Prefacio: Cena en familia

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Omnisciente

Un día normal, empezando con los preparativos de una gran celebración.

Todos ayudaban en la cocina, lavaban y acomodaban los platos y cubiertos desde muy temprano.

Adornaban las paredes con telas rojas y negras.

¡La academia de arquería estaba cumpliendo 5 años de fundación!

Todos estaban muy felices en aquel gran día, en especial la pequeña niña rubia que apenas iba despertando. Esta frotó sus ojos lentamente tratando de quitar las grandes lagañas que adornaban sus ojos verdes, se sentó en su cama y se quedó viendo fijamente un zapato por un largo rato. Hasta que el sonido de la puerta abriéndose salvajemente la asustó.

—¡Señorita Bell!—gritó el hijo de la mucama Isabelle.—¡Oh perdone!, mi intención no fue asustarla, lo siento mucho no le cuente de esto a mi madre—Dijo apenado y haciendo una reverencia.

—No te preocupes Isaac.—respondió dulcemente Bell—No tienes por qué preocuparte, se supone que debería estar lista ¡Ay no!—salió corriendo despavorida al baño al ver que su papá se encontraba recostado en la puerta.

Este sonrió juguetonamente mientras escuchaba como Bell azotaba la puerta del baño de su habitación para que no entrara. Le pidió a Isaac que se retirara y este con un asentimiento se fue caminando rápidamente tratando de no tropezarse.

—¡Solecitooo!—llamó el joven padre, mientras tocaba la puerta del baño.

—¡En este baño no hay nadie! ¡Rayos!—Mateo soltó una gran carcajada, su hija solía ser muy graciosa cuando se levantaba.

—Ya Bell, apurate. Mamá te está esperando.

—¡Está bien!—contestó.

Bell rápidamente tomó un baño, cepilló sus dientes y cabello, se vistió con un vestido floreado y salió del baño corriendo hacia al cuarto de sus padres, encontrando a su madre ordenando las flechas de oro que daban cada año como premio. Bell la abrazo por la espalda haciendo que Estela se asustara.

A veces creía que su pequeña hija era una ninja.

—¡Dios mio Bell! que susto me diste.—exclamó con una mano en el corazón.

—Lo siento mami, no te quería asustar.

—No te preocupes Solecito.—esta se agacho y repartió muchos besos por toda su cara, mientras veía a su esposo escondido detrás de la puerta de la habitación.

—¡Ya mami, me da escalofríos!—Estela sonrió dulcemente, para dejar un beso sonoro en la pequeña frente de Bell.

—Ya ya, te dejo tranquila.

—Por cierto ¿dónde está papá?

—¡Aquí!

—¡AAAAHHHHH! NONO YAAAAA JAJAJAJAJAJAJAJA—Bell se reía y sufría a la misma vez, no le gustaban las cosquillas. Y su papá siempre le hacía cosquillas.

Estela sonreía feliz viendo a su par de locos riendo, se dio cuenta cuánto amaba a su familia y lo feliz que era.

—¡MAMAAAAA! ¡AYUD...JAJAJAJAJAJ!—grito Bell pidiendo auxilio.

Estela corrió a su lado y empezó a hacerle cosquillas también, todos estaban riendo, a Bell se le salían lágrimas por la risa, ya su pequeña panza dolía así que decidieron parar. Esta aspiraba bocanadas gigantes de aire, tratando de recuperarse después de esa sesión de cosquillas. Molesta se levantó y le dio una patada en el tobillo a Mateo, haciendo que este diera una especie de baile raro en una sola pierna.

Te lo prometoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora