Donghae se quedó mirando el rostro absolutamente sonrojado de Hyukjae, no sabía que lo había llevado a hacer lo que había hecho, pero diablos, el beso había sido increíble. ¿Quién iba a decirle que ese pequeño humano parlanchín y mandón iba a tener tanta pasión encerrada en su interior? No sabía muy bien que lo había llevado a hacer lo que había hecho, él no estaba interesado en Hyukjae de esa forma, aunque, por otro lado, lo que había dicho aquel anciano... Y entonces él lo había sorprendido con un regalo. Nadie hacía regalos a un ángel caído y desde luego no, una taza con un jodido angelito blanco, pero el gesto es lo que lo había estremecido por dentro.
No sabía cómo ni cuándo había empezado, pero aquel diminuto chico había empezado a deshacer las defensas que tanto se había esforzado en levantar para protegerse y temía que se romperían del todo si seguía a ese ritmo.
Antes de que Hyukjae pudiera decir algo, lo dejó y volvió a la mesa en la que había dejado la taza, permitiendo que la gente que había admirado el espectáculo se acercara a él. Donghae recibió por su parte un satisfecho asentimiento del anciano que le había hecho la sugerencia y de Rudo quien le mostró el pulgar hacia arriba con una gran sonrisa.
—Humanos —dejó escapar un bufido mitad sonrisa mientras cogía la taza y se ponía a examinarla detenidamente.
Hyukjae sonreía como un tonto cuando Sowon lo abrazó y le recordó la muchísima suerte que tenía.
—Oh, cielo. Si eso no ha sido la cosa más caliente de este mundo que venga el diablo y lo desmienta —chasqueó la muchacha con absoluta alegría por su amigo.
—Ha sido sin duda muy fogoso —se rió otra de las mujeres mayores abanicándose con la mano.
—Pero dime, ¿Cómo ha sido? —Le preguntó Sowon haciéndole cosquilla para sacarlo del trance—. Dijiste que le tenías un regalo...
—Pues es obvio que le gustó —aseguró la mujer mayor.
—Me temo que ese ha sido más bien el regalo de él, Señora Lee —se rió Sowon.
—Yo... le regalé una taza... le encanta el café —respondió Hyukjae con una tímida sonrisa.
—Ya lo creo que debe gustarle —aseguró Sowon abanicándose, entonces envolvió a Hyukjae con el brazo y le susurró al oído—. Llévatelo a casa y disfruta. Por una jodida vez en tu vida, olvida lo que pasó con ese cretino neandertal y disfruta de un auténtico hombre... te lo mereces.
—Yo no... —negó Hyukjae quemándose con el ardor de sus mejillas.
—Oh, sí, tú sí —aseguró Sowon y soltando al chico le dio un empujoncito que lo dejó en dirección hacia él.
Hyukjae miró a su amiga quien lo animó echándolo con ambas manos y se volvió hacia el final de la sala, en donde Donghae examinaba la taza cuidadosamente. Respirando profundamente para darse ánimos, empezó a caminar hacia él, los cascabeles de los sobre zapatos verdes que cubrían sus botines tintineaban a su paso, pero era su mente la que giraba a toda velocidad y su estómago el que revoloteaba como si hubiese mil mariposas encerradas en su interior.
¿Se atrevería a proponérselo? Había visto la pasión en sus ojos cuando lo había besado, pasión sincera, desprovista de mentiras, no como había ocurrido con su primer novio. El recuerdo de una noche como esta hacía ya unos cuantos años trajo a su mente de nuevo la vergüenza, el dolor y el desprecio que sintió después por sí mismo cuando aquel imbécil con el que había estado saliendo le había propuesto por fin consumar su relación de varios meses. Hyukjae se había creído enamorado y deseaba dar ese paso, pero nada había sido como en las novelas románticas que leía, todo había ocurrido en un abrir y cerrar de ojos, no habían terminado de enfriarse todavía las sábanas cuando él le había dejado muy claro lo inservible y tonto que era y lo había dejado.
¿Podría soportar nuevamente el rechazo? ¿Sería Donghae tan cruel como lo había sido él?
Sowon y su abuela habían sido las únicas a las que se lo había contado, pero en un pueblo tan pequeño como aquel era difícil que las cosas no trascendieran. Hyukjae se había sentido sucio y avergonzado, humillado y enfadado consigo mismo, sólo los consejos y la perspectiva de su abuela con respecto a lo ocurrido habían hecho que volviese a confiar en sí mismo y en sus posibilidades. Sabía que tenía algo de sobre peso, que no era una belleza, tenía unos ojos llamativos pero ahí moría todo su encanto, era otro más del montón, pero otro que sabía lo que quería y por mucho que se lo hubiese estado negando durante los últimos tres días, estaba interesado en Donghae, puede que todavía no lo amara y quizás eso fuera lo mejor, pues él iba a marcharse de todas formas.
—¿Hemos acabado aquí? —le preguntó Donghae borrando cualquier pensamiento coherente de su mente, volviéndolo repentinamente vacilante.
—Eh, sí —aseguró el chico parándose ante él.
—¿Eso quiere decir que podemos irnos?
Hyukjae asintió con la cabeza y Donghae frunció el ceño.
—¿No me digas que por fin te has quedado sin palabras? —preguntó como si aquello fuese un auténtico milagro.
Hyukjae bajó la cabeza y se echó a reír en voz baja.
—Supongo que hay cosas que nunca cambiarán —murmuró el chico y suspiró alzando la cabeza y sonrió—. Sí, podemos irnos, ya se ha terminado tu tortura por hoy.
—Bien —asintió Donghae tomando la taza e inclinándose hacia Hyukjae para susurrarle sin apartar sus ojos de sus labios—. Porque esta noche, va empezar la tuya.
Hyukjae tragó saliva, sus ojos abriéndose ampliamente al tiempo que Donghae ladeaba la cabeza.
—¿Hay alguna regla, tradición o lo que sea que diga que se pueda hacer más de un regalo en Navidad? —le preguntó el ángel, el brillo volviendo a sus ojos.
—Em... se supone que si has... has sido bueno... —balbuceó Hyukjae—. Santa Claus, bajará por la chimenea y te dejará los regalos en el calcetín.
—En ese caso, esta noche considérame tu Santa Claus —susurró Donghae de un modo absolutamente erótico—. Ya se me ocurrirá qué hacer con lo de la chimenea. Las cartas estaban echadas, pensó Donghae despegando sus ojos de Hyukjae e instándolo a acompañarle. Si a algo no podía resistirse un ángel caído era a la pasión y la que había probado en Hyukjae, prometía traer el infierno sobre su piel.
ESTÁS LEYENDO
Cuando la Nieve se Derrita | HaeHyuk
FanfictionDonghae estaba conforme con su papel de profesor en la Academia "Ángeles Caídos", su vida era buena, su sueldo más que suficiente y los alumnos lo respetaban. ¿Qué más podría pedir un Ángel Caído? No haber aceptado la apuesta que lo obligó a viajar...