Confesión

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Chifuyu recargó el peso de su cuerpo contra la pared al lado de la puerta de entrada porque realmente necesitaba un apoyo físico en ese momento. Mientras los pasos suaves y acompasados del tipo que se había bajado del vehículo retumbaban como tambores en sus oídos y el corazón golpeaba dentro de su pecho en un ritmo rápido y doloroso, Chifuyu se replanteó en esos instantes si serían sus últimos minutos de vida.

Soltó el aire que había estado conteniendo y su garganta tembló débilmente al hacerlo. Dentro de la estupefacción y el horror que atravesaba su mente en milisegundos, recordó vagamente la cantidad de veces que se había burlado de Takemichi cuando su amigo le comentaba espantado la infinidad de oportunidades en las que había pensado en su cadáver flotando en un río, en su repentina desaparición, en...

En forma irónica, tenía que vivir la misma situación para poder entender y estar en los zapatos de Takemichi. Un sudor frío recubrió la parte posterior de su cuello y molesto, intentó limpiarlo con la palma de su mano, también fría y levemente temblorosa.

Chifuyu sabía pelear; en su adolescencia había tenido más de un altercado en el que había salido victorioso porque sabía cuándo y dónde dar un buen puñetazo, una patada certera. Sin embargo, esa época no sólo había quedado bastante atrás en su vida sino que aquella era una situación completamente distinta y escalofriante: se había inmiscuido con gente realmente peligrosa que no dudaba ni un segundo en jalar del gatillo.

No iba a tener una sola oportunidad de defenderse, y él mismo se había metido en esa situación.

Y la única pregunta que atravesaba su mente en esos instantes agónicos de dolorosa expectativa por su incierto futuro era, ¿por qué?

¿Qué había hecho mal, que había dicho?¿O qué no había dicho? Decenas de posibles razones atravesaban su cerebro velozmente, una más inverosímil que otra. Recordó que Takemichi en alguna oportunidad le había comentado al pasar que Mikey se había sentido celoso de la relación de amistad que ellos dos mantenían...¿acaso era eso, Mikey había llegado al punto extremo de pensar que él podía llegar a ser una amenaza en la relación extraña y retorcida que quería mantener con Takemichi?

Era increíble, pero probable.

Los pasos se detuvieron cerca de la puerta. Chifuyu detuvo también su respiración, atento al siguiente movimiento.

Era uno solo, o al menos solo se había bajado un individuo del coche. El tipo permaneció parado en el umbral de la puerta, la calle desierta y en penumbras; por mucho que Chifuyu agudizara la vista para distinguirlo, sólo notaba una silueta oscura que se entremezclaba con el entorno.

¿Qué estaba haciendo? ¿Qué estaba aguardando? No estaba hablando con nadie, no llevaba el celular en las manos porque vería la luz de la pantalla...y no se movía. ¿Estaría esperando algún refuerzo para entrar? La idea le aterró pero le pareció descabellada. ¡Para eso se hubiese quedado dentro del coche blindado!

En la tensión de una espera de resultados desconocidos, Chifuyu comenzó a conectar las neuronas. ¿Tendría alguna posibilidad de llegar a la parte de atrás de su casa sin que lo oyera, tomar la motocicleta y escapar? ¿Escapar, adónde? Forzosamente tendría que salir por el callejón hacia la parte delantera para manejar, el tipo lo vería, lo seguiría y...

Y si quería ingresar por la fuerza, ¿por qué no elegía mejor la puerta trasera y no la delantera donde cualquiera podría verlo?¿Qué tan impune se creía? Probablemente mucho.

Al oír un ruido del otro lado de la puerta, Chifuyu detuvo el tren de sus pensamientos fatalistas y aguzó el oído, esperando. El sonido lo había emitido el sujeto y había sonado a un insulto en susurros. Luego, pasos otra vez.

Vanidad, mi pecado favorito  [ Tokyo Revengers ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora