Capítulo 7.

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Gael.   


Me despierto cuando suena el despertador. Bufo y lo apago.

Odio madrugar. ¿Quién creyó que era buena idea ir a clases tan temprano?

Froto mis ojos y los abro para poder acostumbrarme a la luz que entra en mi habitación. Me levanto para empezar a vestirme. Cojo una sudadera negra junto con unos vaqueros. Voy al baño a peinarme los rizos aplastados.

Voy hacia la cocina dando un pequeño bostezo y veo a mi madre preparando el desayuno. Sonrío.

– Buenos días, mamá. –Me acerco y la saludo con un beso en la mejilla.

– Buenos días, cariño. –Preparo su café y se lo llevo a la mesa junto con el resto del desayuno. – ¿Has dormido bien?

– Sí, aunque tengo la sensación de que no he descansado nada. –Me siento frente a ella y agarro una tostada. –¿Y tú?

– He dormido bien, cielo. –Mamá sonríe y le devuelvo la sonrisa. Empieza a desayunar conmigo, pero cuando ella termina, se despide para ir a trabajar.

Admiro mucho a mi madre. Desde que tengo uso de razón.

Hace tiempo que empezamos a ser dos, pero poco a poco, con ayuda de ambos, hemos podido seguir adelante. Al principio fue muy difícil, sobre todo aquel día que recibimos esa llamada alertándonos de que papá había tenido un accidente de tráfico.

Un conductor borracho se saltó el semáforo y se llevó por delante a mi padre. Después, se dio a la fuga. Él pudo volver con su familia, pero mi padre no.

Mi padre nunca más volverá a estar con nosotros.

Ese día perdí a papá.

Y mi madre perdió al amor de su vida.

❀ ❀ ❀

El timbre suena dando por finalizada la clase de «Avances con el trastorno bipolar.» Me paso una mano por el pelo frustrado al darme cuenta de que no me he enterado de nada. Llevo un par de días descentrado.

Miro mi móvil, una vez más, para ver si me ha llegado ese mensaje que espero desde hace días, pero hago una mueca cuando me doy cuenta de que sigue sin aparecer.

Supongo que no querrá hablar conmigo. Es simple de entender.

Recojo el portátil. Mi móvil suena y lo desbloqueo rápidamente. En mi pecho se instala una breve decepción al ver que no es aquel mensaje.

Chad: ¿Dónde estás?

Estamos esperando fuera

Me apresuro en guardar todas las cosas para salir al encuentro con mis amigos. Llego a nuestro sitio, que consiste en un banco situado fuera del edificio donde damos clases. Los veo a todos reírse mientras toman el sol.

Suelto la maleta y me tumbo en el césped, haciéndole compañía a Chad.

– ¿Qué tal el día? –Libby llama mi atención. Su pelo negro resalta con el contraste de su piel pálida. Sus ojos son marrones oscuros. Es la más bajita del grupo, mide 1.60. Hace años que descubrió que uno de sus sueños era estudiar veterinaria, y consiguió hacerlo. Actualmente, cursa su segundo año, cabe destacar que todos tenemos la misma edad, es decir, 22 años. Libby apareció en mi vida, cuando tenía 13 años y entró nueva en mi instituto, me acerqué para presentarme y desde ahí se unió a Chad y a mí. Conforme pasaron los años, nos estuvo contando que le llamó la atención la escritura. Le recomendé que empezase a leer para que se fuese familiarizando poco a poco. Siempre me dice que mi consejo la ayudó mucho. A veces escribe mini relatos, que después nos acaba leyendo a todos. A lo que nos quedamos fascinados por su manera de escribir, ya que tiene mucho talento.

– Demasiado aburrido. –Suspira Chad. Él es pelirrojo de ojos azules, mide 1.70 cm. Estudia su cuarto año cursando enfermería. Lo conozco desde que éramos pequeños, coincidimos en la misma clase. Un día se sentó a mi lado y desde ese día nos volvimos inseparables. Siempre ha estado ahí para mí, fue un gran apoyo para mamá y para mí, cuando papá se fue. Desde que tengo uso de razón, le encanta cocinar, prepara unos platos de muerte, siempre se lo hacemos saber para que así crezca más su ego, si es que puede ser.

– Un auténtico coñazo. Arley es quien habla ahora. Él se unió al grupo, cuando coincidimos en la cola de un concierto. Estaba justo detrás de nosotros e iba solo. Estuvimos interactuando tanto en la cola como dentro en el recinto, y todos acabamos disfrutando del concierto. Y poco a poco se fue uniendo a Chad y a mí. Arley es un chico alto, mide lo mismo que yo, es rubio con ojos de color miel. Tiene sus dos brazos tatuados de arriba abajo. Estudia la misma carrera que yo, compartimos algunas clases. Lleva desde pequeño cantando, pero no de manera profesional. Hace poco, empezó a intentar componer, aunque nunca nos ha enseñado nada. Pero estoy seguro de que un futuro no muy lejano, triunfará en el mundo de la música.

– Concuerdo con todos vosotros. –Por último, habla Ced. Una chica pelirroja de ojos negros, mide diez centímetros más que Libby. Estudia enfermería, el primer día coincidió con Chad, congeniaron enseguida y la unió al resto del grupo. Fue la mejor decisión que ha tenido en mucho tiempo. Para mí, son mi familia. Su pasatiempo favorito es pintar, todo lo que está relacionado con el arte le encanta. Empezó a plasmar su arte en pequeños lienzos que sigue manteniendo en su casa. No entiendo mucho de este mundo, pero puedo decir que tiene mucho talento, al igual que el resto del grupo.

– Sinceramente, no me he enterado de absolutamente nada de lo que he dado en estas horas. –Bufo negando con la cabeza.

– Parece que el día nos va genial eh. – Ríe Libby y nos unimos a su risa.

– Yo propongo irnos a tomar una cerveza y que les den a las clases. –Propone Chad.

– Yo contigo no voy a ninguna parte. –Libby fulmina con la mirada a Chad.

– Si estás deseando estar conmigo. –Este le guiña el ojo y carcajeo. Menudo par.

– Yo concuerdo con Chad. En mi opinión, ya hemos hecho mucho por hoy. –Pronuncia Arley.

– Un descansito nunca viene mal. –Asentimos a lo que acaba de decir Ced y eso es lo que hacemos.

Nos saltamos el resto del día para ir al bar de la esquina a tomar un par de cervezas y seguir pasando tiempo todos juntos. Nos sentamos en una mesa, cuando nos las traen, damos un largo trago y murmuramos que es la mejor decisión que hemos tomado.

– Oye. –Alzo la voz para que todos me escuchen. A lo que posan su mirada en mí. ¿Sabéis qué?

– Dispara, tío. –Arley alza una ceja alzando el botellín para que brindemos todos juntos.

– Dale, sorprendemos. –Murmura Libby.

– He conocido a una chica. –Termino de pronunciar la frase y lo siguiente que escucho es como me bombardeaban a preguntas y las chicas sueltan pequeños gritos.

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⏰ Última actualización: Mar 17 ⏰

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