XIV

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— Debo admitir, que eres muy bueno consolando — digo tras darle un sorbo a mi chocolate caliente, recordando la escena con el dueño de aquel difunto cachorro.

Al comienzo todo me pareció muy triste e incómodo, ya que, tras escuchar la lamentable noticia por parte del australiano, el joven, que no parecía tener más de dieciocho años de edad, se largó a llorar como si el cielo se le viniera encima; lo que es comprensible, digo, he visto y he llorado con Changbin de la misma manera cuando éramos niños y nuestra antigua mascota falleció, pero eso no quita el hecho de que me sienta incómoda al ver a un desconocido llorar de esa forma. Y mientras yo tensaba los labios sintiéndome fuera de lugar, debatiéndome mentalmente entre si abrazar a un desconocido sería lo correcto, Christopher reaccionó antes que yo y, tomándolo por los hombros con una confianza enorme, lo acercó a sí mismo para estrecharlo entre sus brazos. El muchacho no lo alejó ni mucho menos y, tras un par de minutos en los que el chico consiguió recobrar la compostura, Christopher inició una amigable conversación con él que consiguió sacarle más de una carcajada y alivianar por un momento su dolor. Durante todo ese tiempo, no puedo dejar de pensar que fue asombrosa la manera en que el australiano consiguió manejar la situación.

Sus palabras fueron como un antibiótico contra el dolor que viajó directo al corazón del joven.

«Simplemente, algo mágico» Pienso, mirando al chico de cabellos castaños que se encuentra sentado frente a mí en la mesa del comedor, devorando un paquete de galletas que, en pocas palabras, me presionó a comprar con la excusa de que tomar chocolate caliente solo no sería tan divertido como hacerlo con galletas.

Un punto con el que, al final, estuve de acuerdo porque… ¡Arriba la chanchería!

— Lo sé, soy fantástico.

— Otro egocéntrico…— farfullo, estirando mi mano para alcanzar una galleta entretanto revoloteo los ojos con fastidio fingido.

—Oye, Bo-bo.

—¿Sí?

—¿Hay alguien más aquí adentro? — cuestiona con el ceño ligeramente fruncido, mirando a su alrededor.

—Hum… No… ¿Por qué preguntas eso?

—Escuche algo y…

—Tengo un gato. Eso debe ser — lo corto de inmediato. Le sonrío, esperando que eso sea suficiente para saciar su curiosidad porque… ¡Joder! Entre más lo medito y lo miro, la idea de que Christopher es un niño de seis años atrapado en el cuerpo de un hombre de veinticinco, se hace más fuerte.

No tengo pruebas, pero tampoco dudas de ello.

— ¡Oh, ya veo! No sabía que te gustaban los animales, Bo-bo. Bueno, los gatos…— especifica.

— Digamos que… No tuve otra opción — Me encojo de hombros, pensando en lo frustrado que se debe sentir Minho al no poder salir de mi habitación ahora que, por fin, parece haber despertado de una de sus siestas.

Agradezco que el chico haya leído la nota que le deje en el velador, porque de solo pensar en tener que explicarle al australiano, o a otra persona, la extraña situación de Min y que tras haberlo hecho no nos miren como unos completos locos para después salir corriendo, me causa dolor de cabeza. Además, una cosa es conseguir que nos escuchen y nos crean. y la otra, la que creo que es más difícil entre más personas se vean involucradas, es que el secreto permanezca como eso: un secreto.

— ¿Esperas visitas, Bo-bo?

— ¿Ah? — Mi ceño se frunce ligeramente en señal de confusión por su interrogante. —  No, ¿por qué…? — empiezo a hablar con extrañeza cuando el timbre de la casa me interrumpe.

𝐒𝐭𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞 𝐁𝐨𝐲 || 𝐋𝐄𝐄 𝐊𝐍𝐎𝐖 (𝐀 𝐃 𝐀 𝐏 𝐓 𝐀 𝐂 𝐈 𝐎 𝐍)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora