••1•• Club

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Salir de mi zona de confort no era un conflicto mental para mi, de hecho, me gustaba salir de la rutina y experimentar cosas nuevas, así que dejar mi vida atrás en mi natal Paris para comenzar un nuevo capítulo en Épernay con el proyecto de trabajo de mi padre y de mi tío me era una aventura inquietante.
Épernay era un pueblo que se encontraba en las faldas de Paris, no estaba muy lejos de casa, así que el cambio no era tan drástico, sin embargo el hecho de ya no vivir en casa con mamá, papá y Daniel (mi hermano menor), si me daba ese aire de nostalgia.

—Diego, ya hemos llegado, esta es tu nueva casa— exclamó papá al estacionarse frente a una preciosa casa, no era muy grande pero el espacio era bastante decente para mi solo. Las vistas con esas ventanas grandes y decoradas, un pequeño jardín con flores de colores muy llamativos, me era tan familiar a mi antiguo hogar, pues tenía ese toque de mi madre
—Yo me encargué de decorarla para que no me extrañes tanto— dijo mamá desde el asiento del copiloto como si hubiese leído mi mente
—Yo me quiero venir a vivir con Diego— exclamó Daniel, impactado por la nueva casa.
—Ni te emociones, señorito, usted todavía es menor de edad— exclamó mi madre, mientras abría la puerta del coche para bajar, al igual que todos.

Al ingresar pude notar que se veía más grande por dentro de lo que parecía, era demasiado para mi.

—La casa es hermosa, pero con un departamento hubiera sido suficiente, es demasiado espacio para mi— comenté a mis padres al terminar de recorrer el segundo piso de la casa
—Por eso insisto en quedarme a vivir con el— exclamó Daniel de nuevo
—Solo en vacaciones, hijo— le contestó papá, abrazándolo por el cuello.

Mi hermano era muy insistente en quedarse pues somos muy apegados, aún que el es menor que yo, siempre nos hemos podido entender muy bien, aún así, no estaba preparado para vivir solo conmigo siendo un chico de 17 años.

— La casa es grande porque vendremos a visitarte muy seguido, a parte, no esta de más tener un patrimonio, esta a tu nombre y en un futuro también de tu hermano, es un regalo de nosotros hacia ustedes— explicó mi madre.

No me había llevado muchas cosas de mi antigua casa, más que papeles importantes del restaurante de Paris, el cual le iba bastante bien y era uno de los mejores de la zona, por ende, traer una nueva sucursal a la cuna del Champán era de las mejores ideas según el tío Adrián.
Desempaque y con mi familia fui a conocer el lugar que iba a estar a mi cargo total, el nuevo restaurante de los Mayer.
Al llegar pude notar que la decoración era muy parecida al original, haciendo la esencia, con elegancia pero a la vez delicado y minimalista.
La oficina se encontraba en la planta alta, con un ventanal enorme que daba hacia las mesas del lugar, donde podía observar todo lo que sucedía dentro de ahí, menos la cocina,y lo mejor es que solo yo podía ver hacia afuera pues la ventana era polarizada.
El restaurante obviamente no estaba en total orden, faltaba una semana para su inauguración. Mi padre me explicó muy bien lo que se tenia que hacer y por su puesto que yo estaba totalmente capacitado para ello.

— Sergio Marín es uno de los mejores proveedores de vinos, siempre ha sido nuestro proveedor pero te quiere conocer, ya que ahora tratará contigo también— dijo mi padre mientras yo observaba por la ventana— tienes una cena en su casa con su familia el viernes por la tarde, igual, tendrás su contacto anotado y te lo voy a presentar más tarde. Puede ser de mucha ayuda conocer a alguien en un lugar nuevo—decía mientras me miraba fijamente y yo a él
—Gracias papá, enserio, por todo, y por confiar en mi en este nuevo proyecto, no sabes lo feliz y emocionado que estoy por todo esto, por ser tan grande como tú lo eres— le expresé haciéndole saber lo mucho que lo admiraba. Nunca he tenido problema expresando lo que siento, mucho menos hacia mi familia.
Dos horas pasaron en lo que observábamos el restaurante y me planteaba mi padre la forma en la que se iba a organizar las cosas. Siendo sincero me sentía totalmente listo, ya que relativamente este restaurante era más pequeño que el de mi padre.
Después de terminar el recorrido, observé a un señor de pelo canoso, de barba cerrada y lentes, estaba sentado en una de las mesas del restaurante, que al percatarse de nuestra presencia nos sonrió y se paró de inmediato; mi padre caminaba a paso apresurado a su dirección, dejándome un poco atrás.

—¡Sergio, que gustó el verte!— expresó mi padre dando un abrazo de saludo mientras palmaba la espalda del señor— mira, el es mi hijo, Diego Mayer, el dueño— dijo presentándome ante nada más y nada menos que a Sergio Marín.
—Un gusto señor, mi padre me ha contado bastante de usted— expresé dándole la mano en gesto de un saludo cordial
—Que muchacho tan joven y ya en estos negocios, me da mucho gusto conocerte también, Adrián, tu tío, me contó mucho sobre ti, y de él nuevo proyecto. Le comentaba a tu padre que tendremos una cena con socios este viernes por la noche, te sería de gran ayuda que fueras y te relacionarás con nueva gente, ya que no conoces a nadie por aquí más que a mi ahora— comentó muy simpático, parecía ser un hombre honrado y de buen humor, bastante alegre y energético para la edad que aparentaba
—Me parece muy buena idea, ya me había dicho mi padre y si considero en asistir la verdad
—Pues eres bienvenido en mi casa— dijo sacando una tarjeta del bolsillo interior de su saco— mi número y mi dirección, cualquier cosa de negocios o no, no dudes en marcarme
—Muchas gracias, señor Marín— contesté, pues su gesto se me hacía del más amable a pesar de ser un desconocido para el
—Dime Sergio, muchacho, si al final de todo vamos a trabajar juntos por un largo rato. No hay necesidad de formalidades, ¿verdad, Adrián?
—Por supuesto, Sergio es de mi total confianza
—Bueno, entonces, denme un tour por aquí— nos motivó a enseñarle todo el restaurante y preséntarle a mi madre y hermano.
De regreso a casa las cosas empezaron a tornarse tristes, ya que los tenía que despedir y no los vería hasta un día antes de la apertura. Ver a mi mamá y mi hermano llorar me afligieron el corazón haciéndome llorar junto con ellos, quise retener las lágrimas pero realmente no pude, debía aceptar que si me dolía separarme de ellos.

La soledad no me asustaba, sin embargo no estaba acostumbrado a ella, así que solo pedí mi cena a domicilio y me senté en la sala a ver televisión. Nada más emocionante que un sábado por la tarde en el sofá de la casa.
Sin embargo algo dentro de mi, pedia a gritos que saliera a turistear el lugar, no era un pueblo muy grande pero si tenía ciertos lugares de atracción. Así que al terminar de cenar, me metí a bañar y desempaque una camisa, un pantalón negro de vestir y unos zapatos del mismo color.
Me monte al coche y comencé a recorrer las calles del pequeño pueblo, con la esperanza de no perderme, era pequeño, pero totalmente nuevo para mi después de todo. No era tan tarde, si a caso iban a ser las 8 de la noche, no había mucho movimiento pero a lo lejos pude ver una fila de personas esperando a entrar a lo que parecía un club.
Sin pensarlo dos veces, entré al aparcamiento del lugar y decidí aventurarme al reto.
La fila no era muy larga, un grupo de mujeres se encontraban enfrente de mi, reían a escándalo y jugueteaban entre ellas, me miraban de reojo y secreteaban, opte por ignorar y seguir en lo mío, viendo a mis alrededores, analizando personas, el lugar, el guardia dejándose sobornar, en fin. Nada indiferente a lo normal.
De la nada una chica pelinegra del grupo se me acercó tomándome del brazo, se notaba un poco tomada, y con una gentil sonrisa me jalo un poco hacia su círculo de amigas— hola— me dijo— soy Katie, ¿esperas a alguien?, nunca te había visto por aquí— dijo la chica presentándose mientras las demás me miraban con atención —Mucho gusto, Katie, soy nuevo en Épernay, y no, no espero a nadie, solo vine a conocer el lugar y socializar un poco— confesé ante las chicas, quienes se miraban si a caso unos 5 años menores que yo.
—Pues te puedes sentar con nosotras si quieres, tenemos reservada una de las mesas más cerca del DJ— la propuesta no estaba nada mal, pero tampoco me agradaba mucho la idea de que ellas me invitaran, la única forma de aceptar la invitación era que accedieran al dejarme pagar la reserva, así que se los propuse y aceptaron. Era un grupo de 5 chicas, que a mi parecer eran muy lindas y gentiles.
Entramos escoltados de unos meseros quienes nos indicaron la mesa, ya dentro del lugar decidimos elegir una botella entre todos, y de inmediato el mesero la trajo preparándonos los tragos.
Las otras cuatro niñas comenzaron a presentarse y bailábamos, para ser sinceros no buscaba nada, más que pasarla bien y conocer.
La noche se ponía buena y los tragos se acababan, encargué otra botella y shots para cada quien.
Katie se estaba pasando de más, y la hora de cerrar ya se acercaba, todas estaban bastante tomadas, a mi ya se me había bajado el efecto del alcohol ya que no tomé mucho, así que se podría decir que era el único consciente. La hora de la fiesta se había acabado, 2:30 de la madrugada, Katie venía tomada de mi brazo y de otra de sus amigas, apoyándose para caminar, al salir del club, un chico de pelo lacio, estatura media se acercó, por lo visto no estaba muy contento.

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POR LA MAÑANA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora