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—En el año mil novecientos sesenta y ocho hubo casos continuos de desapariciones desconocidas que la ley nunca pudo resolver y menos pudieron darle una explicación lógica a esos acontecimientos, todos eran niños y jóvenes que se extraviaban día tras día por un cierto periodo de tiempo, de alguna manera ilógica el desvanecimiento de esos chicos cesó extrañamente un día cualquiera, no sin antes arrasar con la vida de su hijo —dice mientras contempla la puerta de una habitación, la misma en la que se encontraba aquel señor de los gritos. «Ahí viene, ahí viene» retumbaba aún en mis oídos. —Todos creyeron que la persona responsable de esas desapariciones se había dado a la fuga, lo arrestaron o en el mejor de los casos habría muerto, fue lo que me contaron cuando era un niño, al parecer él corrió con la peor suerte, ya que además de perder a su hermano en su juventud, en mil novecientos noventa en temporadas como estas las desapariciones regresaron bruscamente de la noche a la mañana y con ello secuestraron a su hijo, su hijo, su hijo —se trabó mientras decía esas palabras y una lágrima se tomó la libertad de rodar por su mejilla como las gotas de humedad que bajaba lentamente por la ventanilla del auto. —Mi hermano.

—Me estás diciendo que el hijo desaparecido de ese señor era tu hermano, entonces él es tu padre, mi abuelo —solté asombrada de sus palabras. 

—Exactamente —toma un sorbo de agua para hidratarse. —Cuando mi hermano desapareció quizás tenía tu edad, mi padre entro en el alcoholismo, uno tan fuerte que ya no lo reconocía, no era el mismo sujeto del cual estaba orgulloso cuando a penas era un niño, decidí partir de casa e irme a la ciudad de México por un par de días, al menos eso creía hasta que conocí a una mujer, la mujer más hermosa que jamás haya visto en mi vida.

—¿Qué ocurrió después?

—Tuvimos citas, nos casamos y concebimos a la niña más encantadora.

Me sonrojé levemente.

—¿A todo esto porque decidiste volver? —pregunto mirando a los alrededores de la casa, observando que no es tan impresionante como me lo había planteado. ─¿Por qué hoy?

—Como dije, en estas fechas hace veintiún años desapareció mi hermano, veintiún años antes de eso, desaparecido mi tío a la edad de mi hermano, quiero asegurarme que nada le suceda a papá, aunque no esté totalmente cuerdo.

—¿No se te ocurrió nada mejor que traer a tu única hija a un lugar así? —refuté de brazos cruzados y mirándolo con indicación.

—No fue esa mi... —cortó en seco sus palabras cuando repentinamente el «Ahí viene, ahí viene» se escucha nuevamente, pero esta vez más fuerte. —Hablaremos mejor de esto en otra ocasión, te pido que salgas, conozcas el sitio y te familiarices con él, por qué nos quedaremos aquí un buen rato.

Así mismo él se levantó, dirigiéndose nuevamente a la habitación donde se encontraba... mi abuelo. Mientras tanto salí de la casa mientras la observaba más minuciosamente, detallando más aquellas fisuras en la pared, el césped reseco, esa ventana rota, entre más detallaba más me hacía creer que no ha vivido nadie en ese sitio durante una buena cantidad de años. En el instante que retrocedía tropecé con un alguien, giré y ahí se encontraba, unos enormes ojos azules que deslumbraban con los escasos rayos de sol que iluminaban.

—Lo siento, no me percaté que estuvieras ahí.

—Calm down precious, nothing happens.

—Eh, sorry, I do not speak english.

Aquel chico con los ojos color del mar solo libero una ligera sonrisa, una linda sonrisa.

—Tranquila, aquí también hablamos español.

Su sonrisa se hace más grande, casi imposible de disimular.

—¿Eres nueva por aquí cierto? —mirándome de arriba a abajo.

—¿Es tan obvio? —agregué bajando la cabeza.

—No tienes idea. Noto que estabas observando la casa del viejo Brown ¿es aterradora cierto?

—Es la casa de mi abuelo —respondí en seco mientras me moría de la vergüenza en mi interior.

—Oh, lo siento, no quise decir eso.

—Tranquilo, si se ve aterradora.

—Qué curioso que recién veo salir alguien de ese lugar, ¿por qué siempre están las puertas cerradas?

—En realidad mi papá y yo recién llegamos hoy, igualmente hoy me enteré de que ese señor es mi abuelo, por eso nunca me has visto por aquí.

—¿Oh, en serio? Pues te entiendo.

—¿En serio? 

—No, la verdad no —dice junto a una carcajada. —Pero si te hace sentir mejor me alegra ver un rostro nuevo por este pueblo, espero que seas esa chispa que Fogville necesita para sobrellevar los semblantes tristes.

—¿Está tan mal por aquí? 

—No tienes idea, más en estas fechas las personas son más precavidas y paranoicas, al menos fue lo mi madre me ha contado.

—Igualmente, mi padre me contó algo al respecto, sobre unas desapariciones o similar a ello.

—Las famosas desapariciones de Fogville, cuenta la leyenda que cada veintiún años durante veintiún días, los jóvenes desaparecen, únicamente hermanos, algunos dicen que es el legado de un hombre sádico que heredó su sed de sangre a cada generación por eso aparece cada veintiún años, otros dicen que por ser un pueblo exageradamente desconocido los aliens decidieron venir aquí para secuestrar a personas y experimentar con ellos, pero como dije, solo son leyendas.

—¿A poco crees en aliens? —únicamente me limité a preguntar eso mientras con mi mano cubría mi leve sonrisa.

—No la cubras, es linda tu sonrisa.

—Gracias... 

—¡Christopher! —gritaron a unos pocos metros de donde nos encerotábamos. Se llama Christopher, que lindo nombre.

—¿Los conoces? —pregunté, qué estúpida pregunta.

—Sí, ellos son...


















El Misterio de FogvilleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora