Capítulo IV

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Ya habían pasado varios días, estaba en un campo de concentración, de eso estoy segura. El ambiente era pesado, las personas agonizaban en vida y si no morías te mataban.

Nos obligaron a estar de pies completamente inmóviles y en silencio.

¡AAH! –alguien se quejó luego de que le propiciaran una paliza provocando que se cayera

¿Qué no sabes que los que hablan o se caigan reciben la muerte? tú has hecho ambas, llévenselo –dijo uno de los militares

Luego de eso jamás volví a ver a aquel hombre judío.

***

Los días transcurrían pero yo sentía como si no hubiera pasado ni uno solo, las cosas que he vivido en este lugar me han marcado el corazón, he visto morir a mi gente ¿Por qué no he muerto yo?

En ese instante Athalia empezó a llorar desconsoladamente y se tiró de rodillas contra el suelo.

¡Llévensela!- dijo uno de los militares. Athalia ya sabía lo que le esperaba.

Narra Adler:

¿Dónde está? hace días que no se de ella, ¿le pasó algo malo? eran preguntas que recorrían mi mente día y noche. No descansé ni un segundo, la busqué por todas partes pero no había ni rastro de mi Athalia, ella había desaparecido. Estaba destrozado.

15 de octubre de 1942

No sabes cuán difícil se me hacen los días ahora que estas ausente. Siento que he perdido el sentido de mi vida. Estos días que no estas se han tornado oscuros para mí. Mi corazón se siente vacío y no deja de extrañarte. Mi amada, como desearía volver el tiempo atrás hasta el último día que te vi para poder abrazarte y aferrarme a ti.

Soldados hoy tendrán que hacer guarda en el campo de concentración de países bajos- dijo el general de forma autoritaria – ¡Sí general! –dijeron todos al unísono

Cuando llegamos al lugar el ambiente se volvió muy frio y tenso, había un olor fétido y por todo el lugar habían judíos agonizando.

¡Tú! dispárale a esta judía- me dijo uno de los militares mientras sostenía a una mujer muy descuidada debido a su precaria situación, se la veía muy desgastada.

La joven judía levantó con esfuerzo su mirada para echarle un ojo a quien sería el autor de su muerte, cuando la vi quede atónito.

Al mirarme ella tenía los ojos bien abiertos, parecía como si hubiese llorado. Solo bastó con un cruce de miradas para poder entender lo que pasaba, es cierto lo que dicen, una mirada vale más que mil palabras.

Miré una última vez sus ojos color avellana, ya no tenían el brillo que solían tener, su mirada pérdida provocaron un nudo en mi garganta mientras sentía mis ojos cristalizarse. Solté el gatillo y disparé.

Lo siento... –Susurré

N/A: ¿Qué tal les pareció? espero que les haya gustado tanto como a mí, no se molesten conmigo por el final que tuvo HAHAHA. Quería hacer un final distinto, no el típico final de cuentos de hadas. Espero que les haya gustado esta novela corta. Hasta que nos volvamos a ver. Sin más que decir...

Montserrat se despide😘✌

AthaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora