NATHALIE.
Mis ojos pasean con discreción por todo el lugar. La sala en la que me encuentro ingiriendo unos bocadillos, es realmente pulcra y ordenada. A mi derecha, yace una pequeña y encantadora chimenea, mientras que a mi otro lado, se observa una parte del modesto comedor, e inicio de la cocina. Frente a mí, Xavier, ajeno a su alrededor, saborea con mucho entusiasmo su taza de té caliente, inclinado sobre uno de los sofás tradicionales que adornan la humilde morada.
—Entonces... ¿puedo saber a qué debo el honor de su visita? —murmura la voz suave de Ellen, antigua cuidadora de mi padre, alertándonos de su presencia.
Sonríe, y me permito observarla con mayor curiosidad. Desde que la conocí, y contraté para que se ocupara de mi padre, su cabello ha sido corto y lacio, teñido de gris, sin embargo, ella ha sabido darle vida a ese color tan apagado, creando una mezcla de sabiduría y elegancia. En cambio, sus ojos son negros, sombríos, testigos de sus años, y en ellos vislumbras un aura negativa.
—Sabemos que ya presentó su declaración sobre el caso de la muerte de John Wendell, señora García —le informa mi mejor amigo, dando otro sorbo a su té—. pero nos gustaría hacerle algunas preguntas, si no es molestia.
Xavier endereza su espalda, colocándose en una pose más formal. Me guiña un ojo, y yo niego con la cabeza, le gusta mucho todo esto de ser policías a nuestra manera. Debería alentarlo para el empleo, aunque ser profesor de Matemáticas se le da muy bien. Últimamente sus clases son factibles, por lo que inmediatamente aceptó acompañarme, cuando se lo propuse.
La razón de esta inesperada visita, es que desconozco las declaraciones de los testigos del caso, porque sí, me proporcionaron algunas evidencias, pero se negaron rotundamente a mostrarme los vídeos de los interrogatorios.
Entonces decidí averiguarlo por mi cuenta.
—No tengo nada que agregar, me retiré cuando él me lo ordenó, y no volví hasta que me enteré de su muerte —resignada, Ellen nos explica, tomando asiento a mi lado.
—¿Le sorprendió? —cuestiono engullendo un panecillo, dejando que la nutella con la que se encuentra relleno, me dilate las pupilas gustativas.
—¿Qué?
—¿Le sorprendió que mi padre muriera? —vuelvo a preguntar luego de tragar, y beber un poco de agua.
Puedo admitir con total honestidad que a mí sí, y mucho, dado que, como toda persona importante, tenía sus enemigos, pero un rencor al punto de asesinar a sangre fría, ya es otro nivel.
En un gesto inconsciente e imprevisto, pero que no paso por alto, la señora García aprieta con una mano el dobladillo del delicado vestido color azul claro que porta, ese que casi siempre utiliza para dormir; porque evidentemente Xavier y yo nos presentamos aquí antes de la hora de cenar, minutos después de que ella saliera del baño. No pudimos ser más inoportunos ¿eh?
—Tu padre no tenía pensamientos suicidas, al menos que yo sepa —es lo que responde Ellen, haciendo que Xavier arquee una ceja—. Existían personas que lo odiaban, pero no creo.. bueno, supongo que nunca se sabe —concluye encogiéndose de hombros, balanceando lentamente sus pies, protegidos por unas bonitas pantuflas.
No soy psicóloga, ni me interesan esas otras profesiones que estudian la mente y comportamiento humano, no obstante, los gestos aquí son obvios: la señora García ya no sonríe como antes, juega con sus manos y pies, e incluso mira hacia todos lados, imagino que buscando una forma de salir de esta encerrona. Lógicamente está nerviosa, y me parece que un gran porciento de la población, tiende a inquietarse cuando miente u oculta algo.
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Inesperada Realidad ❍
Mystery / ThrillerTic, toc, tic, toc. Del café caliente bebió Tic, toc, tic, toc. La despedida concluyó Tic, toc, tic, toc. La medianoche marcó el reloj Tic, toc, tic, toc. El revólver apareció Tic, toc, tic, toc. ¿Y qué pasó? Tic, toc, tic, toc. El disparó resonó Ti...