Dolor.

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<<Estoy viva>> fue lo primero que pensó aún con los ojos cerrados. Se llevó débilmente una mano al pecho para comprobar su propio pulso.

La luz proveniente de una ventana la dañó los ojos cuando intentó abrirlos.

Cuando su vista se acostumbró a la claridad del amanecer consiguió distinguir las paredes blancas de una habitación sencillamente ocupada por la cama donde estaba tumbada, un armario de madera oscura apolillada y un pequeño escritorio solitario.

Intentó levantarse, mordiéndose el labio inferior por el dolor que recorría todo su cuerpo. Una mueca deformó su rostro cuando una ola de dolor procedente del costado izquierdo, cerca de las costillas, la abrasó.

Se dejó caer vencida, resignada a quedarse contemplando el techo que la cubría la cabeza.

Su oído acostumbrado al falso silencio que la daba el río, se percató de unos pasos acercarse dándola un segundo para cerrar los ojos y fingir seguir inconsciente.

El quejido de la puerta de madera al abrirse la indicó que alguien había entrado. Sus músculos se tensaron bajo las sábanas listos para salir corriendo o defenderse de quien fuera que había cruzado el umbral. Un silencio que le pareció tenso se volvió a formar en el lugar consiguiendo que ya su agitado corazón empezase a latir aún mas fuerte esperando...


-Ya debería de estar despierta.- Insistió dejando caer sus brazos dramáticamente a los lados de su sillón habitual. El aburrimiento y la impaciencia lo estaban carcomiendo lentamente.

-No te preocupes, cariño. Perdió mucha sangre es normal que tarde en abrir los ojos.- Lo intentó tranquilizar una mujer de poco más de treinta años, pelo pelirrojo natural que caía suavemente sobre sus hombros cubiertos por un vestido sencillo color perla acorde con la moda del momento que dejaba ver su amplio escote, mientras colocaba una taza de té en frente del detective en la mesita que ambos compartían aquella mañana.

-Será mejor que vaya a comprobar que todo vaya bien.- Susurró el hombre mientras se ponía enérgicamente en pie, sin probar ni un sorbo de su taza, encaminándose escaleras arriba seguido de cerca por la pelirroja.
Entraron los dos en la pequeña habitación que servía para los "invitados". En la cama recostada se encontraba la mujer que encontró anoche casi sin vida. Con ojos calculadores el hombre se hacerlo al camastro y le tomo el pulso concienzudamente sin apartar los ojos de los párpados cerrados de la mujer.
-No hace falta que te hagas la dormida, no te voy a comer.- Su voz grave estalló en la habitación como un látigo.

Música de Muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora