Oro y sangre.

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La muchacha jamás había estado tan agradecida de la cabezonería de Akari. La niña pasó horas insistiéndole en que los acompañara a recuperar las tablas de Arceus junto a Volus y no se detuvo hasta que consiguió su objetivo. En ese momento, en el punto más alto de Hisui, Hona comprendía el motivo por el que Volus trató de convencerla de que permaneciera al margen en la seguridad de Villa Jubileo.

La desesperación que la invadió mientras observaba el portal de oscuridad pura abriéndose a la espalda de Volus fue horrible, sobre todo después de que una criatura demoníaca emergiera de él, lanzando un rugido ensordecedor que las hizo caer de rodillas al suelo. Mientras tanto, Volus reía completamente fuera de sí. Akari lo derrotó, sí, pero eso no acabaría tan fácilmente con sus planes.

Dialga y Palkia escaparon de sus Pokéballs en cuanto sintieron la presencia de su hermano, iniciando una batalla encarnizada de la que Hona no estaba muy segura de cuál sería el bando ganador. Desde ahí abajo únicamente conseguía escuchar los alaridos furiosos y agónicos de los dioses, los ataques impactando contra escamas y la tierra que se alzaba bajo sus patas. Una nueva ola de destrucción comenzaba a azotar Hisui.

El eco de los pasos fue suficiente como para devolverla a la realidad. Ni siquiera estaba muy segura de lo que ocurrió, en un abrir y cerrar de ojos pasó de encontrarse en el Templo de Sinnoh a estar cayendo a lo largo de la ladera de la montaña, forcejeando con Volus en un intento por arrebatarle el cuchillo que lo acompañó durante tantos viajes.

Si Akari gritó, no alcanzó a escucharlo. Las rocas ocultas bajo la nieve la golpeaban sin piedad, provocándole enormes moratones y brechas que tardarían demasiado tiempo en sanar. Pero Hona no los sentía, fue como si su mente se hubiera deshecho del dolor que le recorría el cuerpo con el objetivo de centrarse en defenderse de las puñaladas de Volus.

Ambos aterrizaron en un saliente de apenas cinco metros de ancho, un movimiento en falso y caerían a un abismo que parecía no tener fondo. La muchacha se incorporó de manera pesada, el corazón le latía a toda velocidad, enormes columnas de vaho escapaban de entre sus labios mientras tomaba grandes bocanadas de aire. Sentía la piel ardiendo, tal vez a causa de la sangre que se deslizaba a lo largo de ella, goteando directamente en la nieve y tiñéndola de un color angustioso, o a lo mejor se trataba de un efecto secundario de la adrenalina asfixiándola.

—¿¡Por qué haces esto!? —el viento sopló con fuerza, como si intentara arrastrarlos al vacío. Volus sangraba por la frente, aun así, continuaba con el cuchillo entre las manos, apretándolo con tal fuerza que los nudillos comenzaban a volverse blancos.

—¡Porque es lo mejor para todos! —gritó, el eco resonó a lo largo de Monte Corona—. ¡Si acabo con Arceus, podré rehacer el mundo, Hona! ¿¡Es que no lo entiendes!? ¡Uno en el que no existan más desgracias, uno en el que los humanos y Pokémon no acaben los unos con los otros, uno en el que personas como Sorbus no existan!

—Estás loco...

—No, Hona, solo quiero que más niños como tú y yo no vuelvan a verse separados de su familia por culpa de guerras sin sentido. Y aplastaré a cualquiera que intente sabotear mis planes.

Hona no tuvo el suficiente tiempo para esquivar el ataque de Volus. De un momento a otro, un corte le recorría el estómago. Superficial, sí, pero lo suficientemente doloroso como para que la joven estuviera a punto de caer de nuevo de rodillas al suelo. Se mordió la lengua en un intento de no chillar mientras sacaba su propio cuchillo de la funda de cuero. Ginter la enseñó durante tantos años a sobrevivir que no lo defraudaría ahora.

La joven se reincorporó a toda velocidad, lanzando un grito de ira que ascendió hasta el templo donde Akari observaba horrorizada. El primer tajo no consiguió alcanzar a Volus, quien retrocedió un par de pasos de un salto, el segundo, en cambio, logró darle en el rostro.

Oro y sangre [Pokémon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora