••2•• 3:30 a.m

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—Excelente, Katherine, parece que es lo único bueno que sabes hacer, conseguir un nuevo hombre cada fin de semana para que te financien tus borracheras— dijo aquel hombre parado frente a nosotros de brazos cruzados, bastante descontento.
—Eres un estupido, Peter, como si Kat no pudiera pagar hasta tu cuenta si quisiera— comentó una de las chicas, defendiendo a su amiga, y Katie, como pudo levantó la cabeza mirando a ambos personajes en discusión—Déjalo Annie, como si no lo conocieras. Y tú, Peter, mejor deberías enfocarte en tu novia en vez de seguir al pendiente de mi— dijo para después empezar a avanzar un poco tambaleante.
—Mírate, ¿no te da vergüenza?, ni si quiera puedes caminar— exclamó el tipo burlándose de ella, a lo cual inmediatamente Annie se le acercó tomándolo fuerte del brazo, ella era mucho más alta que el así que pude notar como le incomodaba la presencia de la chica, y no por que ella le pudiera hacer algo, sino porque se le notaba su poco hombría —Cuidado McCarthy, mucho cuidado con lo que dices o haces porque puedo apostar que tu novia no sabe lo qué haces todos los fines de semana después de que sus papis la mandan a dormir, y no te conviene que se entere— amenazó Annie para después empujarlo abriendo el camino para seguir caminado.

Después del pequeño drama sin contexto, me ofrecí a llevarlas a cada una a su casa, sin embargo Annie (quien era la más consciente de las tres), me pidió que las dejara a ella y a Katie  en un hotel de paso, ya que le preocupaba el estado en el que Kat estaba.

—Si llega a vomitar o algo, yo quiero cuidarla, y en mi casa ni en la suya se puede— me explicó

Sin más que decir, lleve a cada una de ellas a su destino y me dispuse a regresar a casa. Eran alrededor de las 3:30 a.m cuando mi cuerpo tocó cama.

Sin mucho que decir, al día siguiente revise mi celular donde tenía mensajes de Katherine agradeciéndome y pidiéndome que la agregara para seguir en contacto, y por otra parte un mensaje de un número desconocido, me mandaba una invitación a una cena familiar, enseguida supe de quién se trataba. ¿Quien más sería si no era Sergio?. Enseguida contesté y acepté la cordial invitación.
El resto de la tarde se lo dedique al restaurante y entre llamadas de mi tío y mi padre se me fue el tiempo, noté que eran las 7:45 de la noche y la familia Marin me esperaba ahí a las 8.

—Papá, tengo que colgarte, si quieres mañana podemos seguir platicando sobre cómo manejar el inventario— le contesté a mi padre al checar la hora en mi reloj, ya se me hacía tarde— por supuesto hijo, ve con cuidado, y cualquier cosa no dudes en llamar— dijo mi padre— Lo sé, gracias papá— contesté yo— dile que lo amo— se escuchó de fondo la voz de mamá, lo cual me hizo sonreír— dice tú madre que te ama— exclamó mi padre— dile que yo también la amo, a los tres— confesé— adiós.

Tomé mi saco de la silla y me dirigí a la salida del restaurante, me monté al carro y comencé a conducir hacia donde google maps me dirigía.
La fachada de una casa grande y vistosa, de gran patio, me llamó la atención, siendo el hogar del señor Sergio Marín. Me estacioné y al bajar del coche toqué el timbre en espera de que me abrieran.
Al abrirse tal puerta, me topé con una señora elegante, el cabello rubio, ojos grandes y azules, muy bien conservada.

—Buenas noches, soy Diego Mayer— dije dándole la mano— mucho gusto— contestó sonriente— yo soy Ángela Marín, esposa de Sergio, pasa, te estábamos esperando— me dijo recibiéndome, haciéndome pasar a su casa. Al entrar mis ojos se dirigieron inmediatamente a Sergio, quien con una sonrisa me recibió— buenas noches, ¿cómo estás?, ¿cómo estuvo tu primer día en el pueblo?— preguntó.

Nos hicimos espacio en la sala, platicando con ambos acerca del proyecto y sobre todo anticipándoles la invitación de la inauguración.
Entre conversaciones, la presencia de alguien bajando por las escaleras llamó la atención de todos, principalmente de la mía. Un par de tacones bajaban con delicadeza y despacio, se revelaba la mitad del cuerpo de una mujer, y al bajar un poco más pude descifrar su rostro, que al llegar al último escalón, he de anticipar que ya me tenía totalmente cautivado. Una piel tan pálida, unos ojos azules, grandes, un cabello negro intenso y largo, atraparon mi atención de primera. El mundo y mi corazón se detuvo por un momento.

POR LA MAÑANA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora