Capítulo 1: La Cosecha

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Peeta Mellark.

El sonido de las aves anunciaron el amanecer. Me levanté de la rígida cama sintiéndome peor que el día anterior. Solté un suspiro largo al mismo tiempo en que mis pies descalzos tocaban la madera vieja.

Miré mis ojos cansados con una tonalidad oscura debido al desvelo atrasado y mi rostro se desfiguraba en el espejo roto que había en mi habitación.

Afuera se escuchaban personas caminando, seguramente los trabajadores de las minas estaban llendo a su trabajo. Recordé que hoy era la elección de tributos y mi ánimo bajó aún más. Resignado me metí en una habitación más pequeña que era utilizada como mi "baño", para tomar una ducha refrescante.

No soy de las personas que tardan horas bañándose, como mi madre, yo soy de los que hacen todo de una manera rápida, así que después de unos minutos salí de la tina de metal con un trapo amarrado a la cintura que apenas me cubría los muslos. Tomé una camisa blanca de cuello y un pantalón café claro. Sabía que mis padres se despertarían más tarde y teniendo en cuenta que no hay nadie más que se preocupe por mí me fuí a la cocina para preparar algo de comer. En la mesa se encontraban dos panes quemados del día anterior, aún sentía el golpe en el brazo que me había ganado por quemar los panes, inconscientemente me toqué el lugar que estaba decorado con un moretón. Junto a ellos estaba una nota que decía "Para ti", no podía no comerlos o me ganaría un golpe peor. Tomé un vaso de leche de lo que creí era cabra o algo así y me comí un pan entero, sabía horrible pero era eso o sentirme horrible.

Para cuando había terminado de lavar el vaso, mi cabello se había secado y caía suavemente sobre mis ojos, estaba más largo y me dije que lo cortaría cuando volviera de la cosecha, si es que volvía. Salí al patio trasero y le lancé el último pan quemado a los cerdos que gruñían de hambre.

Volví a mi cuarto, a mirarme en el espejo, tomé una gran cantidad de cera y la esparcí por todo mi cabello, después con ayuda de un peine pequeño de madera lo peiné hacia los lados siguiendo los mismos trazos siempre.

.....

Después de intercambiar unas palabras con mis padres salí de la panadería, cabizbajo e intentando no hacer contacto visual con las personas que al igual que yo, se dirigían a su sentencia. Llegué a la plaza principal a la una en punto, con mis primogénitos pisándome los talones al momento en que murmuraban cosas que yo no entendía debido a que no quería escuchar nada más que mis latidos acelerados, el ambiente aquí era de tristeza pura, el lugar que antes se veía vivo debido a la gente que se reunía en el mercado hoy era todo lo contrario, a pesar de estar lleno no se sentía lo mismo, me atreví a mirarlos a la cara y en cada uno encontré lo mismo, miedo.

Un ligero zumbido se esparcía por todas partes debido a los altavoces gigantes que estaban a los lados de la tarima y a las cámaras que colgaban de los tejados. Miré a todos lados con la esperanza de ver a uno de mis hermanos o a algún compañero de la escuela, pero no había nadie, no al menos a mi vista. Mientras la fila de registro avanzaba los nervios comenzaron a apoderarse de mí, había mucho ruido, personas caminando, hombres sudando bajo el ardiente sol del medio día, bebés llorando, agentes de la paz apilando a la gente y esa ridícula mujer que probaba el volumen del altavoz.

— Siguiente — Dijo una chica rubia regordeta con cara de pocos amigos.

Le dí mi mano y después tomó ese aparato raro con una aguja en la punta, pinchó mi dedo índice y puso una gota de sangre sobre una hoja.

Me integré a los demás chicos que caminaban hasta llegar frente a la gran estructura, me posicioné justo en el medio, ni tan adelante ni tan atrás, en el grupo de los de dieciséis. Los nervios aún me atormentaban, por alguna razón me sentía peor que en otras cosechas, sin duda algo pasaría, tenía un mal presentimiento, mi nombre estaría en las urnas cinco veces este año, nunca me ví en la necesidad de pedir teselas así que eso jugaba un poco a mi favor, aunque no como yo esperaba, pues nadie me libraba de no ser seleccionado.

La ceremonia había empezado cuando el reloj marcaba las dos en punto, el mismo discurso de años atrás es dicho por el alcalde Undersee, explica los acontecimientos que llevaron a la consolidación de lo que hoy es Panem y las reglas de los juegos. Poco tiempo después aparece un hombre borracho, Haymitch, uno de los dos vencedores del distrito doce, poniendo en vergüenza a la mujer de atuendos ridículos para después pasar con la parte favorita de los habitantes del Capitolio, pero la peor para cada distrito. La misma mujer ridícula que si no mal recuerdo se llama Effie Trinket, que esta vez traía un traje verde primavera y una peluca rosa rizada más falsa que el relleno de los pasteles, tomó el micrófono.

— ¡Felices Juegos del Hambre! ¡Y que la suerte esté siempre, siempre de su lado! — Soltó un pequeño grito mostrándose emocionada mientras que los espectadores sufrían — Las damas primero...

Caminó torpemente hasta llegar a la urna de cristal de su izquierda, donde se apilaban cientos de papeles con nombres de chicas de nuestro distrito. Metió su mano afilada por la boca y revolvió los papeles como si pudiera mirar a través de sus manos. Tomó uno del fondo, estaba apunto de tomarlo con ambas manos pero el papel resbaló, la multitud estaba en completo silencio esperando la sentencia de muerte de alguna de los suyos. La mujer volvió a revolver los papeles y tomó el que sobresalía por encima de los demás, lo sujetó con firmeza y lo abrió frente a sus ojos, inmediatamente en su rostro se dibujó una sonrisa y caminó hasta el micrófono aclarándose la garganta.

— La mujer... Tributo del distrito 12 es... — Miró por todos lados esperando a que todos le pusieran atención— Katniss Everdeen.

Una chica pelinegra con una trenza larga salió de entre el grupo de las mujeres, se veía menos nerviosa que yo pero en sus ojos también había el mismo sentimiento. Me la encontré muchas veces en la escuela y frecuentemente la veía saliendo de la Veta para cazar las ardillas que le vendía a mi padre. Detrás de ella se escucharon unos gritos de su hermana pequeña, Prim, Katniss volvió a la realidad y la miró con los ojos llenos de lágrimas, una escena dramática es lo que nos dieron y después ella subió al escenario justo al lado de Effie.

— ¡Ha llegado el momento de elegir a nuestro tributo masculino! — Ahora es cuando me siento peor que nunca, la veo acercarse a la urna de chicos y tomar una papeleta del fondo, con seguridad se acerca al altavoz y repite — Peeta Mellark.

Un revolcón me golpeó el cuerpo, sentí como me ponía caliente y frío también, estaba asustado, había escuchado perfectamente como de su boca había salido mi nombre, no podía ser cierto. La sensación de asombro se escuchó por unos segundos y después todo quedó en silencio absoluto. Miré a todos lados buscando refugio, buscando quizá a mi familia, pero lo único que encontré fue miradas de lástima por parte de todos a mi alrededor. Me llamaron nuevamente para que subiera al escenario, nunca me había sentido tan inseguro en mi vida como ahora. La inercia de mi cuerpo me llevó a dar un primer paso llamando aún más la atención del público, mis piernas trazaron un camino hasta el Edificio de Justicia, presentándome ante todos como la nueva ofrenda que el distrito 12 ofrecía.

Me puse al lado de Effie y le dí una rápida mirada a la chica, sintiéndome fatal ya que solo uno debía ganar y no quería verme en la situación de un combate con ella, hasta donde sabía era muy buena con el arco, y yo? Ella al menos tenía oportunidad de defenderse de buena manera pero yo no, era un simple panadero que muy a menudo pintaba desde troncos hasta pasteles, no mataría a alguien con mi destreza en la repostería, mucho menos con un pincel.

Nos saludamos lentamente para después volver a nuestra postura original.

— ¡Maravilloso! — Effie rompe el silencio.

Las puertas del Edificio de Justicia se abrieron de repente llamando la atención de los presentes, de ellas salieron dos guardias de la paz trayendo consigo una urna de cristal llena de papeletas, justo como las dos primeras en ser sorteadas, lo que me desconcertó a mí, a Katniss y a todos en la cosecha.

— Oh! Esto es una sorpresa especialmente del Capitolio para todos ustedes — Dijo la de cabello rosa emocionada mientras esbozaba una sonrisa y pequeños aplausos — Verán, estos juegos tendrán tres tributos por cada distrito, ya que recordemos que el próximo año es el tercer vasallaje de los veinticinco y el presidente Snow quiso hacer un homenaje — Los murmullos de la gente no tardaron en aparecer y las miradas de miedo que se habían desvanecido ahora cobraban fuerza nuevamente — Así que... Sin más que explicar... el hombre o mujer tributo número tres del distrito doce es... Gale Hawthorne.

Los Juegos del Hambre [Peeta x Gale]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora