Hacer el momento

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Bucky cambia las flores que compró hace unos días por unas rojas. Ni siquiera recuerda bien cuál era el nombre de ellas, simplemente las encontró bastante elegantes y que combinarían bien con la mesa de té.

Darle esas flores le hace sentir menos culpable cuando tiene la necesidad de robarle algunas prendas de la cesta de ropa sucia —en especial aquella camiseta de cuello largo— y llevárselas para fines específicos.

Sam se fue hace unas horas a su trabajo, así que ahora piensa irse a su propio apartamento y realizar algunos recados. Sin embargo, un mensaje llega antes de que salga por la puerta.

Sam

"Ey, aún queda de la cena de ayer?

Tuve que saltarme mi hora de almuerzo y muero de hambre"

Bucky

"Queda suficiente

Llegaras pronto?"

Sam

"Me gustaría, pero aún tengo trabajo"

Entonces, cuando sale, en vez de hacer el recorrido típico a su apartamento, va a la tienda de sándwiches favorita de su compañero, pide que empaquen su pedido para llevar y va en su moto hasta donde se encuentra Sam. Cuando llega, la recepcionista lo mira con un brillo de interés en sus ojos verdes y dice:

—El señor Wilson está en una reunión, puede dejarle un mensaje o esperarlo aquí, sargento.

El tono que usa es lo suficiente para que Bucky sepa que le están coqueteando. Y se siente bien, de alguna forma. Desde que es el compañero fiel del Capitán América —otra vez—, se ha vuelto una figura más reconocida, así que cuando se dan cuenta de quien es él, generalmente los rostros de las personas adoptan una expresión de sorpresa o preocupación. Sin punto medio.

Bueno, no es como si estuviese interesado en estar con alguien —además de Sam, claro está—, pero es agradable sentirse deseado por otra persona.

—¿Puedes darle esto cuando salga? —Él le entrega la bolsa. Ella se levanta para tomarla y guardarla.

—Por supuesto, ¿algo más?

—Solo eso. —Asiente y da un paso hacia atrás—. Gracias.

—Tenga un buen día, sargento Barnes —sonríe de forma ladina.

Si no estuviese tan enamorado de Sam, dios sabe que él estaría coqueteando con ella. Se recargaría contra el mesón, le sonreiría y le pediría su número. Cuando era joven, esto era parte de su día a día. Le encantaba juguetear en cualquier lado en que estuviese, llevarse aquellas miradas deseosas de su atención. Pero no lo hará. Por supuesto, él es un hombre fiel a sus sentimientos. Así que Bucky le sonríe, le da una respuesta rápida y se da media vuelta, avanzando.


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Bucky Barnes tiene un pasado del que no es responsable, pero es sórdido de igual forma. No es como si pudiese limpiar la sangre de sus manos, ni los recuerdos de su mente, pero aquí está, de pie. Porque pasó de ser el protagonista de cuentos de fantasmas, a ayudar a sus vecinos a armar muebles. Lo cual está bien. A Bucky le gusta ser útil, así que, cuando vio a su vecina anciana del piso de abajo quejarse porque el mueble de su cocina fue mal construido, él no dudo en usar su ingenio y su super fuerza para repararlo.

Alfa al cuadrado | SamBuckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora