cuatro.

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chan había llegado esa vez a la hora en busca de jeongin, de hecho, había llegado diez minutos antes de la hora de salida y estaba aparcado en el mismo lugar que en la mañana e intentando calmar sus nervios.

y es que aquel 'está bien, chan-ah', te espero lo había tenido con un ansiedad de puta madre durante todo el día. estaba como en una nebulosa en donde todo decía minho, minho, minho y le traía como perrito faldero.

así que allí estaba, repiqueteando sus dedos contra el cuero del volante y mirando cada cinco segundos la hora en el reloj del tablero del auto. no quería parecer un desesperado entrando exactamente a las cuatro de la tarde, así que se había decidido en esperar al menos siete minutos para llegar a las puertas del jardín infantil, pero sus pies ya picaban y se removían inquietos por salir al frío exterior e ir a ver a minho nuevamente, ah, y a su hermano de paso.

miró por la ventana, estaba seguro de que iba a llover en un par de minutos más por las negruzcas nubes que inundaban el cielo, por lo que se abrochó hasta el cuello su impermeable verde musgo y, abriendo la guantera, sacó un paraguas de mano por si la lluvia les encontraba camino al auto.

si había algo que chan odiaba, era la lluvia y el frío. no le gustaba para nada, le ponía de mal humor, los días no eran bonitos y debía ponerse una cantidad de ropa exorbitante que le hacían parecer una pelota de fútbol americano. no le daba ninguna maldita gana de salir y el frío siempre le calaba los huesos de forma estridente. prefería la primavera, ni tanto frio, ni tanto calor y habían flores bonitas decorando todas partes.

se había desconcentrado pensando en el clima, y cuando vió el reloj, los siete minutos de espera ya habían pasado, así que tomó el paraguas entre sus manos y salió del asiento del piloto, cerrando la puerta y colocándole enseguida seguro al auto, se secó las manos húmedas -admitía que era por nerviosismo porque ni el clima estaba de su parte para mentir- en sus pantalones de mezclilla y caminó hacia el jardín. pasando entre las madres con sus hijos hablando de no sabe qué cosas y de un par de alumnas de un instituto cercano que se le quedaron mirando algo prendadas, pero, joder, él estaba tan ahogado con minho, que ni una mirada les dedicó al par de niñas que pasaron por su lado entre risitas.

empujando la puerta de vidrio que ya se le iba a hacer conocida de ahora en más, entró al feo hall, encontrándose con bastantes pocos niños sentados en las sillitas o revoloteando por allí esperando a que los recogieran sus madres, escaneó el lugar rápidamente, pero no pudo divisar a su bestia ni al precioso chico castaño, solamente a otras bestias para nada bonitas y ruidosas y a una parvularia de edad cuidándolos con una sonrisa cansada. al toparse con ella, la mujer se acercó a él y miró hacia arriba por lo bajita que era.

"hola, jovencito, ¿en qué puedo ayudarte?"  preguntó tan bajito, que chan tuvo que hacer un esfuerzo para escucharle. frunció el ceño, intentando procesar una respuesta, pero la mujer ya se le había adelantado y había exclamado esta vez un poco más fuerte "¡ah, tú debes ser el novio de minho!"  y aplaudió.

¿el qué?

chan abrió los ojos sin haber esperado eso y se quedó estático, boqueó, intentando decir algo, pero sus neuronas al parecer se habían desneurizado completamente y solamente podía escuchar una voz en su cabeza gritar y gritar como un desquiciado.

"e-eh..."  alcanzó a pronunciar chan, con una voz más aguda de lo normal y sin saber cómo carajos explicarle a la dulce parvularia que, desgraciadamente, no era novio de minho, pero que lo sería muy pronto.

"espérame, jovencito guapo, minho está hablando con uno de los niños, pero le avisaré que ya llegaste"  y, dándose la vuelta, la mujer se alejó de chan y serpenteó entre los niños, antes de desaparecer por una de las puertas más cercanas de uno de los pasillos.

𝗸𝗶𝗻𝗱𝗲𝗿𝗴𝗮𝗿𝘁𝗲𝗻 𝗯𝗼𝘆,  𝖻𝖺𝗇𝗀𝗂𝗇𝗁𝗈.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora