VII

203 29 9
                                    

La rutina había cambiado, no como Sanzu esperaba, pero al menos era un avance significativo.

Había días en lo que no iba a casa por cuestiones de trabajo, pero siempre procuraba llegar en las noches para poder acurrucarse en la misma cama que su esposa.

A pesar de que ella seguía sin hablarle, al menos su apariencia había mejorado, su piel recuperó el color.

A veces se tomaba el tiempo para mirar al invernadero y notar que todo parecía estar en su lugar, incluso podría decirse que más hermoso de lo que él lo había dejado.

Él no estaba en un error, ahora que tenía una paz momentánea, (__) salía mucho más de su habitación hacia el invernadero y el patio, ahora trabajaba en el mantenimiento de todas las plantas que podían quedar a su alcance.

Por el trabajo, su apetito había aumentado, las simples frutas y agua ya no eran suficientes, de mala gana decidió comenzar a preparar comidas más elaboradas. A pesar de que odiaba la idea de utilizar las cosas que había en esa casa, se había visto obligada a usar la cocina.

Sentada en la mesa, si cerraba los ojos podría imaginar que estaba en su propia cocina, comiendo en su propio plato y en su propia casa.

Recordó las palabras de Haruchiyo, aquellas que la proclamaban como la reina de aquella casa, sin embargo, más que una gobernante, creía ser una prisionera.

Haruchiyo le había tratado como la realeza, muy similar a aquél viejo cuento del dragón y la princesa.

Era asqueroso, con tan solo pensar que se quedaría atrapada por siempre hasta que alguien saliera a buscarle.

Odiaba el clima lluvioso, no podía salir al patio y por eso se encontraba divagando en la cocina junto con su gato aún sin nombre.

Al terminar su plato de sopa, lavó los trastos sucios y se dirigió hasta la sala que aún no habían tenido tiempo de explorar. Esa mañana el perfume de Haruchiyo se había impregnado en las paredes de la habitación, era empalagoso y abrumador, odiaba sentirse así incluso cuando trataba de escapar de su realidad, por ello no quería estar cerca.

La sala era una buena opción, sentada en el sofá miró al televisor apagado, no creía que hubiese señal de cable en un lugar tan remoto.

Y tenía razón, al encender el electrodoméstico, solo se encontró con las palabras que marcaban la falta de señal. Solo había un reproductor de discos así como un estante lleno de dvd's a su lado.

Sin nada más que hacer, buscó en el catálogo de películas, había de todo tipo, desde dramas a comedias, romance y películas de animación.

Frunció el ceño al encontrar el clásico de La Bella y la Bestia.

Si no fuera porque estaba asustada de lo que sea que podría pasarle si rompía algo, entonces habría aventado aquel disco a la basura con toda la rabia que guardaba en su pecho.

Ignoró la película y tomó cualquier comedia al azar para reproducirla, no la había tomado enserio, solo dejaba que el sonido llenara la sala y apagara la tormenta que había estado golpeando el exterior.

Sus pies estaban fríos por el clima, pero no podía ir por una manta, el gatito perezoso en su regazo le impedía levantarse. Su lindo ronroneo le daba paz, además del trabajo de jardinería, él era la única cosa que la mantenía cuerda y aún así no tenía nombre.

Cerró los ojos, solo por un momento, aunque terminó completamente dormida sin quererlo.

Ni siquiera notó cuando Sanzu entró por la puerta, empapado hasta los huesos mientras arrastraba sus pasos hasta la habitación.

Sonrió al ver la cama perfectamente tendida, sabía que ella no había estado ahí en todo el día.

Después de ir a la ducha y cambiarse a algo más cómodo, bajó al primer piso, en silencio para no perturbar a su esposa, en dónde quiera que ella estuviese.

Buscó en la cocina, alegrandose de encontrar algunos indicios de que ella había utilizado la cocina. Abrió el frigorífico para encontrarse con las sobras empaquetadas en un pequeño contenedor, tal vez se trataba de su mente inundada de ideas rosas por su retorcida idea del matrimonio, pero quería creer que ella habría hecho eso para él.

Sentía que ella ya le estaba aceptando poco a poco, su dulce lirio ya se comportaba como una linda esposa.

Por la ventana, podía verse aquél sendero que le llevaba al invernadero al que tanto esmero había puesto.

Ella debía estar triste por no poder salir, recordaba que ella odiaba la lluvia porque eso significaba que no podía salir de casa, pero al mismo tiempo, le resultaba encantador cuando esta terminaba ya que así podría ver el paisaje húmedo y fresco que solía dejar.

Hubo un maullido a sus espaldas, el gatito de (__) estaba en la puerta, al lado de un cuenco vacío.

Sanzu se rio.

- ¿Qué pasó amiguito? ¿Tu mamá no te dio de comer?

Con otro maullido de respuesta, el hombre de cabello rosa sacó una lata de comida para gato del estante y sirvió su contenido en el cuenco, cosa que el gatito agradeció mucho al comerlo gustoso.

Satisfecho por su acción, salió a la sala, el televisor estaba encendido en los créditos finales de una película que no se molestaba en reconocer.

Al mirar al sofá, encontró a la (c/c) dormida pacíficamente entre los cojines, hecha un ovillo por el frío ambiente lluvioso.

Con cariño y delicadeza, tocó su mejilla, sintiendo la tersa piel de un color saludable bajo sus dedos.

Ella estaba ahí, había sido una esposa tan buena al mantenerse en casa y pensar en él.

Haruchiyo sabía que podía confiar en (__), la había dejado tanto tiempo sola en casa y no había hecho nada malo, él lo sabía por estar revisando constantemente las cámaras que mantenía escondidas en cada punto importante de su hogar.

Podía ser un poco drástico, pero él mismo se decía que no se podía culpar a un hombre enamorado de buscar el bienestar de su amada.

Él sonrió con ternura, una retorcida sensación de calma llenó su pecho.

Tal vez ya era el momento de hacerle sentir más segura

- ¿Preocupante? Si y mucho

Gracias por leer, Ciao

El lenguaje de las flores [Haruchiyo Akashi x Reader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora