Duro y frío

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Abrió los ojos rápidamente alarmada para enfrentarse con una mirada oscura que la examinaban meticulosamente.

Era pelirrojo y tez pálida que hacía resaltar sus ojos verdes oscuro.

-¿Como ha sabido...- Dejó la pregunta muriera en sus labios antes de llegar a terminarla.

-Muy pocas cosas se le escapan a Nils, querida.- escuchó decir a una mujer que vislumbró al lado de la puerta cerrada, con los brazos cruzados despreocupadamente sobre el pecho y jugando inconscientemente con un mechón de su cabello castaño cobrizo.

-Ya bueno...- Un silencio pesado como el plomo se abalanzó sobre el lugar durante el tiempo que se tarda en respirar tres veces. -Será mejor que me vaya.- Esto último lo lanzó casi como una orden para que el resto de su cuerpo se moviera. Arrastró las sabanas a un lado para después intentar levantarse sin poder evitar que una mueca se plasmase en su rostro a causa del dolor.

-No se va a ir a ninguna parte.-La voz seca y dura del pelirrojo sonó a la vez que unos brazos la golpearon los hombros con un golpe seco que la hizo volver a caer sobre el colchón a la vez que soltaba todo el oxígeno que poseían sus pulmones de repente.

-¡No tiene ningún derecho a retenerme!- Su voz salió rota por el dolor que recorría cada uno de sus nervios.

-No creo que pueda moverse con agilidad con esa herida por ahora, además, no tiene ningún lugar a donde ir ¿o me equivoco?- La mirada del hombre era igual de dura y fría que su voz, por un segundo volvió a sentir como el frío mortal que había experimentado la noche anterior se apoderaba de nuevo de ella y su cuerpo tembló sin poderlo evitar. Una sonrisa victoriosa apareció en los labios del pelirrojo antes de girar sobre sus talones y dirigirse hacia la puerta.

-Será mejor que descanse.- Carraspeó un segundo antes de dirigirse de nuevo hacia ella con un tono un poco más suave, y sin tan siquiera volverse a mirarla, cruzó el umbral para perderse escaleras abajo con la mujer.

Suspiró abatida observando el techo sobre su cabeza, controlando sus propios latidos e intentando apaciguar el incesante dolor que la torturaba.

La calma la consumía, y se pasó lo que para ella fue una eternidad, admirando el techo blanquecino de la habitación pensando en todo lo que la había ocurrido. La habían intentado asesinar, de eso no había ninguna duda, y ahora se "alojaba" en casa de unos extraños. La verdad es que se había encontrado en situaciones peores que esa pero tenía que buscar la forma de irse de allí, de la ciudad, lo más pronto posible. Tal vez el asesino ya sabía que ella no estaba muerta y la volvería a buscar, y si de algo estaba segura, era en que no tendría tanta suerte la próxima vez.

Música de Muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora