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A Harry no le gustaban los espejos, no es que no le parecieran un gran invento para el mundo pero él los odiaba. Nunca había sido un chico con mucha autoestima y siempre había odiado su cuerpo. Desde pequeño había sido un poco rellenito y ahora tenía unos muslos anchos, caderas grandes y un poco de barriga que sobresalía. 

Cuando iba a comprar ropa se deprimía porque nunca encontraba su talla o compraba ropa el doble de grande para ocultar su cuerpo. Nunca nadie le había dicho bonito menos Dylan y realmente no se creía bonito aunque su novio siempre le repetía que era hermoso. Nunca había hablado con su psicóloga de eso ya que esta siempre estaba empeñada en hablar de su pasado.

Ahora era uno de esos días en los que odiaba los espejos hasta más no poder. Estaba en el baño de su casa y no podía parar de llorar al verse reflejado en el espejo. Odiaba esos muslos, odiaba esa barriga y odiaba esas caderas tan anchas. También odiaba las estrías que tenía por haber engordado más de la cuenta ese último año. Se odiaba. 

No le había dicho nada a Dylan porque no quería preocuparlo. Miró la hora y se dio cuenta de que llegaba tarde a su cita con Dylan. Se vistió con unos tejanos anchos y una sudadera tres tallas más grande que la suya, se puso sus vans, cogió sus cosas y salió por la puerta. 

Eran vacaciones de Navidad y se había tenido que poner el anorak porque hacía mucho frío. Iba por la calle escuchando música cuando se cruzó con alguien que no deseaba ver.

-¿Harry?-dijo Louis.

"Mierda" pensó Harry.

-Louis, hola.-dijo Harry notablemente incómodo.

-¿Dónde vas?-preguntó Louis.

-Tengo una cita.-dijo Harry aún más incómodo.

-¿Una cita, tú? ¿quién querría tener una cita contigo aparte de para reírse de tí?-dijo Louis a punto de reír.

-Vete a la mierda.-dijo Harry y se fue. No pudo evitar soltar lágrimas al pensar que Dylan solo estaba con él para reírse como había dicho Louis. 

Llegó al lugar de la cita y se aseguró de limpiar todas los restos de lágrimas que tenía en los ojos. Se dio cuenta que había llegado pronto y se sentó en un banco. Se puso a mirar su teléfono para pasar el tiempo cuando de repente sintió a alguien sentarse al lado suyo.

-Hola cariño.-escuchó la voz de Dylan y sonrió.

-Hola.-dijo Harry y se acercó a darle un beso en los labios. 

-¿Por qué tienes los ojos rojos?-preguntó Dylan.-no me digas que has estado llorando porque sino le meteré una paliza a quien te haya hecho llorar.

-No le pegues una paliza a nadie Dylan, no hace falta, solo he estado un poco triste últimamente.-dijo Harry un poco desanimado.

-¿Por qué?-preguntó Dylan.

-No me gusta mi cuerpo y me siento mal.-dijo Harry triste. Dylan se levantó y le tendió mano a Harry.

-Ven.-le dijo. Harry cogió la mano de Dylan y fueron a casa de este. Al llegar Dylan le dijo que avisara a su madre que dormiría fuera y Harry lo hizo.

Dylan fue a su habitación y Harry lo siguió. Al llegar Dylan le indicó que se estirara en la cama y este así lo hizo. Después de estirarse Dylan se colocó encima suyo y empezó a repartir besos por el rostro del rizado. Harry no podía más con la vergüenza. Poco a poco Dylan empezó a quitar la sudadera y repartir besos por las clavículas y el pecho del ruloso. 

-Eres hermoso.-beso

-Precioso.-beso

-Increíble.-beso

-Bonito.-beso

-Sexy.-beso

-Eres perfecto.-y muchos más besos y palabras bonitas. Harry no lo podía creer, era lo más bonito que alguien había hecho por él. Poco a poco se fue durmiendo y se durmió sintiéndose protegido por los brazos de su novio.

TE ODIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora