Capítulo 1. I

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La profesora McGonagall abrió el libro pasando la primera página donde estaba el nombre del libro, su mente ya comenzaba a hacerse preguntas como: ¿Por qué unos niños sabrían sobre la piedra filosofal? ¿La buscaban? ¿Sucedería algo con ella? ¿La l...

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La profesora McGonagall abrió el libro pasando la primera página donde estaba el nombre del libro, su mente ya comenzaba a hacerse preguntas como: ¿Por qué unos niños sabrían sobre la piedra filosofal? ¿La buscaban? ¿Sucedería algo con ella? ¿La llevarían al colegio? ¡Por Merlín! Ninguna de sus preguntas serán contestadas hasta leerlas... pero algo le decía que no sería nada agradable.

Todo gritaba problemas.

El apellido Potter gritaba problemas. 

 Cuando paso la página, sintió su garganta cerrarse al leer el título.

—El primer capítulo se llama: Los niños que vivieron.

—¿Los niños que vivieron?—James le dirigió una mirada nerviosa a la profesora McGonagall—¿A qué vivieron?—No podía evitar preocuparse, sabiendo perfectamente que eran sus hijos, ese no era el mejor título para comenzar.   

—Lo sabremos si leemos, señor Potter—Dumbledore le hizo una seña a la profesora para que continuara.

McGonagall carraspeo un poco para alzar su voz. Bajo la inquieta mirada de James, Sirius, Remus, Alessandra y los señores Potter.

El señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de Privet Drive, estaban orgullosos de decir que eran muy normales, afortunadamente. Eran las últimas personas que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o misterioso, porque no estaban para tales tonterías.

—¿Dursley?—pregunto el Señor Evans, cruzando sus brazos molesto—¿Ese no es el nombre de tu novio, Petunia?—se dirigió a su hija mayor con evidente disgusto grabado en su voz. 

—Si—respondió tímidamente, se emocionaba un poco saber que se casaba con Vernon. Él era la única persona que le entendía en el mundo, que veía a su hermana de la misma forma que ella, como el monstruo que era. No había persona que amará más que él.

Robert soltó un gruñido molesto, no le gustaba para nada ese Dursley. Era antipático y vive de imagen, del que dirían, y por lo que había podido apreciar con anterioridad, eran un abusivo. No quería imaginarse como trataría a su Petunia en un futuro. Tampoco era muy fanático de la salud, pero con ese peso no creía que fuera posible.

—Un momento, ¿Se refiere a la magia?—pregunto Sirius, indignado.

—Sí—solo contesto Lily haciendo una mueca. 

El señor Dursley era el director de una empresa llamada Grunnings, que fabricaba taladros.

Arthur abrió y cerró la boca, quería preguntar sobre esos "Taladros", pero la mirada de su esposa le decía mucho. Ya luego le preguntaría a la señorita Evans o a los muggles presentes que era aquello, se escuchaba muy interesante.

Era un hombre corpulento y rollizo, casi sin cuello, aunque con un bigote inmenso. La señora Dursley era delgada, rubia y tenía un cuello casi el doble de largo de lo habitual, lo que le resultaba muy útil, ya que pasaba la mayor parte del tiempo estirándolo por encima de la valla de los jardines para espiar a sus vecinos. 

ÉPOCA | LEYENDO HARRY Y ROSE POTTERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora