Desenterrando recuerdos

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Sam sueña con Riley otra vez.

Ha tenido muchas pesadillas con diferentes personas, que recalcan diferentes heridas. Sueña con Steve, algunas veces. Otras sueña con Natasha, de quien jamás se pudo despedir. Sueña con sus padres y su hermana. Sueña con Karli muriendo en sus brazos.

Pero Riley es diferente, porque con él estaba unido. Su corazón lo había elegido como su compañero, la persona de la cual estaba enamorado; el alfa que vive dentro de sí había decidido hacerlo su pareja, lo había marcado. Así que, cada vez que lo ve caer, es como si todo su cuerpo fuese arrojado a un mar de oscura angustia que lo hunde hasta el fondo.

Grita llamándolo, intenta llegar a él, ser más rápido, ser más fuerte. Pero lo ve morir.

Siempre lo ve morir. Él jamás puede salvarlo.

Esta vez no es diferente.

—¡RILEY!

Se queda sin aire y no puede gritar, no puede pedir ayuda. Intenta volar a su cuerpo sin vida y sostenerlo en sus brazos, pero, por más que patalea, no logra avanzar. Está en el aire, en medio de la nada, con el calor irritando su piel, luchando por alcanzar a alguien que jamás podrá tener otra vez.

Y llora, maldice, jadea, golpea...

Duele tanto.

—Sam. Sam... ¡Sam!

Unas manos fuertes y una voz ronca lo sacan de golpe de aquella pesadilla. Sus brazos están siendo sujetados a cada lado de su cabeza y gruñe al darse cuenta de ello. Lucha un poco más, sorprendido y desorientado, pero no tiene fuerzas. Bucky apenas se queja cuando lo patea, en cambio, sus ojos brillantes y azules se mantienen sobre él.

Y lo huele...

Es dulce, tranquilizador. Tan suave. Tiene que detenerse por un segundo, solo para inhalar aquella fragancia relajante, como a un bosque lleno de pinos. Podría quedarse ahí por siglos.

Bucky está sobre él, sosteniéndolo, ayudándolo.

Bucky está aquí.

Bucky es seguro. Puede confiar.

—Sam, soy yo —dice el otro, su voz firme—. Solo soy yo...

El super soldado expone el cuello. Sam se acerca más, entierra su nariz donde se encuentran las glándulas y tiene el instinto innato de olfatear. No quiere que se vaya. Se siente tan bien. Su voz es apacible al igual que sus feromonas. Quiere tenerlo más tiempo.

Sus manos son soltadas y rápidamente viajan a la espalda de Bucky, abrazándolo. Siente sus propias extremidades temblar un poco. Sigue oliéndolo, apreciando como sus propios latidos bajan de intensidad.

Está cansado. Ha tenido días duros y estresantes. Solo quiere relajarse de esta forma, dormir bien...

Entonces, su cuerpo es levantado con alguna maniobra extraña que su cerebro no es capaz de procesar. Lo único que sabe es que, de pronto, es él quien está sobre Bucky, su nariz aún enterrada en el cuello de este.

Y no le importa lo extraño que sea. Solo se siente en paz.

Una mano de metal le acaricia la espalda hasta que se queda dormido una vez más.

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Despierta con el sonido de la alarma. El sol apenas está saliendo.

Hay algo en su pecho, aquella sensación extraña que queda cuando has llorado demasiado. Siente sus ojos sensibles y su garganta seca. Cree estar familiarizado con ello, pero en realidad no lo está. Aquí hay algo nuevo.

Alfa al cuadrado | SamBuckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora