Jimin llegó de la escuela hecho un mar de lágrimas. Estaba harto.

Su madre no estaba en casa, Jin probablemente no llegaría en toda la noche. Era el momento perfecto. El sol poniéndose le quemaba la nuca y el sudor lo empapaba mientras caminaba rápidamente sobre la acera.

Según esta aplicación que tenía en su teléfono, esa noche había luna llena en virgo. Según varias páginas dudosas, Jimin suponía que más llenas de parafernalia y teatralidad que de información seria, era la noche perfecta.

Llegó a la puerta de su hogar, y sacó sus llaves con manos temblorosas que apenas le permitieron abrirla sin que se le resbalaran de los dedos humedos. ¿Era sudor? ¿Eran lágrimas? No, era la sangre ya pegajosa de la nariz del tipo al que había golpeado antes de escapar. Empujó la puerta con el hombro dolorido, dejó caer su mochila en el suelo y se quitó los zapatos para subir las escaleras corriendo. El silencio que lo rodeaba era inusualmente profundo para ser la hora que era, y el corazón le dió un brinquito en el pecho cuando se dió cuenta de que sus pasos sonaba increíblemente fuertes aunque iba en calcetines, pero decidió ignorarlo. Si no lo hacía, se echaría para atrás y nunca haría nada al respecto.

Entro a su cuarto y encendió la luz. Sacó una caja de cartón grande y con tapa de debajo de su cama y la abrió, sentándose en el suelo para examinarla de nuevo. Ahí estaban todos los suministros que había recolectado, a escondidas y con el dinero que se ahorraba dejando de comer en la escuela, durante las últimas tres semanas; velas negras, tiza roja, hierbas, una daga ceremonial, con el mango dorado, la hoja plateada grabada con símbolos y muescas, y piedras rojas incrustadas, pero que en realidad era una baratija de malísima calidad,  y demás cosas raras que no sabia muy bien como se llamaban. Eso lo hizo recordar que debía ir a alimentar a su gato.

Jimin había estado al borde de muchas cosas extremas, y había pasado límites de los que no podría regresar. Así, cuando encontró al gatito negro que necesitaba, un cachorro solo y abandonado en medio de un callejon oscuro y sucio, primero pensó que el universo quería que hiciera lo que tenía en mente. Luego, al llegar a su casa, supo que el universo podría ir y joderse, por qué por muy desesperado que estuviera, no podría hacerle daño a ese gato. Ni a ningún otro, vaya. ¿Cómo lo había considerado en primer lugar? Con una excusa convincente, consiguió quedarse con el gato.

Bajó las escaleras y le sirvió en el tazón rosa que había conseguido. El gato lo observó con intensidad, como hacen los gatos, en silencio y con unos ojos que parece brillar desde dentro, y no probó bocado, simplemente se quedó ahí viendo. Jimin titubeó antes de volver a su habitación. Se sentía inseguro de lo que iba a hacer, pero tenía la cabeza caliente y decidió que no se detendría hasta completar el asunto.

Quitó algunos libros y cosas esparcidas para despejar el piso de la habitación, y con una brújula vieja que había Sido de su padre, localizó el este. Trazó un círculo (o algo así) con la tiza roja en el piso de madera, en sentido contrario a las manecillas del reloj. Luego, lo dividió dibujando más círculos dentro (más o menos) y luego los radios del círculo (aunque ese no era el centro). Luego dentro de las celdas copió de una foto en su teléfono lo mejor posible una serie de símbolos, que, se suponía, al estar terminado, debía verse como una estrella de cinco puntas desde arriba. Le tomo mas tiempo del que esperaba, arrastrándose sobre sus rodillas sin borrar lo que ya había hecho, pero no quedó terrible. Se incorporó y estiró la espalda. La estrella tenía 5 puntas (y media) así que debía servir.

Puso una vela negra en cada punta, prendió una varita de incienso negra, que solo olía a quemado, prendió las velas una por una en dirección de las manecillas del reloj. Luego, sintiéndose bastante estúpido, corto el aire con la daga, caminando en dirección opuesta por el borde del círculo.

Se paró en el centro y se limpio las lágrimas  que no había notado que seguían saliendo. Saco de la bolsa de su sudadera blanca el papelito con palabras en latín que debía decir tres veces. Él diría que su latín estaba oxidado. Lo cierto es que se había empezado a enterar de que era el latín hacía tres semanas.

Tartamudeo entre sus mocos tres veces las palabras que se suponía que debía decir, y luego... Nada.

Rodó los ojos y se rió de si mismo. Hizo pedazos el papelito y lo dejo caer todo al suelo. Tenía que levantar todo antes de que alguien llegara y se hiciera ideas equivocadas.

—¿Que podrían pensar, Jimin? ¿Que estás invocando entes del infierno? Eso es exactamente lo que estás haciendo— murmuró para si mismo.

Levantó una de las velas, pero antes de que pudiera soplarla, algo si pasó. Una onda de energía lo empujó por detrás con tal fuerza que se pegó en la frente con la punta de un cajón medio salido de su armario y cayó al suelo. Se quemó con la vela en el proceso. Notó vagamente que una luz dorada muy intensa bañaba todo, al punto en el que no podía ver nada, pero lo que lo aturdió más fue el zumbido que inundó todo a su alrededor. Gritó de dolor cuando se fue intensificó tanto que casi le reventó los dos oídos.

—No temas, mortal— dijo una voz profunda justo detrás de él, que retumbo como si estuvieran en un recinto enorme y no en su pequeño cuarto de dos y medio metros por tres.

Finalmente pudo recomponerse un poco como para girar la cabeza y ver lo que estaba hablándole. Recargó la espalda contra el mueble y trato de distinguir algo entre sus dedos. Poco a poco, la luz fue disminuyendo y lo que vió, bueno, no podría definir bien lo que le provocó.

No podía procesar en primer lugar lo que estaba viendo. Una figura confusa que estaba en movimiento constante, y un ojo gigantesco en el centro, completamente negro, que lo veía. Lo que estaba en movimiento eran alas, alas cubiertas de plumas negras y más ojos negros que se asomaban entre ellas. 6 alas gigantescas que lo estaban viendo. La figura descendió hasta rozar el suelo, el ojo más gigantesco dejo de ser visible, y dos alas de abajo se movieron, para dejar al ser apoyar los pies. Otro par de alas le descubrieron el rostro y el torso. Jimin pensó que definitivamente se moriría en ese momento. Parecía vagamente humano, pero su piel era blanca, en sentido literal, como si fuera una estatua de esas antiguas que tenían en Europa. Griegas, pensó después. Pero estaba cubierto de más ojos negros. Tenía dos en el lugar normal, pero el resto de distribuian por su cuerpo y parpadeaban cada uno a un ritmo diferente. Y cada uno de ellos lloraba sangre y empapaban el piso de su cuarto.

—¿Y el gato?— preguntó la voz, de manera más, digamos, casual, si eso cabía en esa situación. Su voz sonaba como con eco, como si hubiera varias voces hablando al mismo tiempo. La luz se extinguió por completo, también el zumbido. La cosa dejo de mover las alas finalmente. Era alta, pero no sobrenaturalmente alta. Poco menos de dos metros, tal vez. Tenía pelo negro despeinado y abundante, largo hasta los hombros.

—Te hablo— repitió— dime dónde está el gato.

Jimin trató de abrir la boca para responder, pero cuando lo logró solo le salió un grito de terror. El ser rodó los ojos. Todos. Jimin gritó más.

—Que impresionable eres— gruñó— ¿Esperabas ver un conejito? Dime dónde está el gato.

Jimin volvió a gritar.

—Santo Hitler, espera— el ser se empezó a metamorfosear. Encogió los 3 pares de alas detrás de su espalda y empezó a cerrar los ojos del cuerpo despacio, al parecer teniendo que concentrarse para cerrar los correctos. Cuando le quedaron los dos normales, los cerrados se desvanecieron. Luego, su piel empezó a absorber de alguna manera la sangre que lo tenía empapado, y empezó a ganar color, hasta que parecía un humano normal. Un muchacho relativamente joven, aunque era difícil adivinarlo. Se quitó el pelo de la cara y parpadeó hasta que sus ojos se volvieron ojos humanos, castaños.

—¿Te sientes más tranquilo ahora? ¿Ya puedes hablar?— dijo, está vez con una voz humana. Una que ni siquiera era humanamente grave, solo la voz de un chico.

Lo último que le importaba a Jimin era lo que estaba usando la cosa, pero ahora que se veía completamente humano, recién notó que estaba desnudo.

Jimin gritó más.

Ángel caído [jjk x pjm]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora