3. Me caes mal, muy mal.

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🎸 G A B R I E L 🎸

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🎸 G A B R I E L 🎸

Puta madre.

Eso era.

No importaba qué me preguntaran, esa sería la respuesta más acertada a todo.

«¿Qué tal tus vacaciones? De puta madre», «¿Cómo vas con la canción? De puta madre», «¿Qué tal te va con la inquilina que vive en tu casa? De-puta-madre».

Y podría decir que la cosa no era tan mala. Pero ella... Ella me había declarado la guerra.

Es que, joder, no me daba ni un puto respiro. ¿Así cómo podría escribir algo romántico si los únicos sentimientos que me nacían eran el querer arruinar su día y su existencia para darle algo de sentido a la mía? No lo sé, mataba mi inspiración. Le ponía una soga en el cuello y le obligaba a dispararse para enterrarla en el mismo lugar donde yacía mi paz mental.

Les juro, ella lo hacía a propósito.

Yo lo sé, Pingo lo sabía.

Ese día empezó su tortura desde temprano.

Al principio la ignoré, tenía mucho sueño y me había pasado la noche entera en completo insomnio. El cuarto de visitas que me había preparado Miriam no estaba mal. Habían remodelado la oficina de mi padre en un espacio abierto donde se respiraba un rico olor a canela y un azul cielo decoraba las paredes con pequeñas nubes pintadas a acuarela, cortesía de la señora de la casa. Sabía el porqué, ese hubiera sido el cuarto de mi hermano menor... de haber nacido.

Aun así, aprecié el gesto de Miriam por hacerlo lo más hogareño posible. Encontré mis pósters, viejas pertenencias en una caja al lado de mi cama, que resultó más pequeña de lo que recordaba y encontré la vieja guitarra de mi padre, que seguía manteniéndose intacta a pesar de los años. Agradecí que estuviera ahí, luego de haber dejado atrás la mía cuando intenté no perder el avión. Ahora tendría con qué tocar y sobrevivir ese infierno.

Y para terminar con los detalles, había galletas, sí, recién horneadas junto al escritorio de roble que papá había dejado en una esquina. Quise imaginarme en el lugar de mi padre, cuando mi madre entró de golpe y le arrojó los papeles de divorcio a la cara. Yo estaba detrás de ella, viéndolo todo sin entender por qué discutían esa vez. No imagino lo patético que debí verme, llorando y suplicando atención cuando él se enfrentaba al fin de su matrimonio, fingiendo una dureza de la que carecía... Lo había visto llorar después de eso.

Quizás fueron los recuerdos o la molesta vecina del cuarto de al lado que no me dejaron dormir como quería. No sé a qué hora terminó echándose, pero sé que ya pasaban las tres de la mañana y ella andaba chillando porque no sé quiénes rayos se dieron la mano al fin.

Y al menos, tuve la vana ilusión de que eso sería todo, tener que resignarme a noches de sufrimiento eterno con su molesta voz de fondo, pero me equivoqué.

Corazones incompatibles | ONC2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora