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Era raro tener un lugar tan tranquilo en la hora del almuerzo, usualmente los trabajadores de la vieja floristería reían de sus chistes en la trastienda mientras que el olor a soba o katsudon se perdía entre el de las plantas.

Ese día solo era ella, todo mundo estaba ocupado con un evento al otro lado de la ciudad, no culpaba a sus padres por querer ir a supervisar todo de primera mano, gracias a eso la única para atender la tienda era ella, una adolescente de 15 años.

Aún sin clientela ella no podía estar quieta, sus manos se pasearon por un conjunto de flores blancas mientras cortaba algunos tallos para un ramo de novia que tendrían que entregar la mañana siguiente.

Las flores eran parte del negocio familiar por generaciones, una pasión que inició con su tatarabuelo y continuó hasta llegar a sus padres, los actuales dueños, y en el futuro caería en sus manos.

La campanilla que anunciaba la entrada de alguien le hizo fruncir el entrecejo, creyó que había colgado el letrero de cerrado por el almuerzo en la entrada, al alzar su mirada se encontró nada más y nada menos que un par de ojos azules que le miraban con timidez.

El hermano menor de uno de sus amigos le estaba visitando, era común que Takeomi o Shinichiro dejasen a sus hermanitos a su cuidado, a veces se aprovechaban del hecho de que era una chica para poder hacer el trabajo de niñera. Aunque siempre terminaba por cobrarles caro por sus servicios con comida y ropa nueva.

De vez en cuando tenía a Manjiro y a su amigo Baji paseando por su casa, tratando de no destruir todo con sus juegos rudos, otras veces la pequeña Senju iba y venía, Takeomi insistía mucho que la cuidase, después de todo no quería que su dulce hermana menor creciera sin la influencia de una buena figura femenina en su vida. Recientemente había llegado Emma, la media hermana de Shinichiro y Manjiro, una tierna niña a la que le encantaba pasar tiempo juntas.

Por último, pero no menos importante, Haruchiyo, un dulce y tierno niño al que le hacía falta mucho amor.

- ¿Qué pasó, chico? - Preguntó con dulzura, dejando de lado su trabajo para atender al niño.

Muchas veces, Takeomi le apuntaba que tenía un claro favoritismo por el pelirosa, cosa que era mentira, quería a todos sus niños por igual, sin embargo, era cierto que Manjiro y Haruchiyo eran los que exigían más atención constante.

- ¿Puedo quedarme aquí? - Murmuró con pena, aunque lo quería borrar, aún se podía notar un rastro de lágrimas en los ojos del pequeño. - Mi hermano me regañó porque Senju se lastimó su rodilla otra vez.

- Oh, ya veo...- Dijo frunciendo el entrecejo, pero asintiendo de todos modos. - Estoy algo ocupada, pero...

El niño abrió sus ojos de par en par, amenazando con volver a llorar en cualquier momento.

- Por favor, déjame estar aquí. - Suplicó. - Prometo ser bueno, no haré ruido.

El corazón de la adolescente se contrajo fuertemente, odiaba ver a los niños llorar, a cualquier persona de hecho, pero había cierta debilidad especial con los niños.

- Oye, tranquilo Haru. - Trató de tranquilizar la mayor, tratando de no sonar nerviosa. - Iba a decir que tengo trabajo con unos arreglos y no puedo jugar, pero puedes quedarte y ver como trabajo.

El pelirosa asintió, el alivio brilló junto con unas cuántas lágrimas contenidas en sus ojos, y con timidez tomó asiendo al otro lado del mostrador, en el lugar justo para observar como (__) detallaba el bonito ramo de flores.

(__) se quedó en silencio durante un momento, pensando en que debía hacer ahora. Tendría que llamar a Takeomi para anunciar que su hermano estaba en su tienda, pero se encargaría de eso más tarde, primero debía calmar al niño.

El lenguaje de las flores [Haruchiyo Akashi x Reader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora