Al ser domingo no están abiertos todos los supermercados, por lo cual voy al que está abierto las veinticuatro horas del día. Saco la lista y empiezo a coger todo aquello que apunté antes. Voy con mis cascos puestos, no suelo salir nunca sin ellos. El escuchar música hace que sienta paz. Al igual, que los libros.
Cuando termino, pago todo. Lo guardo y salgo del supermercado para caminar dando un pequeño paseo. Cuando llego, coloco la compra sin ningún tipo de prisas.
Por suerte ahora mismo no hay nadie. No sé dónde están. Supongo que estarán pasando el día los juntos, como siempre hacen.
Sinceramente no me molesta que no me incluyan en sus planes, al revés, nunca me ha gustado pasar tiempo con ellos. Cuando salía, siempre tenía que estar escuchando comentarios inapropiados hacia mi cuerpo, o hacia mí en general. O incluso, hacia personas que ella no conocía en absoluto. Salir con ellos, era tener que volver con dolor de cabeza, era soportar escuchar cómo se meten con absolutamente todo el mundo, era soportar los rechazos continuos hacía mí.
Lo mejor que pude hacer fue dejar de ir. Y es algo que agradezco.
Hace bastantes años que mi familia cambió, me gustaría poder pensar que todo vino por algo en concreto, o por alguna acción que yo tuve en el pasado, pero lamentablemente no es así. O eso es lo que yo creo. Siguen pasando los años y yo sigo sin conocer los motivos por los cuales soy tratada así. Quizás simplemente me odian y así es como pagan su odio.
Hoy es uno de esos días en los que no siento que sea mi culpa, como ellos dicen. A veces, pienso así, pero la mayoría del tiempo, me machaco con los pensamientos intrusivos.
Llego a mi habitación, la miro y decido que es buena idea ordenarla. Es una buena excusa para no pensar. Reproduzco invisible string de Taylor y dejo que suene para así continuar con diferentes canciones suyas que tengo guardada en mi playlist. Me acerco a mi estantería y empiezo a colocar mis libros por tonos de colores y por los diferentes géneros.
Cuando termino, me tumbo en la cama y miro el móvil, el cual me produce aburrimiento, solo entro en algunas aplicaciones, estoy un par de minutos y después salgo. Así, con todas las que tengo.
A veces es aburrido no tener amigos.
A veces me gustaría tenerlos.
¿Cómo los hago?
¿Alguien querría ser mi amigo?
Miro la hora en mi teléfono y bajo a prepararme la comida. Opto por hacer algunas patatas fritas, ya que son mi comida favorita. Al terminar de hacerlas, las pongo en un plato, a la vez que la puerta de la calle se abre dando paso a mi querida familia. Mi hermana se acerca a mí.
– ¿Qué haces? –Alza la cabeza por encima de mí.
– La comida. –Retiro la sartén del fuego y lo apago.
– ¿Para mí? –Niego mirándola.
– No. Para mí.
– Gracias por preparármela. –Coge mi plato y se va fuera. Voy tras ella.
– Prue, esa es mi comida, la cual acabo de terminar de hacer. ¿Puedes darme el plato? –Me mira alzando una ceja. –Por favor.
– Deja que lo piense. –Lleva su dedo a su mandíbula. –No.
– Venga, Prue.
– ¿Qué está pasando aquí? Mi madre entra en el salón y mira directamente a mi hermana.
– Ivy, que me ha preparado la comida y ahora quiere quitármela. –Hace un puchero con sus labios y frunzo el ceño. Vaya mentirosa.
– No te he hecho la comida, me la he hecho a mí. –Hago énfasis en lo último. Mi madre no me mira ni un segundo.
– Que aproveche cariño. –Deja un beso en su cabeza y me giro frustrada. No puedo replicar nada porque soy la que acaba perdiendo. Ignoro la situación y vuelvo a hacer la comida, esta vez, nadie me la acaba quitando.
Miro el reloj y veo que marca las cinco de la tarde. Los domingos por la tarde suelen ser bastantes aburridos si no tienes nada que hacer o si no tienes a nadie con quién pasarlos. Así estoy yo. Aburrida sin saber qué hacer.
Siento que el hecho de que, si tuviese amigos, cambiaría muchas cosas en mí.
Reviso la agenda, otra vez, para ver si mágicamente sale escrito que tengo que hacer un nuevo trabajo para así quitar mi pobre aburrimiento. Pero no pasa.
Agarro la libreta que se encuentra a mi lado y la observo abriéndola, hojeo lo que hay escrito. Es mi diario. Siempre escribo todo lo que me ocurre en el día. Estoy leyendo, hasta que llego a la hoja que escribí ayer, en la cual relato como me había cruzado casualmente con aquel chico de ojos verdes y sonrisa bonita. Siento como mis mejillas se enrojecen al estar pensando en él.
¿Volveré a verlo? Espero que sí. ¿Si me lo vuelvo a encontrar, significará algo? O ¿es casualidad?
Me doy cuenta de que estoy pensando en tonterías. Suspiro y giro la hoja para leer el sueño de esta mañana.
¿Ese chico será él? Pero, si eso llega a ser así, ¿por qué ha aparecido en mis sueños?
La situación es rara y decido dejarla a un lado, cerrando mi diario. Lo guardo entre los libros. Uno de mis miedos siempre ha sido que mi madre encuentre el diario, ya que, hay muchas páginas dedicadas a ella. No sé qué pasará si algún día lo encuentra. Seguramente, lo destrozaría delante de mis ojos y después conseguiría hacerme llorar.
Como siempre hace.
Pero, me he prometido que ya no voy a dejar que tengan ese poder sobre mí.
Ya no.
Espero que sea verdad.
De hecho, hace un par de minutos que he vuelto a escuchar gritos y seguramente estén dirigidos hacia mí, por lo que, opto por ponerme los casos para despejarme de este pequeño caos.
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¿Crees en el destino?
Teen FictionElla no puede más. Ella se quiere rendir. Ella no tiene fuerzas para seguir adelante. Él estará dispuesto a todo. Él intentará ayudarla. Él sabe que no es fácil, pero lo intentará. ¿Podrá vencer el amor entre una persona que está dispuesta a darlo t...