El despertador suena a las 9:30 y así es como comienzo mi día, en el fondo tengo una pequeña esperanza de que sea uno de esos días buenos que hace tiempo que no tengo. Decido que lo mejor es levantarme y vestirme para no llegar tarde a clases. Hoy mi turno comienza dentro de una hora.
A los diez minutos ya me encuentro preparada para bajar a desayunar, desciendo por las escaleras mentalizándome de lo que voy a encontrarme a continuación. En la cocina se encuentra mi madre sentada al lado de mi padre, ambos desayunando.
– ¡Prue, cariño, baja a desayunar, que no quiero que llegues tarde a clase! –Mi madre le grita a mi hermana, que se encuentra durmiendo plácidamente en la habitación contigua a la mía.
– Buenos días. Murmuro nada más entrar en la cocina a pesar de que sé que voy a ser ignorada por las dos personas que se encuentran en la misma estancia que yo. Y efectivamente es lo que pasa, como si nadie hubiese entrado en ese pequeño rincón de la casa.
Pongo los ojos en blanco y decido no tomarme a mal la acción anterior, puesto que es a lo que me he acostumbrado, a que me ignoren. Cojo un tazón para echar cereales y comerlos secamente, sí, me como los cereales sin leche. Me siento al lado de mi padre mientras ellos dialogan entre sí. A los cinco minutos baja mi hermana entrando en la cocina, ya vestida.
– Buenos días cariño, espero que hayas descansado bien, ¿Qué quieres para desayunar? – Mi madre centra su mirada en ella.
– Hola mamá, hola papá. – Saluda a ambos con una sonrisa en la cara pasando por alto que yo estoy literalmente a su lado. Lo que quieras, mamá. – Mamá empieza a prepararle unos huevos revueltos con un zumo de naranja mientras que nadie se percata de que sigo aquí. Mi madre acaba posando su mirada en mí, pero hubiese preferido que no lo hiciera.
– ¿Piensas ir vestida así a clases? –Me pregunta bajando su mirada a mi ropa, alza su labio superior para poner cara de asco. Miro mi ropa y lo único que visualizo son unos vaqueros y una sudadera ancha de color negro.
– Sí, ¿Qué tiene de malo? –Sigo mirando mi ropa y no encuentro ninguna mancha ni ningún agujero que me haga saber que no puedo utilizarla. Mi mirada se posa en la ropa de mi hermana y me percato de que es igual a la mía.
– Ivy. – Suspira. – Vas vestida como una guarra, deberías de aprender a vestirte, fíjate en ella – La señala haciéndole un gesto de aprobación a su ropa.
Comparaciones.
En eso se basa mi relación con mi hermana. En que nuestra querida madre nos esté comparando todo el día, aunque soy yo quién sale perjudicada por los comentarios negativos que suelta.
Opto por callarme, como casi siempre hago y termino de desayunar en silencio. Al acabar, friego el tazón que utilicé y me marcho hacía la universidad, ya que ninguno de ellos se ofrece a llevarme, puesto que se encuentra bastante lejos de casa. A decir verdad, prefiero caminar sola junto a mis auriculares. Me los coloco y le doy al play haciendo que suene «Black and White» de Niall Horan.
❀ ❀
A las 14:30 termina mi última clase de «Psicobiología.» Recojo las cosas y salgo para volver a casa.
Otro día más.
Introduzco la llave en aquella cerradura y entro.
Lo primero que capto son unos gritos procedentes de mi madre, los cuales me limito a ignorarlos. Subo a mi habitación para dejar la mochila y vuelvo a bajar para hacer mi propia comida.
Mi madre está parada al final de las escaleras, alzo una ceja y espero a que hable mientras sigo bajándolas. Me mira de arriba abajo para poner sus ojos en blanco. – Nosotros ya hemos comido, come cuando quieras. –Asiento y voy a la cocina.
Hace bastante tiempo que preparo mi comida, mientras ella prepara la de ellos tres. También dejaron de ofrecerme cosas, pero a ella se los siguen ofreciendo todo. Sé que tengo motivos para quejarme y para hablar con mi madre, pero hablar con ella es una pérdida de tiempo. Siempre hace lo que le da la gana, y le da igual que tú salgas perjudicada. Eso era lo que me demuestra todos los días, que yo le doy igual.
Antes de terminar de comer, me levanto para ir un segundo al baño, pero cuando vuelvo me encuentro a mi madre gritándome. Me grita que por qué no he recogido el resto de la comida, me grita que por qué no he fregado, y me grita que por qué soy tan desastre.
Al terminar de hacer, todo lo que dijo, acabo subiendo a mi habitación. Me cambio de ropa y me tumbo en la cama mirando al techo. Mi rutina siempre ha sido esta, no sé en qué momento empezó, pero estoy segura que fue hace bastantes años. Todos los días me grita, me echa en cara mis defectos y saca a relucir mis inseguridades guardadas. Al principio me costó procesar que mi propia familia me trataba así pero después comprendí que lo hacen porque en el fondo me merezco ser tratada así.
Al fin y al cabo, todo es mi culpa, como dicen ellos.
Todo es tu culpa, Ivy.
Dejo a un lado esos pensamientos intrusivos y cojo un libro aleatorio de mí habitación, empezando a disfrutar de el, siento que estoy en mi hogar, siento que esos personajes ficticios me entienden, y me siento bien estando rodeado de todos esos libros. La lectura hace que me evada de la realidad y me ayuda bastante a intentar superar todo lo que ocurre aquí.
Estoy a punto de centrarme en la historia cuando unos gritos me interrumpen. Suspiro.
– ¡Qué contenta estoy contigo, te mereces haber aprobado esa asignatura, mi vida! -Mi madre vuelve a felicitar a mi hermana por sus notas. Me alegro por ella.
– Gracias mamá ¿has visto? He podido mejorar y me he ganado el aprobado, no como Ivy. – Genial. Ya empezamos. Ruedo mis ojos. Por lo visto soy el tema favorito de ellas.
– Ya hija ya, tu hermana es un desastre, sinceramente no sirve para nada y mucho menos para estudiar esa carrera, lo que me sorprende es como pudo haber entrado. ¿En serio? Ellos son conscientes de todo lo que me costó llegar hasta aquí. Saben que me he machacado años para poder conseguir entrar en la carrera de mis sueños, pero nunca han sido capaces de felicitar mis logros.
Recuerdo cuando aprobé aquel examen que me había costado tanto, recuerdo llegar a casa contenta e ir hacia ellos para contárselo. Pero se limitaron a decirme «Es lo que debes de hacer.» En ese momento, supe que no les importaba mis notas.
– Yo tampoco entiendo cómo pudo haber entrado, yo no la veo nunca estudiando, se pasa todo el día en la habitación leyendo o simplemente está tumbada en la cama sin hacer nada, no me extraña que no tenga amigos. –Lo mejor es no escuchar más la conversación, sé que, si lo hago, acabaré llorando.
Paso toda la tarde leyendo, con los cascos puestos, sumergida de lleno en una historia de amor, imaginando que algún día eso va a sucederme, aunque siendo realistas lo dudo mucho.
Mi madre lleva razón ¿quién va a fijarse en mí?
También lleva razón cuando me dice que nunca nadie va a quererme.
Tenía y tengo interiorizado todos aquellos comentarios.
Aprovecho que no tengo que entregar ningún trabajo y decido seguir leyendo. Al mirar la hora, me doy cuenta de que es la hora de cenar, lo cual tampoco me avisan.
Eso es otra de las cosas a las que me he acostumbrado.
A ser invisible en esta casa.
O a serlo en general.
Bajo y me preparo la cena, como no me apetece quedarme cenando con ellos, vuelvo a subir.
Mientras subo, escucho un murmullo de mi madre.
– ¿Otra vez cena en su habitación? Menuda guarra. – Hago oídos sordos. ¿De verdad lo soy? Simplemente no quiero pasar tiempo con ellos.
Siempre me creo todos sus comentarios, sé que lleva razón, pero a día de hoy sigo sin entender todo su odio hacía mí y tampoco entiendo cómo es posible que me desee la muerte.
Estoy segura de que nunca se me olvidará aquel día.
ESTÁS LEYENDO
¿Crees en el destino?
Teen FictionElla no puede más. Ella se quiere rendir. Ella no tiene fuerzas para seguir adelante. Él estará dispuesto a todo. Él intentará ayudarla. Él sabe que no es fácil, pero lo intentará. ¿Podrá vencer el amor entre una persona que está dispuesta a darlo t...