IV

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Uno de los grandes sueños que tuvo desde pequeña fue llegar al día de su boda.

Esperaba ver los llorosos ojos de su madre mientras que era llevada al altar de la mano de su padre. Quería escuchar los halagos de familiares y amigos mientras que lucía un hermoso vestido blanco aperlado, anhelaba sentir la emoción en su pecho al acercarse cada vez más al hombre que amaba y con el que esperaba pasar el rato de sus días.

Pero no era así.

Se sentía asustada, luchaba por no temblar o vomitar en cualquier momento.

Las lágrimas que estaba conteniendo no eran por amor o emoción, se trataban de unas lágrimas de amargura que no dejaría salir.

En ningún momento le alzaron la voz o apuntaron con un arma, pero aún así no podía estar en paz, tenía miedo de absolutamente todo lo que se movía en esa ceremonia. No confiaba en los invitados, ni en el sacerdote que oficiaba la ceremonia, mucho menos en el novio.

Agobiante, repulsivo.

Las palabras para describir aquella unión se le habían acabado.

No podía creer que el tierno niño al que vio crecer se había convertido en aquél caprichoso hombre peligroso, había un sentimiento de traición detrás de todo eso. Los recuerdos del pequeño Haru ayudando en la florería ahora se clavaban como espinas en el corazón de la mujer.

En el momento en el que el sacerdote dijo las temidas palabras de "Puede besar a la novia" (__) sintió como su mundo se derrumbaba.

Sanzu se había puesto cara a cara con su ahora esposa, obligando a su rostro a mirarle con un agarre firme de su mano en la mandíbula. Aunque había un toque suave y una mirada amorosa por parte del hombre de cabellos rosados, se sentía nauseabundo.

Si era sincera, ya se había preparado para que intentara forzar su lengua al interior de su cavidad bucal con aquél beso.

Pero no lo hizo.

Para su sorpresa, solo se trató de un suave y casto roce entre ambos. Estaba agradecida, después de todo, temía vomitar si a caso intentaba algo similar.

Aunque se trataba de un gentil toque, no estaba segura, si se viera obligada a comparar su situación solo podría equipararla con una feroz pantera encaprichada con un pequeño ratón. Era peligroso y mortal, el felino sabía que estaba en el poder y aún así tenía el descaro de jugar con el roedor sabiendo que este no lograría escapar de sus garras.

Quería sentarse en una silla para descansar pero el firme agarre de Haruchiyo sobre su cintura no le permitió apartarse de su lado.

Durante toda la ceremonia, sus ojos miraron únicamente al suelo, incluso cuando los únicos cuatro invitados se acercaron para felicitar a la felíz pareja.

Escuchó comentarios pero no les hizo caso alguno, estaba tan asustada que, a pesar de que se trataba de un grupo de hombres más jóvenes que ella, no quería tentar a su suerte.

Todos ellos eran peligrosos, si no fuera por la mano de su ahora esposo estaba seguro de que caería al suelo.

- Si, si, felicidades.- Aplaudió un par de veces un hombre de cabello blanco.- Les recuerdo que es hora de irnos.

- ¿Ni siquiera podemos quedarnos para el pastel?- Abucheó el hombre de cabello lila y negro.

Ran recibió una mirada de desaprobación de Koko, aunque esto solo hizo que los hermanos Haitani rieran por lo bajo.

No entendía nada de lo que pasaba y estaba segura de que no querría hacerlo.

Su mente le llevaba a otro sitio, quería pensar en sus padres, amigos, incluso en su mascota. Si cerraba los ojos podía verse a sí misma decorando otro ramo de flores, sus empleados, a quienes ya consideraba parte de la familia, estarían bromeando al mismo tiempo que hacían un encargo.

El lenguaje de las flores [Haruchiyo Akashi x Reader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora