Decepción

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Mi expresión de confianza decayó en apenas dos segundos, no puedo explicar exactamente ese miserable sentimiento que se repartió como una hormona por debajo de mi piel, solo pude asimilarlo a una palabra, decepción. Nunca pensé que podría experimentar una sensación tan desgarradora y temible, nunca pensé que el cuerpo humano era capaz de hacer sentir a alguien así o simplemente nunca creí poder sentirlo. Pero ahí estaba, paralizada en medio del pasillo.

Tiré todas mis esperanzas a la basura cuando vi como charlaba con ella, su mano estaba en la parte trasera de su cuello y sus mejillas de un color carmesí, sino fuese imposible juraría que un puñado de corazones les rodeaba por todos lados.

"Tal vez es un amiga, puede tener más amigas que yo" "Es imposible, nunca la había visto" "Tal vez la está ayudando con algo"

Mi cabeza trataba de convencerme, una y otra vez, como si la forma en la que se miraban no me dejase las cosas claras. Y ahí vino de nuevo, negación, la diferencia es que la decepción era mucho más grande.

Agarré la parte inferior de mi abrigo mientras le observaba junto a ella. La chica era la descripción de belleza y perfección, tenía todo lo que cualquiera quería y obviamente yo deseaba. Sus ojos oscuros se cerraban cada vez que sonreía, su cabello del mismo color castaño que su iris se ondulaba por debajo de sus hombros, su pequeña estatura y complexión delgada la hacían lucir como un ángel, la forma en la que caminaba, su inteligencia, la forma en la que se expresaba y su sentido del humor.

Era preciosa, en absolutamente todos los sentidos de la palabra. Y me quemaba y decepcionaba no poder ser igual, no poder causar los efectos y sensaciones que ella causaba a la persona que quería.

Con el tiempo comencé a pensar que tal vez al ser como ella podría llegar a llamar su atención, copié su sonrisa, dejé mi cabello por debajo de los hombros, dije sus bromas, comí menos, estudié más. Lo intenté durante un gran tiempo pero por alguna razón que no comprendía, no era igual.

Su sonrisa no me encajaba, el pelo largo me molestaba, sus chistes cuando los recitaba no hacían la misma gracia, nunca superaba el 7, el hambre me atacaba y no bajaba de peso...

Y como eso no me funcionó, me convertí en su amiga, busqué algún hábito que copiar, algo con lo que conocer el secreto del éxito y poder sentir lo que ella sentía.

Y me equivoqué. Porque a una persona débil este tipo de decisiones la arrastran poco a poco a una nueva fase. Porque alguien que trata de ayudar a los demás con el tiempo se da cuenta de que es para lo único que sirve, así que sigue haciéndolo.

Por eso mismo, cuando ambos contaron conmigo no pude hacer nada más que eso, ayudar, anteponer sus sentimientos a los míos, porque una persona que disfruta haciendo felices a los demás termina ignorando lo que dice su corazón y empieza a sentir la felicidad a través de otros.

Y no pasa nada, todos cometemos errores, el único problema es que a veces no solo nosotros cargamos con las consecuencias. ¿Y el error?

El error no fue enamorarme de él cuando el sentimiento no era mutuo, el error fue pensar que no había errores.

Uno de esos días se celebró una enorme fiesta, música y vasos por todos lados, muchos adolescentes hormonales bailaban uno pegado al otro, otros observaban, algunos habían desaparecido del piso de abajo y se dirigían de la mano a la segunda planta, otros charlaban, otros jugaban. Yo pertenecía al segundo grupo.

Llevaba los ojos de lado a lado en busca de algo, no tenía pensado beber, cualquier bebida allí ingerida te llevaría a otro mundo debido a su exceso de alcohol y aunque la adrenalina del primer vaso me tentaba a comenzar, mi cabeza me recordaba la cantidad de tonterías que podría cometer allí. Claro que yo no sabía que estas también se pueden cometer estando sobria.

Mi punto de vistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora