Ardid

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Por supuesto, Takemichi se arrepintió al instante de haberle pedido a Mikey ese cambio de último momento.

Sanzu parecía morder, pero Baji era...bueno, estaba a otro nivel.

Takemichi oyó la pelea; los gritos habían traspasado las paredes y puertas de la planta baja mientras Sanzu y Draken aguardaban a un lado del coche blindado, los violeta un poco más lejos en el coche gris, el pavo real junto a otro tipo más musculoso un poco más acá...y Mikey aún dentro del edificio con el tal Baji a punto de derrumbar los cimientos del mismo a fuerza de alaridos. Takemichi se encontraba en un punto intermedio entre la puerta de vidrio y el primer coche; no se animaba a acercarse demasiado a la puerta pero tampoco al auto, porque los gritos del interior parecían afectar a Sanzu — quien no dejaba de observar la hora en el reloj de su muñeca, una y otra vez —. Baji daba miedo. Sí, esa era la palabra. Pánico. Pese a que el traje azul oscuro que llevaba puesto parecía quedarle a la perfección, su cabello greñudo y su expresión hosca y agresiva contradecían la elegancia de su atuendo; apenas había comenzado la discusión parecía haberse acalorado y su cabello oscuro había terminado sujeto en una coleta baja, los gritos continuando.

¿Quién era aquel tipo? Recordaba que incluso Sanzu había permanecido en silencio en una ocasión ante una orden de Mikey. Sanzu, ¡quien parecía listo para arrancarle los ojos a quien lo mirase mal un sólo segundo! Y aquella bestia no sólo contradecía la orden de Mikey sino que encima gritaba, insultaba y se resistía a más no poder.

Cuando salieran, Takemichi estaba seguro que en vez de en la seguridad de su departamento iba a terminar en el fondo del río.

— No se están peleando por ti, eh.

La voz de Sanzu despertó a Takemichi de sus pensamientos; volteando, lo vio junto a Draken apoyados en el vehículo, uno fumando y el otro revisando el celular con molestia. El tipo rosado tenía una expresión cansina en el rostro y en apariencia no estaba molesto, pero la vena de su sien a punto de explotar le decía lo contrario.

— ¿Ah, no?

— No te creas tan importante...— Sanzu había contenido el insulto a duras penas ante la penetrante mirada de Draken a su lado, soltando un bufido en reemplazo.— No. Esto iba a suceder estuvieses aquí o no.

— Bueno, eso me deja un poco más tranquilo.

— Ni tanto, no te confíes tampoco, Baji muerde.

Qué alentador, la verdad.

— ¿El que mordía no eras tú?

Oh, no. La pesadilla de Takemichi volviéndose realidad. Como Mikey seguía discutiendo dentro, el aburrimiento se había hecho presente entre sujetos que, por lo que Sanzu le había comentado anteriormente no solían reunirse a menudo en el mismo sitio presencialmente; los dos tipos violeta se habían aproximado sigilosamente por un costado y ninguno los había notado hasta que el de menor estatura había hablado dirigiéndose a Sanzu; como respuesta éste se limitó a gruñir y ponerle mala cara, pero el otro tipo continuó la ofensiva en un tono de voz tan bajo que Takemichi no alcanzó a entender qué le había dicho a continuación.

Por eso, y porque el violeta más alto había dirigido su atención directamente hacia Takemichi.

— ¿Qué tal, te has divertido con Mikey?

— Ah, claro.

— ¿De veras?

Takemichi no supo si había sido el tono de voz en el que había dicho aquello — en el que se filtraba un claro doble sentido que Takemichi prefirió ignorar — o era la manera en la que aquel tipo de cabello y ojos violeta lo observaba. Tenía una sonrisa extraña en el rostro que le confería una mezcla de diversión y peligrosidad al mismo tiempo pero, si Takemichi lo hubiese conocido bajo otras circunstancias hubiese tenido la alocada idea de que su rostro no solo era atractivo sino también tierno.

Vanidad, mi pecado favorito  [ Tokyo Revengers ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora