—¡Rómpete una pierna!—le dice. La única respuesta que obtiene es una sonrisa honesta, pero rígida. Afuera el público ruge como un animal que exige una presa. Así que Kang, siempre solemne y comprometido con su trabajo, no se demora en poner un pie en el escenario y hacer que la audiencia calle. Unas luces se encienden y otras se apagan. El espectáculo comienza.
Sortis se sabe todas las etapas de esta obra. Desde la parte en la que el público enmudece hasta el acto en el que aplaude, suspira y grita. Ha visto estas escenas una y otra vez en los ensayos. Ha repasado una por una las emociones que desencadena y recuerda, sin querer queriendo, todos y cada uno de los diálogos. Por eso, en este preciso instante, sabe que hay algo extraño. Que no es sino hasta el minuto cuarenta y siete que la gente se dispone a gritar, demasiado agitada por las emociones como para resistirse. Es evidente: Algo ha afectado el curso normal de la obra y ha hecho que el público se altere antes del clímax. Y basta que se asome un poco por la cortina roja para saber que se trata de algo más doloroso y trágico que la muerte del amante en el segundo acto.
Como una palanca torcida, un manubrio destruido o un gancho doblado, la pierna de Kang se retuerce a pocos centímetros del suelo. Su cuerpo barre el escenario. La pobre pierna, doblada como si se tratara de un alambre, parece una escultura abstracta de un material difícil. Un metal que se ha resistido a que le den forma. Sortis ya no escucha nada más que la voz de Kang desgarrándose. Su pierna ha demandado el control de su boca y expresa su sufrimiento con claridad y fuerza. Ya tiene la franela blanca empapada de lágrimas y varios actores lo rodean.
Sortis no va hacia él. Mira un par de segundos más y luego, como si nada hubiese pasado, huye de la sala.

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Kang es dueño de una pierna rota y una maldición
Cerita PendekAntes de que el espectáculo empiece, Sortis le dice a todos los actores que se rompan una pierna. Menos a Kang. A Kang, bajo ningún concepto, hay que decirle semejante cosa. Ahora lo sabe. Así que, con dulzura, se limita a decirle: Que te lancen flo...