Buscando

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La noche había caído en el apartamento, las sombras se colaban entre los resquicios que dejaba la escasa luz que quedaba, proyectando las siluetas de los pocos muebles que decoraban las estancias.

El silencio reinaba en el lugar y dormía plácidamente sobre el suelo de madera astillada de roble, frente a la gran chimenea de roca oscura donde todavía brillaban los restos de las llamas.

El tranquilo pulso de un antiquísimo reloj marcaba el contrapunto perfecto a esa calma artificial perseguida por el pequeño batir de las páginas del libro que sostenía Nils entre sus manos.

Sus ojos verdes como el musgo húmedo recorría la tinta impresa en las hojas acompañada en ocasiones con una leve arruga en su frente o un asentimiento mudo.

Hacía tiempo que Susan se había marchado, haciendo un floreo con su pelo cobrizo se había despedido de él con un gesto de la mano y una sonrisa que expresaba toda la ternura maternal que sentía por él.

Suspiró frustrado, el aburrimiento lo martirizaba y lo consumía como las llamas a una hoja de papel.

Sin darse cuenta, su mirada se deslizó escaleras arriba, más allá de los escalones de madera arañada por el paso del tiempo y la puerta firmemente cerrada donde sabía que descansaba su nuevo caso. Una pequeña sonrisa burlona apareció fugazmente en sus labios. Nunca había imaginado que en medio de su desesperación, lo que parecía un nuevo misterio apareciera en frente de la puerta de su casa.
Pensó en verla, solo un instante, para comprobar que seguía respirando y que su corazón seguía latiendo... pero no se movió, permaneció impasible sentado sobre su sillón favorito, y en cambio, apartó la mirada.

No debía presionarla, si quería saber quien quería matar a esa mujer debía mantener la calma.

Una mueca rara deformó su rostro por un instante: no le gustaba tratar con vivos, los muertos daban menos trabajo.

Una idea voló por su mente entre los cientos de pensamientos que giraban sin sentido aparente en en su cabeza.
Podría tocar un rato el violín, dejaría sus dedos volar sobre la oscura madera del instrumento mientras que su cabeza planeaba y razonaba su próximo movimiento.

Volvió a mirar el libro que había dejado abandonado encima de uno de los brazos del sillón.

Con un repentino impulso de jovialidad tan inusual en él se levantó del asiento, estirando cada músculo de su cuerpo, había estado demasiadas horas allí sentado. Con pasos elegantes de bailarín recorrió el estrecho pasillo salpicado de puertas cerradas.

Recogió el violín con amabilidad. Hacía tres días que no se aproximaba a él (los mismos en los que la extraña mujer se había instalado en el cuarto a unos pasos del suyo) y temía el rechazo de la madera noble a su tacto.

Recorrió el pequeño cuerpo del instrumento con sus manos ágiles, afinando las cuerdas que se habían destensado o simplemente para disfrutar el tacto de la madera pulida bajo las yemas de sus dedos.

La primera nota rasgó el aire, en el momento justo en el que el silencio pasaba a trasformarse en una gran masa de cemento sobre sus hombros. La melodía era lenta, como la respiración inocente de un recién nacido en brazos de su madre pero un buen oído podría percibir cierto deje frialdad e impasibilidad, provocada tal vez, por la exagerada perfección de su ejecución. Era una obra bella: tenía fallos, pero una persona corriente no se daría cuenta de ellos, no sería capaz de observar el minúsculo temblor en la música, por la falta de melodía o los oscuros secretos que escondía esas dulces notas. Era una obra cruel. Guardaba secretos y mentiras profundas que le cortaba como el frío filo de un puñal, pero aún así, no dejaba ser suya: una parte de su alma dispuesta a entregarse ante la inclemencia del viento de otra noche de otoño.


La despertó el resoplar de la madera acompañada de las solitarias notas.
Reconoció esa melodía a los segundos. Sintió como los cabellos de su nuca se encrespaban y la mecha de la curiosidad se encendía en ella.

Se destapo rápidamente, intentando hacer el menor ruido posible. Sintió la humedad antigua de la madera arañar la piel tierna de las plantas de sus pies. Dio los primeros pasos sintiéndose insegura, se mantenía en un equilibrio precario, aguantándose forzosamente en el cabecero de hierro oscuro forjado.

Sus ojos volaron por toda la estancia, escrutando las sombras en busca de la salida que había visto antes de dejar que su cuerpo descansara.





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⏰ Última actualización: Apr 23, 2016 ⏰

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