Día 04: Liberosis

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O4-. Lo que uno hace por amor

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Félix se la pasó por allí, viendo los distintos puestos que habían en la Feria Literaria; inspeccionado géneros, pasando a conocer un poco a sus autores favoritos, llegó incluso a hablar con algunos otros lectores sobre libros que tenían en común compartiendo opiniones y diferencias al respecto. Todo y más en lo que Marinette regresaba de esa charla a la que fue.

Llegó a un punto en que quiso descansar los pies ya que todavía quería recorrer un poco más de la feria al reunirse con la Dupain-Cheng, así que fue hacia donde estaban algunos puestos de comida y buscó una banca para poder sentarse y descansar. Mantuvo la vista de aquí para allá observando a las personas ir y venir con tal de mantener su mente ocupada en algo, pero bien sabía que solo estaba evadiendo el tema principal que tanto le atormentaba.

Se resignó, era imposible dejar de pensar.

De algún modo u otro sus sentimientos por Marinette siempre se interponían en su camino. Entendía que se trataba del principio de la travesía para dejar esos sentimientos morir y que debido a eso los mismos aún eran fuertes y persistentes y no por decir que los haría desaparecer de una vez, ellos ya no estarían. Era todo un proceso, pero ese inicio lo tenía un poco aterrado.

Podía hacerse la ideas de que sí lo lograría, que él podía, pero se sentía inseguro. Marinette se había vuelto un pilar importante en su vida sin haberlo previsto y no decía que por sacar los sentimientos amorosos que tenía hacia ella la estaría sacando a ella en sí de su vida. No era de esa manera, pero de cierto modo se sentía así, sacar una parte de tu vida que sabes es importante para tí y ante el mínimo de cambio sentirte incompleto.

Uno diría que se trata de dependencia emocional, pero no era de ese modo del todo; sabía que era lo suficientemente maduro como para no tener que estar dependiendo de alguien emocionalmente hablando para ser feliz y estar tranquilo, el punto estaba en que su rechazo lo tenía muy presente por más que éste haya sido indirecto, era una cosa que lo tenía dolido.

Marinette fue y es alguien con capacidad de mover las paredes de su vida de una manera que no entendía, alguien con el poder de revolver su alma y generarle todo tipo de sentimientos y emociones, alguien que volvió a enamorarlo, pero se trataba de un amor fuerte y muy fácil de diferenciar de las otras veces que había sentido cosas así por alguien.

Sí, estaba enamorado.

Ni más, ni menos.

Pero lo rechazaron, así que sin insistir o dar queja, aceptaba resignado que solo podría llegar a ser un buen amigo para la azabache, por más que su corazón dictara que deseaba lo contrario.

Sólo quería hacer las cosas sin que el miedo o la inseguridad de no poder lograr lo que quería se metieran en su camino, el dolor era algo inevitable, pero no quería tener el miedo de no poder, porque el miedo es persistente, juega con la mente y nos hace sufrir incluso más que el dolor. Entre los enemigos del día a día, el miedo era de los más fuertes, difícil de domar y controlar, e incluso, de derrotar.

No negaba el hecho de que quizá estaba haciendo una tormenta en un vaso de agua, pero el miedo transformaba ese vaso de agua en un mar gigante lleno de olas traicioneras en busca de derrumbarnos lo más pronto posible.

¿Era posible dejar de preocuparse? ¿O al menos no preocuparse tanto?

De la preocupación nacían los miedos, ¿Era válido dejar que todo vaya a como lo lleve el viento sin cuestionarse el qué pasará después?

Félix simplemente buscaba dejar atrás algo que no lo llevaría a nada, pero su ser enamorado de Marinette era demasiado difícil de quebrar. Cayó en el hechizo de esa chica azabache y ahora luchaba por deshacerse de él.

Silencioso // FELINETTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora