••3•• Gota cristalina

4 0 0
                                    

Un sueño profundo me hizo caer.
Y de pronto mi subconsciente tomó total control de mi imaginación. De pronto, estaba en un campo lleno de flores, tulipanes rojos, preciosos, el pasto en mis pies descalzos se sentía rico, y el aroma a naturaleza me hacía sentirme simplemente feliz. Una mujer enfrente de mi se posicionaba, no veía muy bien su cara, solo unos labios rojo intenso perfectos, con una sonrisa intacta.
En mi sueño sabía que estaba enamorado de la chica sin rostro, sin embargo recordaba perfectamente cada línea de esos hermosos labios.
Al despertar la rutina seguía y las cosas tenían que estar listas para la inauguración del restaurante, pues cada día faltaba menos.

El poder estar parado frente a aquella oficina de vista hacia todo el restaurante, casi perfecto y  acomodado en su lugar. No esperaba menos, pues mi equipo de trabajo me había demostrado en tan poco tiempo lo eficientes y capaces que eran. Me impresionaba el hecho de que no tenía que ejercer fuertemente mi liderazgo, y eso hacía un entorno más relajante y ameno para todos nosotros. Sin embargo, aún llenándome la cabeza de trabajo, el rostro de aquella mujer no paraba de perseguirme, se colaba a mi cabeza por instantes, y terminaba recreado la escena cuando se presentó ante mis ojos.
Los correos llegaban y llegaban, mientras mi cabeza por instantes inesperados se escapaba a ese momento una y otra vez. A estas alturas tendría que admitir que la señorita Marín había despertado un poco de inquietud dentro de mi. En su cara se notaba una juventud espléndida e insaciable, podría apostar que todavía ni sobrepasaba los 20's, su vestido largo, bajo la rodilla le daba un aspecto tan decente y recatado, ¿realmente será así?. Su voz era dulce y tierna, su risa era contagiosa y sin duda alguna era alguien que sabía de poesía y letra, por su forma de hablar. Me impresionaba el pensar que su destino era ser la gran mujer de cualquiera de nosotros los mortales. Y no es que le alabara de más, pero es que simplemente me impactaba el cómo pudo colarse a mis pensamientos, tal cual gota de agua se cuela en la tierra, tan cristalina, tan pura, en un lugar tan indecente (mi mente). ¿Será libre o estará tomada?.

—Señor, lo busca el señor Marín, dice que quiere hablar con usted— comentó mi asistente interrumpiendo mis pensamientos
—Hazlo pasar, por favor— ordené.

Después de unos minutos, dos figuras se pararon frente a mi, como si le hubiera llamado con el pensamiento, era ella quien acompañaba del brazo a su padre.

—Sergio, señorita Marín, pasen por favor— los invité, mientras me paraba de mi sillón para saludarles. Inconsistente-mente había una sonrisa en mi cara.

El volver a verla me llenaba de gusto, la platica se trataba sobre las prácticas de Sara, para hacerlo más oficial y que pudieran quedarse tranquilos con el trato que se había hecho esa noche. No iba a desperdiciar la oportunidad de tenerla cerca.
Después de tal arreglo, Marín ofreció a Sara a que se quedara a practicar de una vez y yo con gusto acepté, no era problema alguno para ninguno de los tres, así que sin perder tiempo comencé a explicarle paso a paso lo que se hacía dentro del restaurante mientras recorríamos las instalaciones, realmente solo faltaba un día para su apertura y con ansias esperábamos ese gran día.

—La publicidad ha sido bastante buena, creo que ha hecho un gran trabajo con el lugar— añadió Sara reconociendo el gran esfuerzo de mi familia.
—Gracias— contesté— pero realmente todos los créditos no son solo para mi, sino para mi padre y mi tío, ellos fueron la cabeza de este proyecto, yo solo estoy al mando de esto— me sinceré, aún que estaba cien por cien seguro de que si papá me hubiera escuchado decir eso, hubiera puesto un grito en el cielo, pues para el, el puesto asignado se lleva con orgullo, el jefe es jefe.
—Pero aún así, me imagino que su tiempo y empeño, el aventurarse a vivir solo en un lugar nuevo, habla mucho de usted— expresó Sara halagándome, la sonrisa me delató y el hecho de que sus palabras fueran tan correctas me causaba un pequeño disgusto.
—que te parece si en vez de hablarme de usted me hablas de tu, igual no creo ser tan mayor, ¿cuántos años tienes?— pregunté— no lo hago por ofenderle, es por formalidad y respeto, pero tengo 21—me contestó ella, con una gentil y transparente mirada de esos ojos azules profundos, hipnotizantes a mi parecer. Sus pestañas largas, y esas mejillas rosadas la hacían ver realmente tan adorable.
—Que te parece si solo me dices Diego, ¿crees que te sea difícil?— le dije titubeando un poco— bueno, si es a petición tuya, esta bien, Diego— exclamó soltando una pequeña risa que ante mis oídos al percibir tal sonido, la alegría me contagió riendo con ella, tal cual un adolescente.
—¿Cuántos años tienes tú?— ahora ella preguntaba— yo tengo 28 años, luzco más joven, ¿no?
—Pues si, la verdad que cuando lo vi sentado en la sala de mi casa no esperaba toparme a alguien tan joven, no sé, cuando papá menciona a un colega, siempre es alguien alrededor de su edad, ya sabes, señores— hablaba. La timidez se desvanecía un poco, la había notado algo nerviosa de entrada pero por fortuna la platica estaba fluyendo de una manera muy buena.

Lo demás solo fue platica de negocios, trabajos y sobre la gran inauguración, no se hablaba más, pues primero era lo primero.
Después de finalizar y apagar el ordenador de la oficina, eran alrededor de las 7 p.m, el hambre había llegado a mi estomago, y podría apostar que al de Sara por igual, 5 horas de puros números, negocios y trabajos, era cansado.

—El hambre ya hizo presencia— comenté— la verdad que si, muero por llegar a casa— dijo ella
—¿Y si mejor vamos a un restaurante de aquí?, ya he ido y hacen la pasta de diferentes formas, a tu gusto— dije tomándome el atrevimiento de invitarla a cenar— la verdad no creo poder— dijo ella algo dudosa— esta bien, no pasa nada, será para la próxima, ¿vendrá Sergio por ti?— pregunté un poco curioso
—Oh, no, vendrá mi novio— dijo ella, y al escuchar eso sentí una pequeña desilusión en mi pecho, pues realmente estaba interesándome por adelantando de Sara, desde el primer día que la miré, ni se porque automáticamente me hice a la ilusión de que estaba disponible para mi.
—Te acompañó— le dije para no dejarla sola afuera mientras llegaban por ella. Un poco cabizbajo, cerré el restaurante y por curiosidad le armé a la platica, preguntando sobre su relación.
—¿Cómo se llama tu novio?
—Peter McCarthy— contestó
—¿Cuánto tiempo tienen conociéndose?
—Si te soy sincera, toda una vida, nuestros padres son amigos, así que desde que éramos unos bebés, y de novios tenemos 3 años— hablaba con una ilusión y felicidad, lo cual de cierta forma me desilusionaba aun más. Toda una vida con el, era una competencia imposible.
De la nada un carro muy bonito de color blanco se estacionó justo enfrente de la puerta de cristal donde estábamos parados, vi bajarse de tal auto a un hombre cuya cara me fue fácil reconocer, Peter McCarthy, era el mismo de aquella noche del club, quien molestaba a las chicas con las que había estado esa noche.
Sara se despidió de mano y me presentó a su prospecto, quien me reconoció de igual manera pero actuó como si nada, mi mirada era firme pero de igual manera fingí demencia. La poca ilusión que quedaba en mi, en ese momento escaló de nuevo al saber que tipo de hombre era Peter, y muy seguramente un hombre honorable y de valores no era, en absoluto, muchísimo menos alguien fiel.
Los dos al retirarse me hicieron quedar pensado en tantas cosas, así que no dude ni un segundo en volver a contactar a Katherine, la chica del club, pues ella al parecer conocía perfectamente a Peter, por la forma en la que se hablaban y se reprochaban cosa, era evidente, así que respondí aquel mensaje de la chica. La noche pasaba y le escribía estando en el auto, planificábamos volver a vernos, la invité a cenar olvidándome por completo que tenía que dormir temprano, pues al día siguiente era el gran día.

"Dame unos 20 minutos para estar lista", me escribió Katie al aceptar mi cita de último momento.
Mi mente un poco loca tenía el objetivo de obtener información.
Al llegar por Katherine pude verla bastante bien a comparación de nuestro primer y último encuentro en aquel club, solo que ahora vendría mas decente a comparación de esa ropa de noche que llevaba aquel día. Era como si estuviese viendo a dos mujeres que no se toparían ni en la otra vida.

Rápidamente baje de mi coche, y le abrí la puerta del carro dejándola pasar, en el camino íbamos comentado todo lo de la noche del club y lo bien que la habíamos pasado todos en ese momento.
No las conocía, no me conocían pero fue una química muy buena.

—La verdad que algún día deberíamos de volver a ir— propuso Katie
—Después, la verdad es que ahora estaré muy ocupado con la apertura del restaurante, pero algún día — le contesté. Realmente si quería pero primero eran los deberes
—¿En el nuevo restaurante?, ¿ahí trabajas?— preguntó extrañada, pues nunca le dije a que me dedicaba y a que venía a Épernay realmente. Era una desconocida esa noche.
—Pues no sólo trabajó ahí, soy el dueño de el restaurante— comenté con toda humildad posible.
—¿Enserio?— expresó impresionada— ¿entonces vienes a quedarte aquí a Épernay?, yo solo creí que estarías aquí por un rato y conocer, no a trabajar, y menos en un proyecto tan mencionado
— A veces doy sorpresas Katie— dije riéndome para contagiarle la risa, lo cual pasó.

03

POR LA MAÑANA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora