Nunca una escena tan rara se había dado en el salón de una casa pensó Hyukjae mientras se frotaba su maltrecho trasero, el traspiés en la escalera lo había llevado a bajar rebotando medio sobre sus posaderas medio sobre el costado izquierdo hasta el último escalón, donde se detuvo despatarrado en el suelo. Le dolía el solo hecho de sentarse y sabía que para mañana, estaría que no podría ni moverse y tendría más morados que añadir a su colección. Y frente a él, completando la escena, un hombre increíblemente guapo, sexy y oscuro con un par de alas negras cuya envergadura debería de rondar tranquilamente los cuatro metros de extremo a extremo se aposentaba en su raído y parcheado sofá, con el botiquín abierto ante sí mientras rebuscaba entre vendas y ungüentos algo que poder utilizar para curar el rasguño de su ala.
Hyukjae se había ofrecido nuevamente a ayudarle con las curas, pero él se había limitado a mirarlo de arriba abajo y decirle si no tenía suficiente con encargarse de no romperse algo más debido a su estúpida torpeza. Desde ese momento, Hyukjae se había ocupado de sí mismo y había ignorado por completo al pomposo ángel. Todo su costado izquierdo estaba enrojecido, pero lo que más le preocupaba era la magulladura que sus dedos habían encontrado rozando el costado de su abdomen, donde no le cabía duda que se había clavado el canto de uno de los peldaños de la escalera. Con solo el tacto de sus dedos se encogía de dolor y aquello solo logró enfurecerlo.
Desde que se había encontrado con el hombre que ahora llenaba la sala con su presencia había ido en una carrera descendente y sin frenos hacia el desastre. Primero lo había apuñalado, después se había caído de bruces en el suelo y se había roto la nariz la cual comprobó en el espejo del cuarto de baño que si bien ya no había hemorragia y la hinchazón había desaparecido, tenía el puente un poco morado, luego había perdido los papeles y se había comportado como un luchador de la WWA pegándole una paliza al cubo de basura que no había hecho daño a nadie y siempre estaba colocado al lateral de la biblioteca, hasta dejarlo como una escultura de arte moderno y para rematar, se había caído por las escaleras de su propia casa.
O esa cosa con alas le había reportado una mala suerte del demonio o directamente era gafe.
Suspirando se dejó ir sobre el costado bueno en la vieja y rechinante mecedora que había sido de su abuela y se quedó contemplándolo en silencio mientras se encargaba de sus propias curas.
—¿Es siempre así o he tenido la maldita suerte de contar con el honor de verte en el suelo cada dos por tres? —preguntó Donghae rompiendo el silencio que se había creado en la pequeña casa.
Hyukjae alzó la mirada a su rostro, pero Donghae no lo estaba mirando sino que se entretenía guardando las cosas de nuevo en el botiquín.
—Soy torpe por naturaleza —aceptó con un hilillo de voz, todo aquel episodio lo había agotado—, pero hoy he batido mi propio récord.
—Parece difícil de creer —respondió con ironía dejando el botiquín en la pequeña mesa redonda de mimbre frente a él para luego levantarse y extender aquellas enormes alas y batirlas muy suavemente creando una ligera brisa que movió las páginas de las revistas para finalmente plegarlas a su espalda y volver a sentarse en el borde del sofá.
Hyukjae miraba todavía con recelo al hombre alado que tenía frente a él, pero no podía evitar sentirse fascinado por las negras y sedosas plumas que habían brillado bajo la tenue luz de la lámpara. Sacudiendo la cabeza para quitarse ese absurdo embeleso alzó la mirada al piso de arriba y recordó lo que Donghae había dicho.
—¿Qué es un Nephilim? Antes comentaste que habías notado una presencia "blanca" en la casa y luego dijiste que mi abuela había sido un Nephilim —le preguntó esperando encontrar alguna respuesta brusca por su parte.
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Cuando la Nieve se Derrita | HaeHyuk
FanfictionDonghae estaba conforme con su papel de profesor en la Academia "Ángeles Caídos", su vida era buena, su sueldo más que suficiente y los alumnos lo respetaban. ¿Qué más podría pedir un Ángel Caído? No haber aceptado la apuesta que lo obligó a viajar...