O9 ; Te odio, Gumball Watterson.

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El reloj marcaba la media noche, sus manos seguían estando apretadas a ese par de frías y pesadas esposas, mientras seguía observando al suelo, esperando finalmente poder salir de ahí

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El reloj marcaba la media noche, sus manos seguían estando apretadas a ese par de frías y pesadas esposas, mientras seguía observando al suelo, esperando finalmente poder salir de ahí.

Su estómago gruñía, exigiéndole que consumiera algo, pues no había comido nada desde que fue llevado ahí. Su garganta, le exigía agua, el tiempo que estaba ahí, había echo que se secará por completo. Era un malestar insoportable simplemente, y si no salía pronto, posiblemente podría enfermarse de algo un poco grave. Enserio que rogaba por su vida en ese momento. Seguía arrepentido por lo que había echo, y estaba consciente que lo que hizo no había valido la pena en lo absoluto, todo lo que había planeado había sido en vano... Pues el que terminó en mal estado fue él y no el gato, cómo lo había estando planeado. Posiblemente, él estaba durmiendo, mientras él seguía contando los minutos en esa habitación. Esperando una respuesta. No sólo había puesto en peligro a Gumball, si no que también había puesto en juego a muchas personas inocentes, que no tenían ni la mínima culpa de lo que el cíclope sentía.

¿Pensaba abandonar todo?. Probablemente no, pues su corazón, tenía sed de venganza. Y la conseguiría a cualquier costo. Pero teniendo cuidado de que eso no volviera a suceder. Gumball, merecía pagar por todo lo que alguna vez le había hecho. No era mucho, pero para él, si lo era. Pues cuando más lo necesitó, simplemente lo había dejado abandonado en medio de la nada. Cuándo lo único que quería era salir de ahí. Había intentado ser amistoso con él, pero él simplemente lo despreció como cualquier objeto, sin siquiera recordar su nombre e existencia. No sabía si le había echo algo más, pues sus recuerdos seguían un tanto confusos. Lo único que lograba recordar; era el cómo pez dorado lo había tirado a la alcantarilla, cuándo este simplemente intentó hablarles. En un principio, nisiquiera le guardó rencor, pero ahora si lo hacía, pues se había dado cuenta de todo.

Odiaba a Gumball y quería acabar con él a cualquier costo. Sin importar que ambos tuvieran que morir en el proceso. Quizás su primer intento de matarlo no había funcionado, pero quizás su segundo o tercero, si funcionarían. Sólo era cuestión de organizarse y ejecutar las cosas lo antes posible, sin siquiera importarle lo que demás pensaran en el proceso... Sin duda alguna, el vacío lo había echo enloquecer. Pues en su vida se imaginaba tener tales pensamientos. Si fuera su yo pasado, sin dudas se sentiría culpable por tales ideas. Pero ahora era ahora y casi ni se sentía de esa forma. Algo en su conciencia le decía que no lo hiciera y sólo ignorará todo. Pero sólo se disponía a ignorarlo y seguir con lo que ya había comenzado... Él necesitaba ayuda sin dudas. Pero no quería molestar a nadie y mucho menos quería que lo tacharan cómo alguien malo. Pues no lo era, sólo tenía remordimiento, el cuál había llegado muy lejos en ese momento.

No sabía que estaba pasando. Pero ahora las lágrimas corrían por sus mejillas, derramándose levemente en sus prendas, mientras su mano intentaba secarlas para no llamar la atención. Pero era un tanto complicado, pues su rostro igual demostraba tristeza y su nariz, comenzaba a jalar un par de mocos que querían salir. Ya no le importaba nada, lo único que quería era ser libre, y buscar la solución a sus problemas. Pero posiblemente ni estaba cerca de serlo. Sí, era consciente de que había echo algo muy grave, pero su intención nunca fue lastimar a nadie más que no fuera Gumball Watterson.

Pequeños jadeos comenzaron a hacerse presentes. El mayor lo notó, pero simplemente lo ignoró, pues suponía que el otro se estaba arrepintiendo de sus actos. Y estaba en lo correcto. Pero quizás nisiquiera era un arrepentimiento verdadero, pues el cíclope aún tenía pensando en seguir con aquel juego que hace poco había comenzado con aquel felino. Estaba dispuesto a matarlo, sin importar de que forma. Pero teniendo cuidado de no arriesgar más vidas y mucho menos la de aquel chico de colores brillantes.

Toda su vida, se la había pasado sólo o eso era lo que recordaba por el momento. Pues apenas estaba recuperando sus recuerdos. Pero de lo que si estaba consciente, era que Gumball siempre lo había ignorado al igual que la mayoría de estudiantes de Elmore junior high. Siempre había sido así; un chico solitario que sólo buscaba disfrutar los descansos con alguien, pero que rara vez lograba hacerlo. Siempre había sido un tipo callado, y eso posiblemente había sido lo que le había afectado. Y también estaba arrepentido de ello. Él era un chico tímido y miedoso. Un chico tímido y miedoso que se convirtió en lo peor de sí mismo. Un tipo gris y sombrío que sólo se dedicaba a planear su venganza las veinticuatro horas del día. Un chico que estaba dispuesto de arriesgar todo, a pesar de no obtener nada bueno a cambio.

Era un echo que él siempre había sido un chico tranquilo. Pero todo aquello había quedado en el pasado y no pensaba volver a ser ese perdedor de piel azulada y cabello castaño. No pensaba volver a dejarse intimidar por alguien más grande que él, no pensaba volver a ser el objeto de burla de todos, no pensaba volver a ser aquel chico invisible del cuál todos olvidaban su nombre. Un nombre tan sencillo que la mayoría olvidaba... Sin dudas siempre odio eso. Pero ahora nadie lo haría, pues les haría un bien y finalmente se desharía de aquel gato azul de nombre Gumball. Toda esa bondad que le quedaba... Se había perdido o al menos para ese felino de ojos rojos, si se había agotado.

Se podría decir que aún tenía un poco de solidaridad hacía los demás. Pero era muy poca, y un ejemplo de ello podría resumirse en la ayuda que le brindó a aquella loba, a pesar de que sabía que tendría más problemas. Los cuáles, aún no había podido resolver y estaba en camino de hacerlo. Pues no deseaba que todo se volviera más grande de lo que ya era. Todo había sucedido muy rápido y no esperaba que todo terminará en una ida a la delegación. Pues según sus malos cálculos, lograría escapar antes de que lo atraparán. Pero todo se le salió de las manos y terminó de una forma muy horrible. Pero al menos pudo reflexionar de lo mal que estuvo. Pero aún así eso no lo iba a detener.

Gumball, podría ser un chico egoísta, egocéntrico y abusivo... Pero aún así había intentado ser su amigo. Pues le parecía genial, a pesar de que algunos lo consideraban cómo un completo perdedor. Pero todos sus intentos de acercarse, habían sido nulos, pues terminaba siendo ignorado. Y eso lo había echo sentir mal algunas veces. Por ello tenía más motivos para vengarse de él y mostrarle al mundo lo mala persona que era ese gato que adoraban. Sí, estaba consciente que lo que guardaba era rencor... Pero no buscaba tratarlo y mucho menos olvidarlo. Pues lo que quería, era conseguir su venganza a cualquier costo y hacer que finalmente Gumball Watterson se quedará sin nada, cómo había sucedido con él... Gumball merecía tener un final peor al suyo.

— ...Te odio, Gumball Watterson...— susurro para sí mismo entre dientes, mientras las lágrimas salían. Empuño sus manos fuertemente y cerró su ojo. Sin dejar atrás aquel remordimiento y sed de venganza que sentía. No sabía cómo saldría pero de una forma u otra, tendría su merecida venganza hacía aquel felino.

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💔 𓄼 El Chico "Solitario" • TAWOG AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora