Un joven es reencarnado sin sus recuerdos en un mundo mágico, por un extraño e imponente ser, convirtiéndose en los ojos y oídos de este.
Pd: No soy dueño de Nanatsu no Taizai, todos los derechos a su creador.
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Podemos ver un lugar bastante amplio, parece ser una especie de sala antigua con decoraciones bastante oscuras dándole un aspecto muy perturbador, con grabados extraños en el suelo columnas y paredes, alejado del centro se haya unas escaleras que dan a una especie de trono. En el centro del atemorizante salón se encuentra una silueta de un joven, lo sorprendente es que solo se puede ver oscuridad, sin poder distinguir su color de piel rostro, cabello y vestimenta, pero la silueta parece estar muy confundida a la vez que asustada, debido a que se haya observado los alrededores en busca de una salida.
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Silueta: ¿Dónde estoy?... ¿Cómo termine en este lugar? –se preguntó a si mismo confundido, mientras mira a los alrededores-
Silueta: Parece sacado de una película de terror... que se supone que es este lugar... ¿la guarida de una secta? ¿La prisión de algún monstruo o demonio antiguo?.... además... ¿Por qué no puedo ver mi cuerpo?... estoy literalmente a oscuras –agregó estando un poco molesto e irritado al no entender nada de lo que está ocurriendo-
???: De todas las almas tuvo que tocar un puberto... aunque no puedo quejarme, después de todo lo deje al azar –se escuchó una potente voz por toda la sala, haciendo que la silueta se tense al sentir terror-
La silueta comienza a mirar nuevamente a sus alrededores, en busca de la fuente de esa extraña y potente voz, encontrando a un hombre sentado en el trono, pero por la lejanía y la poca iluminación no se puede distinguir algunos rasgos, por esa razón decidió acercarse para divisar mejor, aunque su ser le suplicaba que no. Al estar al pie de las escaleras, el joven pudo identificar al ser que emano esa oscura y siniestra voz, tratándose de un hombre sentado en el trono, que aparenta estar en sus veintiséis años de edad, piel pálida, larga cabellera rubia, que supera la mitad de su espalda, ojos azules sin brillo con pupilas rasgadas como las de un felino y viste un elegante traje rojizo. El hombre mira a la silueta con aburrimiento y frialdad, algo que está comenzando a irritar a la oscura silueta, logrando que recuerde las palabras del rubio, entendiendo que él es el responsable de que se encuentre en ese lugar.
