Capítulo 1: ¿Somos vecinos?

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Bell.

—¡Bell despierta ya, vas a llegar tarde!

Desperté repentinamente, para mí mala suerte me encontraba al borde de la cama haciendo que el movimiento brusco me hiciera caer al suelo. Sobe mis nalgas siseando.

—Si ya voy ma.

Me levanté del suelo con la mayor flojera del mundo, entré al baño e hice mis necesidades, salí en toalla y entré al closet. Agarre el uniforme que consistía en una falda, una camisa de botones y un pullover con la insignia del nuevo colegio.

Después de años de educación en casa mamá decidió inscribirme en un colegio, según ella "para que tengas experiencias adolescentes". Estuve de acuerdo nada más porque quería salir de la mansión que conocía de cabeza hasta los pies.

Aunque seguiría dando clases a los jóvenes arqueros que vivían conmigo.

Coloque los libros en la mochila y salí de mi habitación, camine por el largo pasillo hasta dar con las escaleras, que bajé enseguida cuando ví la hora en mi teléfono.

—Vete a la verga, llegó tarde.—baje de dos en dos cada escalón. Llegué abajo agitada y con las piernas temblando. Saludé a los niños y niñas que desayunaban en el gran comedor.

—¡Bell!—gritó Isaac molesto cuándo le quite una manzana de su plato.

—¡Lo siento!

Seguí corriendo hasta llegar a la entrada donde el chófer me esperaba.

—¡Diablos!—se me olvidó despedirme de mamá. De casualidad me la cruce cerca de la puerta, ella dió un beso en mi mejilla y yo en su frente.

—Que te vaya bien hija, cualquier cosa me llamas.—asenti retomando nuevamente mi camino.

El chófer abrió la puerta y enseguida el auto se empezó a mover, veía todo el bosque a mi alrededor, admirando el verde brillante por el sol pasando a través de las hojas.

El auto dejó el bosque atrás para dar nueva vista hacia la ciudad, la gente abría sus locales tranquilamente saludando a los clientes que llegaban.

Después de cinco minutos llegamos a la entrada de aquel gran colegio.

Vaya que si es grande.

El chófer bajó y abrió la puerta, salí enseguida dándole las gracias y despidiéndome de él, mi cabello rubio se osciló junto con el frío viento que pasaba.

Bueno, no era tan tarde.

Camine con varias miradas puestas en mí. No todas eran buenas. Aún así, no me paralice en ningún momento y camine a la dirección por mis horarios. La secretaria me observó de arriba abajo, yo sonreí amable.

¿Queréis un flechazo vieja?

Aquí tiene.—tome la hoja.—¿Me puede indicar su nombre y apellido?

—Bell Dmitrieva.

—Bien señorita Bell, Kaleb le hará un recorrido.

—¿Kal...?—fui interrumpida.

—Llego por quién lloraban, ¿Que paso mi Gladys?

—Ya vete Kaleb.—contestó la secretaria. Yo reí internamente.

—Aja, ¿A quien me toca instru..?—la secretaria se levantó, lo agarró de sus hombros y lo volteo a mi dirección, este me miró con una expresión asombrada que rápidamente cambió a una coqueta.—Uhhhh, hola linda mi nombre es Kaleb, también puedes llamarme amor de mi vida si así lo prefieres.—agarro mi mano tatuada besando el dorso de esta.

Te lo prometoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora