Capítulo 8.

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NATHALIE.

Admito que cuando soy consciente de que estamos siendo atacados, por mi cabeza pasa la maravillosa idea de que aparecerá un súper héroe, como en las películas, para rescatarnos.

Obviamente, no aparece ni el gato del vecino para reclamar comida, porque, volviendo a la realidad, hoy en día las personas no ayudan a nadie que no sean ellos mismos.

¿Quién nos salvaría? ¿Peter Pan?

Desde mi posición, debajo de una mesa, siento los disparos, que no se han detenido, y parece que se dirigen únicamente a Xavier. Busco desesperadamente a Emily con la mirada, pero al no encontrarla, recuerdo que la última vez que la vi, fue antes de que el primer disparo sonara.

Percibo pasos acercándose, y segundos después, vislumbro varias piernas enfundadas en unos pantalones negros, junto a botas altas. No me doy cuenta de que estaba conteniendo la respiración, hasta que se me hace necesario conseguir oxígeno. Alguien se detiene delante de mi mesa, y por la complexión física, me atrevería a decir que es una chica.

—Sal de ahí —exige interrumpiendo mi búsqueda de ideas para escapar, y en el momento que escucho el alarido de Xavier, descubro por qué cesaron los disparos.

Solo puedo verla hasta la cintura, pero no tengo ningún problema en apreciar su pistola. Bonita manera de decirme "Sal de una puta vez, porque la realidad es que no tienes otra opción, a no ser que quieras morir, claro". Por lo que, totalmente resignada, salgo de mi intento de escondite, aunque no esperaba llevarme tal sorpresa cuando observo lo que tengo delante.

Primero detallo a la chica: es un poco más bajita que yo, tiene el cabello corto, con uno de los lados ligeramente más largo que el otro, y su color negro queda opacado por los bonitos mechones teñidos de blanco. Posee una nariz aguileña, labios pequeños en forma de corazón, y unos astutos ojos avellanados, ligeramente rasgados, carecedores de maquillaje, me devuelven la mirada, con bastante odio, se puede decir.

Detrás de ella, un chico, bastante alto, se encuentra mirando a Xavier con una ceja enarcada. Su cabello ahora mismo es un desastre, y por lo desordenado que se encuentra, llego a la conclusión de que ha pasado sus manos muchas veces por ahí. Incluso me da curiosidad tocarlo, esas hebras oscuras se ven bastante suaves. Al igual que la muchacha, lleva una chaqueta negra, y de su cuello caen dos medallones, uno rojo con forma de serpiente, que acaricia de forma distraída, y otro plateado de lo que parece ser una medialuna.

—¿Estás seguro de eso? —pregunta cruzándose de brazos, y creo que me quedo demasiado tiempo mirando sus labios gruesos, jodidamente provocadores.

Pero ¡Madre mía con su voz! ¡Que alguien me sujete las bragas!

—S-si —murmura con la voz rasposa mi mejor amigo, y en cuanto lo miro, ahogo un grito.

La herida en su hombro se ve realmente mal, y la sangre que gotea ya ha embarrado gran parte del suéter, incluso alcanzo a ver pequeñas gotas en su pantalón. Hace una mueca que me asegura que debe dolorle un montón, pero presiona una de sus manos sobre la herida, con tal de disminuir un poco el sangrado. Cosa que no consigue.

Me fijo entonces en el chico que lo retiene por la parte de atrás del suéter. Admito que debe ser bastante fuerte para poder levantar los pies de mi amigo del suelo, porque Xavi es delgado, pero es alto, y no es que pese poco.

Su cabello cae hasta la altura de sus hombros, y consiste en muchas ondas grisáceas. Trae puesta una camiseta beige que me permite deleitarme con su anatomía, que por cierto, es realmente digna de admirar. De su cintura cuelga en un amarre descuidado, una chaqueta oscura, exactamente igual a la de los otros dos.

 Inesperada Realidad ❍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora