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—Dicen las lenguas ajenas que Everis regresa al plano terrenal cada veintiún años para tomar venganza de todo aquellos que le hicieron daño, de descendencia a descendencia, con el fin hacerlos sentir como la hicieron sentir ella, sus lágrimas se volvieron sangre y esa sangre se liga con la de sus víctimas, cuando caen en sus manos no hay manera de salir —dice Daphne con un notable tono dramático en la voz, lo suficiente como para despertar intriga y curiosidad en sus palabras. 

—Si mal no entendí en su fascinante historia, este árbol en el cual estamos a pocos centímetros de él, ¿es el mismo de la historia?

—Para tu información estamos justo debajo de donde fue colgada Everis.

Por un segundo mi corazón se detuvo, como si me hubieran dicho que en realidad todos ellos eran fantasmas, quedé anonadada con severa historia, pero nunca tan, intrigada como el grito que por tercera vez en el día había erizado mi piel. Todos volteamos y nos asomamos a la orilla de la colina y vimos como un joven gritaba por ayuda en brazos de un hombre robusto que la niebla impedía ver detalladamente su rostro.

—¡Ayuda, por favor, ayúdenme! —gritaba aquel niño mientras casi se ahogaba en sus propias lágrimas. —¡Suéltame ya!

—¡Vamos chicos! —exclamó Christopher mientras todos lo seguían cuesta abajo para confrontar al hombre secuestrador. —Suéltalo ya viejo, degenerado o conocerás el verdadero dolor.

El miedo me tenía inmóvil cerca del árbol, no sabía qué hacer o como reaccionar, para ese entonces de la mañana tenía mucho que procesar. Bajé la colina cuesta abajo igualmente, pero en sentido contrario sin percatar que mientras los chicos bajaban el sujeto misterioso rodearía la colina hasta llegar en un punto en el que al bajar impactaría conmigo, consiguiendo que el chico y el sujeto misterioso cayeran al suelo rodando por las crujientes hojas casi secas. 

En frente de mí un hombre... ¿Violador, secuestrador, asesino? En ese momento no lo sabía, solo tenía en mente esa fría mirada que me perturbaba con ojos verdosos, todo en él era frígido, su piel morena, clara y pálida, parecía ya estar muerto o sería solo mi mente jugando con mi miedo, debía correr, huir de ese lugar, pero mis manos parecían estar sujetas el suelo, ya que no podía siquiera levantarme de allí, él no se movía, ni siquiera un cabello blanco suyo lo hacía.

Nada más era mi primer día, únicamente horas desde que llegué, ¿cómo era posible que estuviera en esta situación? Secuestradores, brujas, abuelos dementes, este pueblo no era para mí, no debía estar aquí.

—Aléjate de esto niña —oí una voz ronca, completamente afónica, como si se tratase de la propia muerte. —Huye de aquí mientras puedas.

—¡Aléjate de ellos infame! —gritó Christopher corriendo hacia donde nos encontrábamos nosotros. 

Esas palabras fuero lo suficientemente intensas como para causar pánico en aquel hombre que aún seguía frente a mis ojos, tan inmóvil como yo.

—Cuídate —susurró casi inaudito, acercándose lentamente hacia mí, una sonrisa se iba dibujando en su rostro, tan tenebrosa como si se tratase de una película de terror, de esas que no te dejan dormir durante noches, esta vez, era rea, tan real como pudiera ser. —La siguiente podría ser tú.

En segundos se levanta, los chicos aún corrían tan rápido como era humanamente posible, pero antes de que ellos llegaran, aquel hombre se había dado a la fuga.

—¿Están bien? —pregunta Daphne tomándome del brazo mientras me ayuda a levantarme.

—¿Qué carajos acaba de pasar? —pregunté exaltada. 

—Gracias —agrega el joven a quien Christopher ayudó a levantar. —de veras muchas gracias, creí que moriría en sus manos.

—¿Se encuentran bien?... Ambos.

—Sí, estoy bien, gracias a ustedes y gracias a ti —dijo ese pequeño mirándome a mí con un brillo en los ojos por la humedad de sus lágrimas. —Si no lo hubieras derribado, quizás no estaría aquí con ustedes —prosigue a abrazarme sin miedo alguno a pesar de ser una desconocida.

—De nada... —hice una leve pausa dado que ni siquiera sabía el nombre de aquel chico que aparentaba unos catorce, quizás unos quince años.

—Michael, me llamo Michael, ¿y ustedes?

Fue cuestión de segundos para tener la oportunidad de presentarnos ante Michael, un joven chico a penas mayor que Justin, delgado, cabello rizado, un tono de piel claro tostado y unos resaltantes ojos café brillantes.

—Creo que fue suficiente emoción por hoy —dije con la mirada perdida, dado que el frío casi llegaba a mis huesos.

—Tienes razón, hay que irnos, cuando anoche las cosas empeoran aquí.

—Las coas siempre empeoran en Fogville.

El Misterio de FogvilleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora