CAPÍTULO NUEVE

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Transcurrido un buen lapso merecido luego del esperado baile de gala, Cinderace ahora había cambiado rotundamente, mostrando abiertamente otra de las facetas de sus sentimientos, sencillamente porque ahora permanecía inundada de felicidad y de una convicción genuina de sus sentimientos hacia su amado Lucario y por supuesto permanecía segura de los sentimientos manifiestos de él hacia ella. Dicha felicidad, las irradiaba a cada momento en los lugares donde por sus actividades laborales debía permanecer y desde luego sobre aquellos pokemones con las que tenía que compartir la mayor parte del tiempo, principalmente con la pokémon encargada de la casa, con sus amigos más cercanos y con su familia.

En ese espacio de responsabilizarse de cada actividad que emprendía, Cinderace permanecía a la expectativa de las 24 horas marcadas se fueran consumiendo, esto solo para esperar aquel día planificado, de esa hora fijada y de ese lugar asignado por Lucario, a efecto pudiera reunirse y emprender una serie de hechos que conllevan la consolidación de su romance.

Cinderace estaba segura que a partir de ese instante, debía pensar de manera sabia, prudente, y sencilla, para que lo planificado saliera bien; sin embargo, estaba preocupada, al solo pensar que tenía una familia que siempre se habían preocupado por ella y más que nada, sus actitudes debían responder al modelo que dicha familia había formado en ella.

Con ello, se veía en la necesidad de pensar en primer lugar, que a su familia no le desagradaba la figura de los militares; en segundo lugar, que en esa primera visita no le podían decir a sus padres que pronto deseaban contraer matrimonio, porque solo con esa noticia reprobarían inmediatamente lo integrado de la relación; en tercer lugar, porque centraban a cada instante, que Lucario fuera del agrado de la familia de ella y que se ganara la confianza principalmente de su padre y en cuarto lugar lugar, que su presentación fuera convincente a la hora de llevarlo a casa de sus padres.

Mucho tiempo dedicaba Cinderace para estar pensando en esas cosas, tratando de fortalecer su estima al pensar que era una pokémon adulta y que tenía la suficiente edad para tomar sus decisiones, sabiendo que en ese tipo de procederes, que no serían agradables para su familia y amistades, siempre debía estar preparada para esperar más de algún mal comentario; sin embargo, sí le preocupaba las reacciones de sus padres, llegando a la conclusión que eso era lo que por mucho tiempo la había orillado a detener la decisión de confirmar su romance con Lucario.

Desde el momento que había tenido la oportunidad de conocerlo a él, todo para ellos había sido dificultoso, lo que había propiciado una serie de inconvenientes y que a lo largo de su relación se convertían simplemente en tácticas dilatorias que siempre atrasaban, rechazaban y ponía en duda la consolidación de la relación; pero ahora, serena como estaba, pensaba detenidamente sí era posible que después de haber tenido que pasar por situaciones difíciles y haber tenido que soportar tantos desvelos y malos pensamientos; hoy por hoy sabía que lo amaba y lo padecido había contribuido a amarlo más; manejando en su mente que para él, el haberse tenido que ir por mucho tiempo también había contribuido que reconociera que ella era el amor de su vida y pasara lo que pasara siempre seguiría siendo su romance, lo más importante en su vida.

Los días transcurrían aceleradamente para aquellos pokemones que asi lo concebían, pero muy lentamente para la visión de Cinderace, porque ansiaba llegara de ese día, pero como sabía no era posible que el tiempo transcurriera más rápido, se dedicaba a permanecer inmersa en sus actividades como coordinadora del proyecto educativo, para ir disipando esas ansias que insistentemente ocupaban sus pensamientos.

Por las tardes, al regresar cansada a su habitación, pensaba que lo planificado iba a ser profundamente maravilloso; leyendo una y otra vez la única carta tenía de él; imaginándose que iba a ser la pokémon, la novia y la "esposa" más feliz de la tierra y pasara lo que pasara, estaba dispuesta luchar por la integración de ese romance precioso nacido desde el momento de haber conocido al subteniente Lucario.

Lo que no había podido evitar Cinderace, era la insistente presencia de Incineroar, el cual la atormentaba con sus insinuaciones estériles; sin embargo, lo que él intentara, hacía pensara le venía flojo, porque su mente estaba dirigida permanentemente en el día que se iba a reunir con su pareja, contando uno por uno cada día para que fuera realidad ese encuentro que pondría un final a muchas cosas.

A estas alturas y aceptando Incineroar la necesidad de tener que soportar ese espacio sentimental en su mente y nefasto para sus intenciones; entendiendo estaba luchando con su romance muy arraigado, dedicado y conciente fuera de sus intereses estaba la figura de ellos dos, se dispuso aprovechar la ausencia de Lucario, para sacarle el provecho posible, acercándose diariamente a ella para inyectarle cuál era la pureza y esencia de sus sentimientos y practicando una serie de acciones posiblemente novedosas para él, porque nunca las había ejecutado; sin embargo, no perdía la esperanza que algún día sus acciones convenciera y conmoviera por fin el corazón de Cinderace y lo abriera para él.

En el pequeño, maravilloso, inocente y sentimental mundo de ilusiones que hoy habitaba en Cinderace, sabía que lo expresado por el atrevido Incineroar eran nada más palabras vanas que nunca llegarían a hacerse realidad.

Pensando en esos hechos, por fin llegó el día que habían planificado, cuando iban a tener la oportunidad de estar de la pata y a la vista de todos... y cuando realizarían cada uno de los pasos que habían pensado harían, que hasta el momento no habían podido hacerlos realidad. Eso exigía dejar a un lado la posibilidad de pensar en las causas que los había embestido por mucho tiempo, porque si los consideraran, seguro comenzarían a suspender cualquier acción que deseaban hacer para consolidar su relación.

Ese día, Cinderace despertó llena de energía. La lucha de Incineroar se había convertido en el desafío más grande que ha tenido en la vida, dispuesto a hacerle frente a las situaciones más inesperadas y dispuesto a luchar hasta el último momento; de tal manera utilizando las exageraciones, cierto día se atrevió a chantajearla diciendole que le daría una mejor vida.

Era conciente que tanto Lucario como ella, estaban esperando ansiosamente que llegara el día en que se reunirían.

Cinderace estaba radiante de la gran felicidad que la inundaba, se preparó para arreglarse. Luego, se condujo al parque (lugar donde se reunirían), habiendo llegado puntualmente.

Al llegar y percatarse que todavía no había llegado, esperó. Se sentó en una banca mientras observaba a los demás pokemones que hacían distintas actividades en el lugar.

Siguió esperando y al no ver que hiciera acto de presencia, comenzó a llenar su mente de posibilidades por las que él aún no aparecía, pensando talvez que por lo complicado del tráfico le era imposible llegar rápido, pero allí permanecía ella llena de esperanzas, llegando y diciéndole que lo perdonara por la tardanza.

Continuaba esperándolo, dándole el tiempo pertinente para su llegada, para cuando lo hiciera correría a sus brazos, pero...

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EL SILENCIO DEL AMOR (Lucario & Cinderace)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora