Cap 2: Malditas cervezas.

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Eren Jaeger sentía cómo el agua de la ducha aún goteaba por su cuerpo, abandonando su cabello para deslizarse por su cuello y continuar el recorrido por su firme espalda. Esa mañana había dormido a sus anchas y ahora se encontraba sentándose solo a la mesa, mientras su cabello castaño se encargaba de humedecer su rostro y parte de la camiseta blanca estampada que había adquirido en Francia en uno de sus últimas huidas al extranjero.

Se dirigió hacia la cocina y tomó unas cuantas frutas cortadas y se las metió a la boca, vertiéndose luego el agua con infinitos cubos de hielo. Siempre tenía que desayunar este tipo de estupideces.

- ¿Está todo bien, joven Jaeger?

-Eso creo -observó cómo la anciana se disponía a limpiar parte de la sala -¿Mis padres ya se largaron, verdad?

La mujercita continuó su labor sin mirarle a los ojos.

-Sus padres salieron esta misma mañana y su hermana también, aunque dijo que no demoraría en volver.

- ¿Y qué pasó con todo el personal? No veo a nadie, ¿se han tomado el día libre?

-Su madre nos está volviendo a dar el fin de semana libre, joven Jaeger. Solo hemos quedado en casa Ackerman y yo.

Eren abandonó las jodidas frutas y empezó a verificar todos sus nuevos mensajes. Había cincuenta mensajes más, pero todos eran más de la misma mierda.

- ¿Ackerman? -cuestionó, moviendo sus dedos en la pantalla de su Iphone.

-Sí, el bueno de Ackerman tampoco quiso marcharse, porque le es difícil volver a su pueblo y es mejor para él estar...

Había dicho "bueno", así que no cabía duda de quién estaba hablando.

- ¿Qué edad tiene Ackerman? -interrumpió con voz calmada, enviando unos diez mensajes a la vez - ¿Es menor que yo, ¿verdad?

-Él tiene 21 años, joven, usted es mayor por dos años.

-Oh, vaya, sí lo había notado. ¿Ackerman está aquí, entonces?

Deslizó un cubo de hielo del vaso hasta su boca, atrapándolo entre los dientes.

-Sí, Ackerman está aquí en casa.

- ¿Y qué está haciendo ahora? No lo veo mucho por aquí, ¿solo se encarga de lavar los platos o qué?

Platos. El solo haberlos mencionado le hizo recordar lo sucedido el día anterior. El hielo punzó en su garganta y no pudo evitar toser, ¡al demonio con el puto hielo!

-No, él se encarga de todo también... ahora está ordenando la biblioteca del señor.

-Vaya, cuánto trabajo -se levantó del asiento, estirando sus músculos -Sabe, voy a hacer una reunión en la noche, solo quería avisarle.

Se metió otro cubo de hielo a los labios, sintiéndolo deshacerse en su lengua y luego abandonó el comedor, rumbo a su dormitorio. Podría largarse de la casa, desaparecerse todo el puto día y disfrutar hasta las últimas consecuencias, pero no se le daba mucho la gana. Al final, la casa era toda para él nuevamente, así que era mejor esperar que el resto llegase, que él mismo ir a buscarlos. Además, seguramente los críos que tenía como compañeros de caza-sexo-y-bebida, no tardarían en llegar a alborotarle la tranquilidad, así que tendría que aprovechar perfectamente lo poco que le quedaba de soledad. Estuvo al borde de meterse a su habitación, pero prefirió cambiar de rumbo y continuar hacia las escaleras opuestas, bajando cinco escalones de un salto y mordiéndose el pulgar cuando aterrizo en el largo pasillo de la parte trasera de su maldita mansión.

Dio unos cuantos pasos hacia adelante, mientras su mirada se paseaba por las paredes blancas y las habitaciones cerradas de ese ancho pasadizo. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvo por ahí. En realidad, le importaba una mierda todo lo que había por ahí, porque no era ni alcohol ni nada parecido. Aparte, el puto polvo se metía por tus fosas nasales y luego te hacia trizas todos los pulmones. Pero ahora no olía a polvo, sino a un aroma muy distinto; algo entre manzana y limón. Exhaló un tanto en cuanto encontró una puerta abierta y solo atinó a recostarse sobre el marco de la puerta durante unos minutos, observando la interesante imagen de Ackerman, quien se encontraba haciendo vagos intentos por alcanzar un libro, que, para su pésima suerte, estaba demasiado alto. Eren se centró en su camiseta verde azulada y sus pantalones jeans desgastados, que solo resaltaban su delgada figura. Se movió hacia adelante y estiró su brazo, tomando el libro con brusquedad, mientras sentía cómo el pelinegro se sobresaltaba, aunque esta vez Eren no intentó detenerlo, sino que solo retrocedió con el libro entre sus masculinas y firmes manos.

Inocencia Pasional - Ereri (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora