Un idiota enamorado de otro idiota.

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Sam es un alfa. Fue el gran orgullo de su familia, el chico de Delacroix que salió de los muelles para convertirse en un Vengador y luego el maldito Capitán América. Eso puede sonar genial por muchos motivos, excepto que ser un héroe no le salva de las contracturas musculares, las deudas de su nuevo apartamento ni el tomar malas decisiones amorosas que le llevan a tener grandes dolores de cabeza.

En realidad, él cree que podría ser un poco idiota —y también un adicto a la adrenalina, como su hermana siempre le ha dicho— porque dejó la posibilidad de tener una vida tranquila, con un salario totalmente aceptable, para ayudar a un superhéroe. Pero su idiotez parte desde que era un niño, pues siempre tomó los riesgos que hacían su estómago dar un vuelco. Amaba dar grandes saltos en su bicicleta, lanzarse al mar desde alturas y aceptar los retos que nadie más quería realizar. Cuando entró a la Fuerza Aérea, entró en un programa de paracaidistas del cual un ochenta por ciento de los participantes deserta y, cuando logró terminarlo, no dudó un segundo en ser voluntario en un programa experimental el cual pudo haberlo matado en la primera prueba. Entonces, voló por cielos con su cuerpo a penas protegido por un uniforme.

Y se enamoró, de la forma que se enamora cualquier joven: profundo y abrumador. Por supuesto que jamás tendría un buen final. Pero sobrevivió. Él siempre continúa adelante, siempre encuentra la forma de extender sus alas y volar de vuelta... Así que cuando se cansó de llorar, cuando ya no quedaban lagrimas en sus ojos y puso los pies en la tierra, se quedó anclado al suelo: tomo terapia, recupero su interés por la vida, estudió e hizo el trabajo duro, ayudando a quienes saben lo que es el dolor, lo que es perder el rumbo.

Pero no fue suficiente. Años después, robó esas malditas alas y voló por los cielos junto con una ex espía rusa y un super soldado que combatió a los nazis. Esquivo balas y pateó traseros, solo usando unos vaqueros gastados y un par de zapatillas realmente incomodas. Y después de eso, no dejó de meterse en problemas. Porque es Sam Wilson y pasar unos años de tranquilidad fueron lo suficiente para saber que estar en la tierra no es lo suyo.

(Y quizá, como le dice su hermana, es un adicto a la adrenalina. No puede asegurarlo.)

Así que persiguió al Soldado de Invierno, se peleó con Estados Unidos, fue prófugo, desapareció de la faz de la tierra y volvió a la vida...

Y se enamoró de Bucky Barnes, el Soldado de Invierno, el ser humano más desesperante que haya conocido y un alfa lleno de problemas, un prisionero de guerra que mantuvieron en cautiverio por setenta años, donde lo usaron como arma y le lavaron el cerebro. En realidad, es una historia realmente dura y Sam admira a su compañero por haber sobrevivido a tanta mierda. Él no puede entender del todo el dolor y el trauma ante tal situación tan excepcional, pero lo ha ayudado —ambos se han ayudado— y, con el tiempo, dejaron sus diferencias de lado para poder convivir en paz, como lo hubiese soñado Steve.

Solo puede decir que aquel super soldado tiene pésimo gusto en música, todos sus looks incluyen botas y chaquetas de cuero —las cuales compró en un lugar eco-friendly en Nueva York, como todo un hípster— y arruga la nariz de forma graciosa cuando el sol le llega al rostro. Y también huele muy bien cuando va a entrar en celo, es algo con lo que ha tenido que aprender a sobrevivir, sobre todo porque, luego de que Wakanda le quitara la programación de Hydra de su cerebro, los celos de aquel alfa se volvieron irregulares.

Desde que Sam tomó el escudo, Bucky se ha mantenido a su lado, incluso vendió su apartamento en Brooklyn y ambos se mudaron a DC —en diferentes lugares, pero se ven mucho más seguido—, está confiado, sonriente, ayudándolo en misiones mientras asiste a sus terapias de grupo, algunas clases de cocina y lectura con ancianos jubilados.

Hay bocetos de lo que Steve le contaba sobre James "Bucky" Barnes que conoció alguna vez, ese chico coqueto y sonriente, que parecía dueño del mundo y robaba miradas a cada lugar al que iba. Por supuesto, no es el mismo —nunca volvería a serlo—, pero puede ver por qué todos los libros hablaban de él de esa manera. Puede entender muchas cosas.

Alfa al cuadrado | SamBuckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora