Voy directa a la estación de metro donde cojo el primero que pasa, el cual me lleva hacía el centro de la ciudad. Una vez allí, salgo empezando a caminar. Está sonando cuando me percato que estoy frente a la librería que suelo frecuentar, así que, no me lo pienso dos veces y entro. Nada más hacerlo, me invade una sensación de calidez al estar rodeada de tantos libros, definitivamente así se siente estar en casa.
Empiezo a echar un vistazo por la parte izquierda del lugar, me centro en la zona de romance juvenil, ya que es mi género favorito. Ojalá poder comprar todos los que me gustan. Sigo mirando por cada una de las estanterías hasta que veo el libro que lleva llamando mi atención desde hace bastante pero nunca pude descubrir su nombre. Está un poco escondido entre otros dos libros de un autor diferente. Voy directa hacia el, pero alguien se interpone en mi campo de visión y lo atrapa. Suspiro decepcionada.
La intriga sigue estando presente y decido ir a mirar otras secciones. Así me quedo un buen rato hasta que vuelvo a la zona de antes deseando que aquel libro siga ahí. Y efectivamente ahí sigue, sonrío caminando y visualizo la portada, en la que hay un chico y una chica en ellos. Voy a cogerlo para leer la sinopsis cuando otra mano se adelanta.
Otra vez no.
– Perdona. – Escucho una voz que proviene de mi lado. Ladeo la cabeza para poder mirarlo. Es un chico alto, moreno de pelo rizado y ojos verdes.
– Perdón, no te vi. –Le sonrío torpemente.
– No te preocupes, puedes quedártelo si quieres. –El chico me sonríe haciendo que se formen unos pequeños hoyuelos en ambas de sus mejillas.
Qué guapo es.
– No, no. Puedes cogerlo tú, al fin y al cabo, tú llegaste antes. –De mi boca escapa una pequeña risa. Él me mira sonriendo mientras niega con la cabeza.
– Prefiero que te lo quedes tú. –Sigo mirándolo sin dejar de sonreír. Y por un segundo, bajo mis ojos por el resto de su cuerpo. Lleva puesto una sudadera roja junto con unos pantalones negros. Él no ha dejado de sonreír. Por un breve momento siento mis mejillas calientes. ¿Me estoy sonrojando?
– Está bien, gracias. –Su mano tiene agarrada una parte del libro, por eso cuando me lo tiende, rozo sin querer su mano sintiendo un pequeño escalofrío. La poca piel que he rozado es bastante suave. Aparta su mano y se la lleva a sus rizos. Mi mirada viaja con el movimiento de su mano.
– De nada chica de ojos tristes. – Murmura con su voz grave para segundos después, desaparecer de mi vista. No me he movido del sitio, pero mi mente solo piensa en lo que me dijo. ¿Chica de ojos tristes? ¿En serio? ¿A qué viene eso?
Pagué y me fui a casa. De camino, aquel chico, vuelve a aparecer en mis pensamientos ¿de verdad me había llamado así? Me había revisado en la pantalla del móvil, miles de veces solo para poder entenderlo. No tengo unos ojos tristes, simplemente están cansados del día de hoy. Por una parte, me siento extraña, pero a la misma vez un poco contenta de que por fin alguien se hubiese acercado para interactuar conmigo.
¿Soy la chica de ojos tristes?
Entro en la calle donde se encuentra mi casa y visualizo el parque. Sonrío y voy caminando hasta el. Está formado por un pequeño prado lleno de flores, junto con un pequeño paseo de piedras. Al fondo se encuentra juegos para los más pequeños. Me acerco a uno de los bancos y me siento.
Respiro y vuelvo a sentir una pequeña calidez, la cual me permito disfrutar. Me quedo para ver el pequeño atardecer y sonrío fotografiando el momento donde el sol empezaba a esconderse. Guardo mi móvil y siento una pequeña presión en el pecho al sentir que tengo que volver a casa.
A veces me da un poco de miedo volver.
Siendo sincera, estoy cansada de toda la situación, siento que estoy llegando a mi límite. No quiero enfrentarme a ninguna discusión. Ni quiero seguir sintiéndome sola.
Algo bueno de todo esto, es que todo el tiempo me lo dedico a mí, he aprendido a convivir conmigo y a la vez a disfrutar de mi propia compañía, también estoy aprendiendo sobre las cosas que me gustan e intentando trabajar en mí.
Los flashbacks de lo que pasó esta tarde vuelven a aparecer en mi mente.
No me sorprende en absoluto sus insultos, siempre son los mismos. Me pone bastante triste sentir que me he acostumbrado a todo esto. Siempre estoy esperando a que algo malo ocurra.
Cuando estoy frente a la puerta, meto la llave y entro. De fondo se escuchan gritos y pasos hacía donde estoy.
– ¿Se puede saber qué haces aquí? –Mi madre aparece delante de mí, apoyada en el principio de la escalera.
– Pues he vuelto de la calle, fui a dar un paseo. – La miro extrañada, en el fondo quiero que se olvide de la discusión de antes. Siempre me amenaza con que va a echarme de casa, pero creo que nunca lo hará. No puede ¿no? A veces me da miedo volver a casa y encontrar mis maletas fuera, o intentar abrir la puerta de casa y no poder. Pero cada vez que vuelvo y veo que nada de eso ha ocurrido, me siento un poco aliviada.
– Ya, ¿acaso eres tonta y te has olvidado de lo último que te dije? –Arquea sus cejas y cruza sus brazos.
– No, no soy tonta y tampoco me he olvidado de lo que me dijiste. –Trago saliva y niego con la cabeza mirándola a los ojos, en el estómago se me forma otro pequeño nudo igual que el que se está formado en mi garganta, me he prometido a mí misma que no voy a llorar más por esto, me he prometido que iba a ser fuerte. Que voy a empezar a hacerlo.
– Entonces ¿Qué haces aquí? Te dije, claramente, que no volvieses a casa.
– Venga mamá. No puedes hacerme esto. No he hecho nada. Simplemente he salido a dar un paseo.
– Me da igual donde hayas estado y lo que hayas hecho. –Respira, Ivy. Respira, lentamente, como hacemos siempre.
– Vale. ¿Puedo ir a mi habitación? Por favor.
– Haznos un favor ¿Quieres? vete de mi casa. No aportas nada aquí, solo estorbas, das pena, y no vales para absolutamente nada.
– Déjame quedarme. –Murmuro bajito intentando que mi voz no salga rasposa.
– No quiero que sigas viviendo aquí.
– ¿Qué puedo hacer para poder quedarme? Dime mamá. –Siento como poco a poco mi corazón se vuelve a romper. No puedo creer que le esté rogando a mi madre para poder quedarme a vivir en mi propia casa. A veces la situación me parece surrealista.
– Sigue pasando desapercibido. No quiero escucharte cuando estés aquí, no quiero sentir que estás en el mismo sitio que yo. Quiero que te vuelvas invisible para mí. –Ya lo soy –Ah, haznos un favor a todos y matate de una vez anda.
Estoy frente al inicio de las escaleras mientras ella se marcha por donde ha venido. Miro fijamente el suelo, intento entender la situación, e intentando entender su odio hacia mí. Cierro mis ojos, aprieto la bolsa que llevo en la mano con el libro y por un breve momento, recuerdo a aquel chico y el apodo tan extraño que me dijo.
Subo las escaleras, lentamente, y entro en mi habitación. Está como siempre. A veces me da miedo volver y que la hayan estropeado. Saco el libro dejándolo en la cama mientras voy directa al armario a ponerme el pijama.
Me tumbo, cierro los ojos y no tardo en caer en los brazos de Morfeo.
. . . . . . . . . . . . . . .
El número cuatro es muy especial para ellos y quiero que te lo tengáis en cuenta <3
Espero que os haya gustado este capítulo :)
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¿Crees en el destino?
Novela JuvenilElla no puede más. Ella se quiere rendir. Ella no tiene fuerzas para seguir adelante. Él estará dispuesto a todo. Él intentará ayudarla. Él sabe que no es fácil, pero lo intentará. ¿Podrá vencer el amor entre una persona que está dispuesta a darlo t...