IV

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Me desperté a la mañana siguiente ya que dormí todo el día anterior con la sorpresa de que me han dejado el desayuno en mi escritorio de madera de roble tallado y pintado en un negro mate camuflándose con el tono nocturno de las paredes las cuales pinte yo misma, me pongo de pie en dirección a mi armario y saco una sudadera negra con mangas blancas y capucha que me llega hasta la mitad me mis muslos luego salgo de mi cuarto y me dirijo al baño para lavarme la cara y arreglarme un poco mi pelo alborotado. Sierro la puerta del baño y me quedo mirando mi rostro en el espejo como si me estuviera juzgando, pero en realidad solo estoy viendo las ojeras que se han empezado a marcar de una forma pronunciada bajo la curvatura de mis parpados, aunque también el delineador negro tiene algo de culpa, sin más empiezo a lavarme la cara y tomando uno que otro sorbo al agua fría y refrescante que sale del frigo.

Apoyo ambas manos y vuelvo a escaneara mi rostro, mis ojos siguen igual como todos estos años imposibles de explicar su coloración tanto que ni la ti de Lyan que es oftalmóloga pudo determinar la causa, la única conjetura que pudo sacar es que debería estar parcialmente ciega o podría ser un caso especial del síndrome de Alejandría, puesto que ha identificado pequeños matices violetas además de mencionar que ha escuchado de este caso en otros países; sigo escaneando mi rostro que se ha puesto más pálido por la falta de sol y las pocas horas de sueño que he tomado los últimos meces, observo mi oreja derecha que está un poco colorada por quedarme dormida incómodamente con los aretes y las otras perforaciones que tengo sin más me las quito y las dejo a un lado del fregadero y paso a arreglar un poco mi pelo de color negro el cual tengo que cortarlo de nuevo y también volver a pintar el mechón de pelo que cae del lado derecho, pero decido hacerlo cuando regrese de correr un poco. Decido volver a mi cuarto, pero me detengo abruptamente cuando me encuentro con la figura de espaldas de mi madre.

– ¿mamá? – pregunto en tono suave y sorpresivo mientras ella da la vuelta un poco exaltada al escuchar mi vos.

– Aaaa, me asustaste – me contesta llevándose la mano al pecho y entonando una pequeña sonrisa en su rostro por el pequeño susto que le acabo de dar.

– ¿Ocurre algo?

– ¿No nada solo quería ver como estabas, ayer no tuve la oportunidad de verte estabas dormida y no quería molestarte– responde con su suave y melódica vos que la distingue y con un poco de sumisión – ¿comiste algo? Te deje el desayuno en tu mesa por...

– estoy bien, un poco cansada, pero nada fuera de lo normal y si, gracias estaba delicioso – le respondo con gentileza y una enorme sonrisa, pues sé que ella le encanta verme sonreír y aunque su actitud es un poco tímida conmigo trata de ser una imagen de madre para mí.

– ¿y cómo te fue?

Estas últimas veces que me ha preguntado ha dejado de insistir en saber dónde es que trabajo, ya solo se preocupa por que no me sobre exija y que me divierta. Mamá siempre ha creído que se trata de una cafetería en donde trabajo, y me hubiera gustado que así fuera, pero lo intente un tiempo y no me sentía cómoda además de sofocarme y aburrirme constantemente.

– bien, hubo un cliente revoltoso pero un compañero se encargó de el – respondo de forma sincera, pero omitiendo el hecho de que el tipo estaba ebrio y que fui yo quien lo saco a patadas del bar.

– Hija– pronuncia suavemente y con temor mientras voy abriendo la puerta de mi cuarto.

– ¿Qué sucede mamá? – me detengo para darme la vuelta y mirarla mientras con dificultad busca las palabras para hablarme.

– ¿te quedaras hoy en casa?, claro si no tienes ninguna cosa que hacer no quiero incomodarte y quitarte más tiempos o arruinar algún plan que tengas. – moviendo ambas manos en señal de que no importa.

– claro, me encantaría, pero pensaba salir a correr un rato, pero después no pensaba hacer nada – acepto la invitación de ella con una sonrisa y logro ver como un pequeño brillo de felicidad invaden sus ojos.

– Bueno, ten cuidado quieres – me sugiere mostrando interés en mi seguridad al momento de salir a las calles, lo cual me causa un poco de gracias mientras vuelvo a mi cuarto.

Después de la pequeña charla con mi madre me dirijo al armario y escojo una licra deportiva de pie largo, un top negro y un suéter blanco con unas manchas negras que parecen salpicaduras en un lienzo blanco el cual yo misma decore, me coloco la gargantilla, además elijo unos tenis negros de suela blanca para combinar y una gorra negra.

– este se ve bien, pero no donde deje mi canguro– empiezo a buscar en el desastre que decora gran parte de mi cuarto hasta que lo consigo encontrar debajo de mi cama junto con unos calcetines – te tengo, bueno no creo que me falte más– mientras voy empacando en el pequeño canguro mi teléfono celular junto con unos auriculares y salgo de mi cuarto. Ya al final de las escaleras me llevo la sorpresa de ver las llaves de mi padre en la vasija sobre la mesa de cristal donde estaba a punto de tomar las mías – llego antes de lo que había dicho – pronuncio suavemente en un susurro cuando escucho su vos.

– ¿te vas sin saludar a tu padre? – dice desde su puesto en el amplio comedor de madera de sauce invernal con un periódico y una taza de té caliente mostrando una gran sonrisa y alegría en sus ojos.

Para cuando reacciono ya se encuentra caminando en mi dirección, era raro verlo en casa ya que trabajaba mucho y por lo general tenía que viajar por sus negocios, no puedo evitar que una sonrisa se dibuje en mi rostro ante su presencia.

– No te veo en seis meses y ya te quieres desaparecer – dice en forma de reclamo, pero claramente con una intención de burla mientras extiende sus brazos en señal de la espera a que yo lo abrase.

– Pe-pensaba volver – me enredo estúpidamente intentando contestarle, pero la verdad no sé cómo reaccionar con él y para cuando me doy cuenta estoy caminando a sus brazos.

– ¿Tu madre no te menciono que yo volvía hoy? pensé que se los había mencionada a los dos.

Es claro que madre desconoce de la discusión entre Lyan y yo, sin mencionar el hecho de que él tampoco se encentra hoy,

– Lo siento, pero llegué cansada el otro día y dormí todo el día así que no tuve tiempo de hablar con ella– respondo con una inseguridad que ni siquiera sé porque, pero es que su presencia tiende a intimidar un poco además de que es difícil saber que piensa, fuera del hecho de que mis emociones tienden a entrar en conflicto entre cariño y desinterés.

Por unos breves minutos nos quedamos mirándonos cuando sin más decido abrazarlo y él se sorprende por esa muestra de afecto tan repentina, pero responde al abraso rodeándome con ambos brazos y levantándome levemente del suelo.

– Te extrañe mucho Kaida–

– yo también papá.

Por un momento dejo me quedo bajo su cálido cobijo esperando a cuando decida deshacer el abraso, pero en vez de hacerlo lo afirma más y deja un suave beso en el costado de mi frente para después deshacer el abraso y apartarse. Esperaba poder disfrutar más de este momento, pero soy consciente de que yo misma soy la que termina alejándose para después despedirme y salir por la puerta.

En el momento en que sierro la puerta mi rostro es azotado por una helada brisa asiéndome recordar que el invierno se acerca, por un momento froto mis manos una con la otra para después llevarlas a mi rostro y dejar salir una cálida corriente de aire de mi boca para calentarlas un poco; decido retomar mi marcha en un pequeño trote para que mi cuerpo se caliente y no se entumezca por el frio, no suelo llevar un tipo de entrenamiento constante, es más suelo hacerlo cuando quiero distraer mi mente y alejar ideas, recuerdos o pensamientos no deseados.

Normalmente las calles son concurridas pero esta vez se encontraban un poco solitarias, mientras mantenía mi trote, mi cuerpo comenzaba a entrar en calor mientras miraba a mi alrededor unas pocas personas caminando por los andenes, y uno que otro vehículo pasar. Ya después de una hora he recorrido más de quince kilómetros y por fin llegue al bar, no esperaba venir, pero mi mente se nublo por el ritmo de mi trote y sin darme cuenta ya me estaba deteniendo en la entrada. – LE BAR DE LA LUNE– murmuré con mi vos agotada, sentía como un pequeño ardor quemaba cada centímetro de mi piel, era una lucha entre el sudor cálido que mi cuerpo desprendía contra las heladas brisas que colisionaban conmigo.

La Mestiza de Sangre Impura (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora