Antes de empezar y para aclarar las posibles dudas que puedan surgir: los legendarios en mis fics normalmente están hechos a partir de energía moldeada en carne y hueso, ¿qué quiero decir con esto? Que pueden cambiar de forma a libre antojo dependiendo del nivel de poder que tengan, pero como mínimo siempre tendrán una forma totalmente humana, aunque no es muy común que cambien de aspecto.
***
Las hazañas de la chiquilla caída del cielo se extendieron como la pólvora a lo largo de Hisui. Una niña que, a diferencia de los habitantes de la región, no temía a los Pokémon. Una niña llamada Akari que ayudaba al profesor Lavander en su misión de completar la Pokédex. Una niña que había conseguido apaciguar la furia de los Señores, ayudar a los clanes enfrentados a dejar de lado sus diferencias y a acabar con la desgracia que recorría el mundo. Incluso después de que Sorbus la desterrara.
Akari había atrapado a los dioses. Akari había atrapado a su padre adoptivo. Hona no supo cómo reaccionar al principio, le resultó extraño, pero ahora, ella y Ceb, que se mantuvo a su lado desde el incidente en el Templo de Sinnoh, se reían de la situación y le restaban importancia. Al fin y al cabo, él seguía haciendo lo que quería, salía de la Pokéball a sus anchas, desaparecía durante días y después regresaba con su nueva entrenadora.
Una fiesta enorme se celebró el día en el que al fin acabó todo. Una fiesta en la que Hona al fin pudo arreglar las cosas con Adamas y Nákara. Una fiesta en la que el rumbo de Hisui cambió para siempre.
Aquella mañana la joven se encontraba preparando la mochila de viaje. Nambo, el guardián al que consideraba como un hermano pequeño, había solicitado una mercancía extraña que tan solo se podía conseguir en Monte Corona y por desgracia, el resto de miembros de la Compañía se encontraban esparcidos a lo largo de la región, dejando únicamente a Volus y a ella en Villa Jubileo.
—¿Cuánto crees que tardarás? —preguntó Adamas dejándose caer sobre la cama, encima de un puñado de vendajes limpios.
—No lo sé, sinceramente —Hona lo apartó de un empujón recuperando al fin las vendas. Siempre llevaba de sobra, Volus y ella tenían la mala costumbre de meter la pata y acabar malheridos, a pesar de que él no trabajara demasiado—. Una semana, ¿a lo mejor dos? No lo sé, depende de lo rápido que Nambo sea cavando.
—Oh, entonces estaréis más de un mes ahí arriba. Conociendo a Nambo intentará extraer todo el mineral posible y sus métodos no es que sean precisamente rápidos —se burló Nákara. Glaceon ladró en acuerdo.
—Entonces deseadle suerte a Volus, a lo mejor lo tiro ladera abajo si me toca demasiado las narices.
—Ah, aquí estáis —el trío se giró en dirección a la puerta abierta, al origen de esa voz masculina y profunda que tan bien conocían. Sorbus se encontraba erguido, sus ojos rebosaban de orgullo mientras los analizaba en una extraña frialdad—. Subid a mi despacho, por favor, hay una cosa que necesito discutir con vosotros.
Tan pronto como apareció, se esfumó, el único rastro que quedó del comandante fue el sonido de sus zapatos golpeando el suelo de madera de las escaleras al último piso.
—Teníais... —susurró la comerciante, como si no quisiera que Sorbus la escuchara. No lo soportaba, realmente nadie de la compañía lo hacía, era una persona arrogante e impulsiva, con buenas intenciones, pero una ejecución pésima. Nadie había olvidado el destierro de Akari, el cómo decidió aventurarse a la cima del Monte Corona a enfrentarse a una muerte segura, el cómo arrastró a varios integrantes del Equipo Galaxia junto a él—. ¿Teníais una reunión con Sorbus?
Adamas, que se había sentado al borde del colchón, negó con la cabeza.
—No, por supuesto que no.
—Se aceptan apuestas —añadió Hona cruzándose de brazos—. Yo digo que va a intentar adherir a los clanes en el Equipo Galaxia.
—Nos tiene comiendo de la palma de su mano, ¿de verdad sería tan ambicioso? —respondió Nákara saliendo al pasillo—. En cualquier caso, deberíamos ir a ver qué locura tiene ahora en mente.
La propuesta de Sorbus, no, la orden, fue mucho peor de lo esperado:
—Quiero renombrar Hisui —Hona no supo qué decir, tampoco los líderes de los clanes—. Llevo considerándolo varios días. He hablado con los miembros del Equipo Galaxia y todos están de acuerdo, se avecinan cambios en la región, al fin los humanos podemos unirnos en una paz estable con los Pokémon. Cambiar el nombre de la región es lo más lógico, dejar atrás un pasado manchado de sangre para dar paso a un nuevo futuro.
—Y-y qué nombre propones, comandante Sorbus —tartamudeó la joven.
Tenía la boca seca, el corazón le latía a mil. Sabía que Sorbus era una persona peligrosa, alguien que no dudaría en usar la fuerza para eliminar a quien se opusiera a sus mandatos, ya lo había demostrado cuando obligó a la Compañía Ginkgo a ceder sus tierras para construir la villa, ganándose el odio de todos los integrantes. ¿Sería capaz de acabar con los mismísimos jerarcas? Hona temía la respuesta. Ni aunque los clanes unieran fuerzas lograrían acabar con el Equipo Galaxia, sería una guerra perdida nada más iniciar.
—Sinnoh —un silencio incómodo se apoderó del ambiente. Hona no consiguió tragarse las palabras.
—Esa no es tu decisión —escupió, arrepintiéndose al momento.
Sentir la mirada enfurecida de Sorbus abrasándole la carne no resultaba agradable. Sus amigos trataron de ocultarla tras sus cuerpos, aun así, era como si su vista pudiera atravesar la mismísima carne. El anciano gruñó y Hona visualizó a la perfección el rostro enfurecido lleno de arrugas, los puños apretados listos para una pelea donde ella acabaría con huesos rotos y con la Compañía Ginkgo expulsada del Equipo Galaxia.
—Tampoco es tu derecho a opinar en una situación así, mercader. Pero aquí estás, osando a entrometerte entre la paz de Sinnoh y sus gentes.
Un nudo se le formó en la garganta.
—L-lo consideraremos, comandante Sorbus —tartamudeó Nákara tomándola de las manos.
—Sí, n-nos parece una propuesta interesante —añadió Adamas intentando rebajar la tensión. No funcionó, Sorbus parecía aún más furioso.
—No era una propuesta, joven jerarca.
—No. Claro que se trataba de una propuesta —intervino una nueva voz, una que, a pesar de los años, seguía reconociendo a la perfección. Una mano enorme se le apoyó en el hombro y solo entonces, Hona se permitió respirar en calma—. Tal y como mi hija ha señalado, esa no es tu decisión, Sorbus, sino la de los jerarcas.
Hona miró atrás, hacia el hombre de cabello azul y orejas puntiagudas que observaba al Comandante en una seriedad absoluta. Sus ojos rojos y fríos resaltaban tras la oscuridad de las escleróticas negras mientras un aura de poder sin igual manaba de su cuerpo, a través de la ropa del color de sus escamas y el metal que claramente pertenecía a una época futura. El arco de acero que normalmente se encontraba sobre su lomo, ahora flotaba junto a su cadera, escondiendo debajo de él una cola que se movía muy lentamente de un lado a otro, denotando cierta irritación.
Adamas y Nákara quedaron sin voz.
—¿¡Cómo te atreves a irrumpir en una conversación privada!? —gritó Sorbus tratando de mantener la compostura.
—No eres más que un extranjero en estas tierras. Tú y gran parte de quienes viven bajo tu mando. Aquí no tienes ningún poder.
—¡Sin el Equipo Galaxia, los clanes estarían condenados! ¡Nosotros les hemos dado comida suficiente para no morir de hambre, armas y Pokéballs con los que atrapar a los Pokémon!
—Los clanes siempre han contado con mi bendición y la de mi hermano. Nunca han estado indefensos ante la naturaleza.
—¿¡Quién eres!?
—G-Gran Dialga —tartamudeó Adamas.
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Oro y sangre [Pokémon]
FanfictionLa vida de un miembro de la Compañía Gingko nunca ha sido fácil. Un solo error e incluso el mercader más experimentado acabará aniquilado por la naturaleza feroz de Hisui, ella lo sabía a la perfección. Pero nada puede ser más peligroso que un Zoroa...