿Dar esperanza a los familiares de los pacientes cuando saben que se están muriendo?. Pestañee un poco y sentí mis ojos mojados, la mire y era una chica joven y de estatura contemporánea a la mía. Me sentí estúpida pero asentí, porque de alguna u otra forma ella me daba tranquilidad— Entonces venga conmigo —La seguí hasta los muebles de cuero de la sala de espera y busque con mis ojos, al estar ya sentada, las puerta de la sala de cirugías— Eso se ve mal.. —gire mi vista y ella señalaba mi herida sobre mi ceja derecha.


—Estoy bien..

—Por supuesto que si —Fruncí el ceño y la vi irse a algún lado y volver con una bandeja donde llevaba algodón, alcohol, y cosas que posiblemente me iban a doler.


—De verdad, no tienes que..

—Entonces no te molesta.. —resople y deje que ella curara mi herida. Personalmente no me gusta el olor a hospital. Realmente no me gustan los hospitales. Pienso que es como una casa embrujada, no sabes con que te saldrán y que esperar. Los odio— Listo, ahora se ve mejor.


Asentí y pase mis dedos con cuidado sobre la bendita sobre mi ceja.


— Gracias.


Ella me observo como solía hacerlo mi madre y eso me hizo sentir nostalgia, porque ella no sabía que estaba aquí. La miré incomoda y ella asintió.


—Estaré en aquel cubículo por si necesitas algo —Asentí y la vi macharse.


¿Cuanto tiempo había pasado ya?. Camine hasta el pasillo por donde había pasado la camilla con él y me acerqué más hasta las puertas de cirugía y entré. No había nadie y todo era callado y frío. Entré más y pude visualizar otra gran puerta a lo ultimo, podía sentir el frío entre mis labios y como mi corazón latía salvajemente. Ahí estas. Obligué a mis pies a caminar pero algo sucedió que no estaba bien, pues una mujer vestida de una especie de traje azul salía conmocionada de esas puertas, paso corriendo por mi lado y entró a una habitación, que no sabía que estaba ahí, y salió con algunos doctores detrás de ella. Uno de ellos se percató de mi y no pude evitarlo, sabía que era con él.


Sabía que se trataba de él.


—Señorita tiene que salir de aquí..


—¡¿Qué ha pasado?!


—¿Quien la ha dejado entrar? —tomo mi brazo y me llevo a la salida.


¡No! ¿Qué ha pasado ahí adentro? Es con él ¿verdad? -Sentí las lágrimas nacer de mis ojos y rodar por mis mejillas-. ¡Dígame que está pasando! -apreté sus brazos que sostenían los míos y lo mire suplicante. El suspiro cansado-.


—El está teniendo un paro cardíaco.




No puedes dejarme » l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora