Posesión

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En señal de rendición absoluta y porque la mente se le había quedado en blanco presa de un pánico renovado, Takemichi se limitó a levantar ambas manos; lo cierto era que para que la cuestión realmente fuera creíble, sus dos manos debían de estar completamente abiertas sin nada en ellas. Sin embargo - como si el peso de su mano izquierda hubiese pasado de unos pocos gramos a más de una tonelada - la presencia de su nuevo teléfono celular fuertemente aferrado entre sus dedos llamó la atención de Mikey más rápido de lo que Takemichi hubiese querido.

Los ojos oscuros que Takemichi podía ver parcialmente ocultos tras el cañón de la pistola se deslizaron rápidamente de su rostro hacia su mano, en alto; Takemichi pudo ver como el rubio entrecerraba los ojos en forma lenta casi convirtiéndolos en dos rendijas que destilaban desconfianza, enojo, confusión...y por qué no, angustia. Pese al sonido de algún que otro vehículo pasando por la carretera que llegaba hasta oídos de Takemichi desde la altura de su departamento, el silencio entre ellos era ensordecedor, tenso; Takemichi lo había visto molesto...pero no a ese nivel.

— No estoy ni estuve con nadie, lo juro. Salvo Baji, nadie más ha entrado aquí desde...desde hace mucho, de hecho.— el tono un tanto deprimente de Takemichi descendió un poco la tensión, al menos la que él mismo sentía.

— Te oí.— Takemichi frunció el ceño, confundido.— Te oí hablar con alguien.

Como si sus palabras no fuesen suficiente incentivo para que Takemichi continuara hablando, la mano de Mikey sostuvo con más fuerza la culata del arma, enderezándola en su camino hacia la frente de Takemichi.

—¡Estaba hablando por teléfono con Chifuyu, eso fue todo!.— de nuevo, los ojos de Mikey se desviaron hacia el teléfono que en ese momentos se mecía en la mano de Takemichi.

— ¿A estas horas estás hablando con un amigo?

— C-Claro...ah...Chifuyu trabaja por la tarde, así que no madruga, y yo...yo...de veras, Mikey, no hay nadie aquí.

— Vas a dejar que lo compruebe por mí mismo.

— Absolutamente.

De nuevo, el silencio incómodo y tenso. A Takemichi le costó horrores despegar los pies anclados al suelo y hacerse a un lado mientras terminaba de abrir la puerta del departamento; sus nervios radicaban en un porcentaje muy bajo por el temita de una posible mentira porque Takemichi sabía que Mikey no iba a encontrar absolutamente nada delator en su departamento que le confirmase algún tipo de falsedad en sus palabras...el problema radicaba literalmente en su departamento en sí.

Mikey nunca había estado allí y, con el paso de los días y semanas luego de aquel trato estrafalario que habían hecho y al ver que el otro no se anoticiaba de cuerpo presente...Takemichi no se había tomado la molestia en limpiar nada. Ni en acomodar, por supuesto.

Ahora sí que Mikey iba a saber con la clase de persona que se estaba metiendo.

Un pordiosero. Y encima, un pordiosero haragán.

A diferencia de Takemichi, Mikey no dudó un solo instante en ingresar al lugar; pasó de largo a Takemichi sin siquiera darle una última mirada y se deslizó silencioso como una serpiente hacia el fondo del departamento. Mientras Takemichi sentía los latidos de su corazón golpeando en sus oídos y cerraba la puerta de entrada sin hacer ruido, oyó los pasos de Mikey aquí y allá; el lugar era relativamente pequeño por lo que no tardó en volver a verlo de regreso a la sala de estar, el ceño fruncido al igual que los labios.

Sino fuera porque sentía que en cualquier momento si daba un paso en falso iba a ser hombre muerto, Takemichi se habría sentido enternecido por la expresión consternada y caprichosa en el rostro del otro.

Vanidad, mi pecado favorito  [ Tokyo Revengers ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora