Laura Doom se sienta en la mesa con el rostro fatigado, la mirada fría y tenebrosa se posa sobre un vaso de agua algo turbia, y sus párpados pesan como si la gravedad aumentara a cada segundo.
La biblia decía que los domingos habían sido hechos para descansar, pero la realidad es que Laura Doom no descansaba nunca, y mucho menos lo hacía los domingos. Y eso que ni siquiera creía en Dios, ni en la biblia, ni en la maldita santa inquisición. Laura Doom era blasfema, era pagana.
Cada vez que la veían sentarse en la mesa, Codicia y Gula la miraban como si olieran mierda, aunque no era la muchacha regordeta, de pelo oscuro como la noche y ojos tetricos y oscuros la que precisamente oliera a rancio.
Gula comía ferozmente todo lo que había a su paso, eructando de vez en cuando insultos tajantes mientras escupía un poco de comida sobre el rostro redondo de Laura Doom quien a su vez esforzaba una sonrisa macabra que por dentro deseaba que todos se murieran y lo dejaran disfrutar una cena en paz. De vez en cuando, Laura Doom sostenía a un bebé a veces hasta imaginario en sus brazos y le hacía muecas con su cara tétrica y sin expresión, mientras Codicia le ordenará que comiera los fideos que se movían por el plato como gusanos y la salsa era como sangre coagulada que olía a mierda. Le pedía cada tanto que se levantara y le trajera más cadáveres a Gula para que comiera mientras está se reía y su cuello se inflaba como el de un escuerzo. Sus ojos saltones se salían de su cara y miraban para todos lados uno independientes de otro, y Codicia le gritaba a la gente que se yo cuantas cosas porque Laura Doom se repetía una y otra vez una cancioncita un poco tonta por lo bajo mientras el bebé le sonreía con sus ojos azules y tocaba su cara bruscamente rasguñandola, porque el bebé era medio gato y cada tanto le aparecía una cola y bigotes. Pero era un gato lampiño, como esos que Laura Doom había visto en libros que vivían en Egipto.
Gula a veces hasta amagaba con comerse al niño gato y como no podía golpeaba la mesa y giraba en su silla giratoria gritando que quería más y más, y como a Laura Doom le dolían las rodillas y la espalda después de lanzar al bebé al aire y atraparlo mientras se convertía en gato y le seguía cantando la cancioncita estúpida, Gula se empezaba a comer los platos y cubiertos, y Codicia seguía gritándole a Laura Doom que se levantara y atendiera la puerta y Laura Doom caminaba arrastrando sus pies hinchados y negros que parecía que tenían que ser amputados dentro de poco, y mientras esperaba que las nuevas visitas subieran se agachaba y se comía las uñas del pie porque tenía hambre y eso era mejor que comer gusanos con salsa de sangre. Las visitas llegaban y Laura Doom las recibía con una mirada tan oscura que si hubiera sido un arma ya les hubiera disparado, pero bajo esa mirada se dibujaba una sonrisa esforzada y los invitados se sentaban alrededor de la larga mesa llena de cucarachas y comida. Codicia le pegaba un par de latigazos en la espalda a Laura Doom mientras está sonreía y miraba la tele que no se veía bien y se imaginaba que de pronto el postre vendría, pero no era así porque Gula se lo había comido todo.
El escuerzo gruñía que tenía más hambre y como nadie le trajo nada y Laura Doom fue al baño a vomitar y a arrancarse los pelos de los nervios mientras se daba la cabeza contra la pared y lloraba en silencio, Gula se comía al perro que parecía un murciélago y Codicia se inyectaba droga que era extraña y olía a azúcar.
Gula se hinchaba como sapo y gruñía que quería más, mientras hablaba por teléfono y le disparaba a sus invitados para luego comérselos. Y Codicia le gritaba a Laura Doom que volviera pero Laura Doom no escuchaba porque se había pegado tan fuerte que se había quedado media tonta por un rato, más tonta que de costumbre.
Gula se comía la mesa y saltaba con entusiasmo mientras Codicia le daba de comer a su marido y Gula disfrutaba su carne, y la de los invitados. Y cuando ya no hubo más, Gula se comió a Codicia quien seguía gritándole a Laura Doom que volviera mientras sonreía y Gula gritaba que ahora quería dinero y mientras el dinero volaba de donde sabe quién, se lo comía. Laura Doom caminaba lentamente, Gula se comía al niño gato y para cuándo Laura Doom hubiera llegado, ya todos habían sido devorados.
Pero ni se mosqueó. Se sentó en la mesa, comió con entusiasmo los gusanos y se manchó la cara con sangre comiendo como perro y lamiendo el plato. Vomitó sobre la mesa y cuando terminó, miró a Gula y le dió un beso en la frente. Ambas se observaron con la mirada oscura y tétrica mientras se sonreían, y si previo aviso Laura Doom le pegó un balazo en la frente y se comió el cadáver podrido de Gula mientras la 5ta sinfonía de Beethoven sonaba de fondo.
Y después saltó, saltó y voló hacia el fin del mundo, dónde demonios y dioses la esperaban en la oscura agonía del cosmos podrido.